“Madre nuestra que estás en la tierra, bendito sea tu nombre. Hágase tu alegría así en la tierra como en el cielo. El beso nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdona nuestra estupidez, así como nosotros perdonamos la estupidez ajena. No nos dejes caer en la ira o arrogancia. Y sálvanos de toda destrucción. Por los siglos de los siglos. Amén”. Así se reza en El Evangelio según Jesús, Reina del Cielo, la obra en la que la dramaturga Jo Clifford imagina qué podría pasar si Jesús volviera a la tierra como mujer trans. Clifford vive en Edimburgo, es actriz y autora de unas 80 obras. Tiene 68 años, es viuda, tiene dos hijas que crío junto a la escritora feminista Sue Innes –cuya muerte relató en la multipremiadapremiada Every One (2010)–. Entre sus decenas de personajes hay una versión libre de Anna Karenina y también de sí misma –el año paso escribió junto a Chris Goode Eva, sobre las experiencias de su transición–. Y antes de todo esto vivió en comunidad, trabajó en un geriátrico, como personal de enfermería en una institución psiquiátrica y conduciendo un colectivo de línea. Todas vivencias que, cuenta, fueron cruciales para su escritura. “Me abrieron a mundos sobre los que no tenía idea. De la clase trabajadora, de los caídos del sistema. Tuve una existencia bastante privilegiada en mi infancia. Se esperaba que fuera a la Universidad y después consiguiera un trabajo confortable de clase media. Esta fue la manera que encontré rebelarme contra las expectativas. Trabajar como chofer fue lo mejor que pude haber hecho”. 

¿Y por qué dice que influyó en su escritura?

–Tenía veintipico. En una de mis primeras obras cuento la historia de cuando fui enfermera en un neuropsiquiátrico. Sobre un joven que pensaba que era un ángel. Estaba muy enfermo. Y recibió un tratamiento brutal: terapia de convulsión eléctrica. Estuve presente mientras le administraban las descargas. Todo eso me hizo palpar la fragilidad de la vida y también la fortaleza de los que sufren. La prensa en mi país siempre me describe como “ex conductor de bus”. Lo usan para pasar por arriba mis logros como escritora, ridiculizarme. Pero recuerdo con orgullo esa parte de mi vida. Trabajaba con gente que había estado haciendo el mismo recorrido todo el día, toda su vida. Un hombre me contó que cuando dejó la escuela entró como conductor, hizo ese trayecto ida y vuelta algunos años, luego, en la segunda guerra, se unió al ejército y viajó por Europa, abrió sus ojos, fue a Medio Oriente. Decía: “el mejor periodo de mi vida”. Después de la guerra, sin un centavo, volvió a la misma línea a hacer el mismo recorrido. No pude evitar tomarlo como personaje.

¿En qué está trabajando ahora?

–No paro de escribir, quiero hablar del presente. Son momentos de cambios radicales en los modos en los que pensamos las masculinidades. Esa es una gran fuente de pánicos. Muchos responden con violencia, quieren volver a un momento en que la virilidad se definía con guerra y heroísmo. Pero esos cambios, esa revolución tranquila, nos llevan a nuevas formas de vida más empáticas. Esas antiguas nociones de masculinidad causan estragos tanto en Oriente como Occidente. Habría que ver cómo se inscriben en estas convulsiones y luchas cierto universo de tradiciones intocables, patriarcales, que el terrorismo dice que defiende. Y habría que ver qué tiene para decir el arte como fuerza para contrarrestar los odios nacionalistas y raciales que hoy son una fuerza predominante por lo menos en mi país.

¿Se refiere al Brexit?

–En parte. Un pueblo dirigiéndose al desastre guiado por la estupidez. La idea de que de pronto nos desentendemos de Europa viene de lo peor de nuestra “britanidad”, de prejuicios raciales, pánico a lo foráneo y autodestrucción. No es casual que en Reino Unido se esté dando un incremento de los crímenes de odio contra muchos sectores de la población y contra los inmigrantes como primer blanco. Lo increíble es que la sociedad no vea hasta qué punto necesitamos de todos para que la sociedad funcione. 

Parte de mi religión

En 1988 La última tentación de Cristo, la película de Martin Scorsese, basada en la novela de Nikos Kazanstzakis, generó una ola de protestas, unos diez mil manifestantes con consignas como “Algunas cosas son sagradas” ante las puertas de los estudios Universal, en Los Angeles. La película ofrecía una mirada terrena y hasta sexual de Jesús. En Francia los fundamentalistas cristianos quemaban los cines en los que se proyectaba (con los espectadores adentro). Fue censurada en Turquía, México, Chile y Argentina. “Es tragicómico que treinta años después se repitan las escenas”, se ríe con gesto amargo Clifford sobre la censura que sufrió en Brasil El Evangelio según Jesús, reina de los cielos, la pieza que trae al FIBA con apoyo del British Council. Hace menos de un mes en San Pablo un juez la prohibió. “Me enteraré a la distancia. Y no me sorprendió tanto. Cuando la monté en Escocia en 2009 había grupos religiosos muy enojados. Hicieron todo lo imaginable para tratar de bajarla. Lo irónico es que no vieron la obra. La escribí después de leer y reflexionar sobre los Evangelios, pensándolo desde el punto de vista humanista. Los invitaría a leerla. Me da hasta incluso un poco de vergüenza que protesten sin haberla visto o leído”.

En la obra Jesús dice “Nunca dije cuidado con los homosexuales, transexuales, travestis (…). Nunca dije eso. Yo dije: cuidado con los santurrones y los hipócritas”.

–Tal vez lo que tanto ofende es que es una denuncia de quienes han puesto señalamientos que en la Biblia no están. Ese es uno de los mensajes cristianos de la obra. La distancia entre las interpretaciones y las palabras que realmente están ahí y que tanta tragedia han causado.l

El Evangelio según Jesús, Reina del Cielo. Funciones: sábado 14 y domingo 15, a las 19, en el Teatro San Martín. Después de la función del sábado habrá una charla con Clifford moderada por Walter Romero.

“Dramaturgia y empatía. Teatro de la tolerancia”, clase magistral de Jo Clifford: domingo 15 a las 12 en el Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530.