Ante la cumbre mundial de cambio climático en Dubai, Emiratos Árabes Unidos (COP28), debemos recordar lo que el Papa Francisco nos planteaba hace unos años: ¿Qué mundo deseamos legar a las generaciones futuras?Así, la reciente encíclica “LaudateDeum” advierte y expone que la política y las cúpulas empresariales han respondido con preocupante --e intencional-- lentitud ante el monumental desafío que hoy representa la crisis ambiental. Allí nos proporciona datos concretos que establecen un vínculo incontestable entre los fenómenos climáticos globales y el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero en el siglo XX, siglo testigo de la industrialización acelerada de las grandes potencias. La búsqueda desenfrenada del poder y el progreso desmedido ha llevado al agotamiento insostenible de nuestros bienes comunes naturales. El resultado: un mundo más desigual, con tasas de desempleo en alza, concentración de riqueza, propagación de enfermedades y múltiples conflictos sociales y políticos.

Hemos sido testigos de desastres ambientales de proporciones catastróficas que han desencadenado crisis sociales, económicas y políticas. El negacionismo y la burla refuerzan discursos que, viniendo de las grandes potencias y corporaciones, tienen como objetivo justificar la inacción o mantenerse indiferentes e irresponsables a tomar medidas que mitiguen esta crisis, siendo los principales responsables del daño climático. Su principal motivación: la maximización de sus ganancias y su poder a expensas del bienestar del planeta y sus habitantes. No basta con importar agendas verdes de países potencias sin antes hacer adecuaciones sobre cómo nos relacionamos con nuestra tierra y nuestra producción. La realización y el bienestar personal está intrínsecamente ligado al bienestar común. Resulta imperativo que reconsideremos el rol que tenemos los seres humanos, vernos y sentirnos parte integral de la naturaleza y trabajar en conjunto para evitar que la concentración de poder económico y el progreso sin límites socio ambientales se conviertan en fuerzas autodestructivas.[1]

En el mundo de las y los trabajadores, las organizaciones sindicales, entre otras, deben generar conciencia sobre la necesidad de un cambio de paradigma en la forma en que entendemos el sentido de la vida, donde el consumo, las ganancias y el poder dejen de ser el centro de nuestra existencia. Estamos en la primera línea de los impactos negativos del daño ambiental, sufrimos las consecuencias de su degradación y la explotación laboral persiguiendo un modo de vida insostenible y destructivo. Es necesario luchar por un entorno de trabajo seguro y sostenible, así como también impulsar cambios significativos en las políticas empresariales y gubernamentales que construyan una real transparencia en la gestión ambiental y fomenten la creación de empleos sustentables. Es necesario que se promocionen políticas públicas que fomenten la inversión en energías renovables, la reducción de emisiones y la protección de los ecosistemas.

Participar en las discusiones sobre políticas ambientales y contribuir a la formación de acuerdos internacionales sólidos para abordar la crisis climática son necesarias para que el futuro de nuestro planeta y las generaciones venideras sean conscientes y respetuososcon el entorno natural. Debemos abogar por una justicia ambiental más amplia. Las comunidades más afectadas por la degradación ambiental y la contaminación son las mismas que enfrentan desafíos económicos y laborales. Esta solidaridad entre nosotros, nosotras y las comunidades es virtuosa y resulta esencial para garantizar que las soluciones a la crisis ambiental sean equitativas y no perjudiquen a los y las más vulnerables, garantizando el derecho a una vida y trabajo dignos. El cambio real requiere de la colaboración de todos los sectores, trasciende las fronteras y las divisiones. Requiere una visión compartida de un futuro sostenible y una acción colectiva para que la solución sea efectiva. No somos meros espectadores y espectadoras. Nuestra organización, nuestra influencia en la toma de decisiones y nuestro compromiso con la sostenibilidad son fundamentales y condición necesaria para construir un mundo en el que las generaciones futuras puedan prosperar. La crisis ambiental es un llamado a la acción, y los trabajadores y trabajadoras podemos liderar el camino hacia un futuro más justo y esperanzador para todos y todas donde la mejora de La Casa Común sea nuestra prioridad.

Germán Palladino es Ingeniero Industrial. Dirigente sindical. 

[1]Extracto del documento “Ahora o nunca, desde el Sur Global” escrito junto con Mariano Espósito. Texto Ganador del Concurso Literario de la Internacional de Servicios Públicos (ISP). La ISP es una organización que reúne a más de 20 millones de trabajadores y trabajadoras, representados por 700 sindicatos en 163 países y que ha desempeñado un papel fundamental al promover el debate sobre el rol crucial de los trabajadores y trabajadoras en la crisis ambiental)