El economista y empresario Juan Ernesto Alemann, mano derecha de José Alfredo Martínez de Hoz durante la última dictadura, murió ayer a los 96 años. Notorio exponente de la ideología ultra-liberal y pro-empresarial durante más de medio siglo, sobrevivió a una bomba que la Armada colocó en su casa en 1978 por cuestionar los gastos y la corrupción en la organización del Mundial de Fútbol, y a un atentado durante la contraofensiva de Montoneros en 1979. Fue acusado por sobrevivientes de participar de las torturas en la ESMA a un secuestrado sindicado por ese hecho, pero terminó absuelto. “El imputado formó parte del aparato terrorista. Y pudo acceder al campo de exterminio porque manejaba información clasificada y secreta que le permitió el libre acceso al lugar y el contacto directo con, al menos, una de las víctimas”, subrayó el Ministerio Público Fiscal al pedir su condena.

Nieto de inmigrantes suizos, hijo de un periodista antifascista, Alemann fue doctor en economía y abogado pero también periodista y propietario de Argentinisches Tageblatt, el diario escrito en alemán que su familia fundó en 1874, que condujo hasta 2020 junto a su hermano Roberto Alemann (ex ministro de Economía con Arturo Frondizi y con el dictador Leopoldo Galtieri) y donde escribió un panorama económico hasta hace un año. El periódico expresó su pésame a la familia e informó sobre la ceremonia de despedida en el cementerio de la Chacarita.


La carrera pública de Alemann comenzó como jefe de asesores del Ministerio de Economía del gobierno de José María Guido (1962-1963). Durante la dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1970) fue asesor del Ministerio de Seguridad Social y presidió el Banco Hipotecario Nacional. Volvió al gabinete económico tras el golpe de Estado de Videla, Massera & Cía en 1976, como secretario de Hacienda durante un lustro.

Referente de la ortodoxia económica junto con su hermano Roberto, Martínez de Hoz y Álvaro Alsogaray, entre otros, Alemann cuestionó desde siempre toda intervención estatal en materia económica y social, así como el poder alcanzado por los sindicatos. Como alto funcionario del equipo económico de la última dictadura, se quejaba inclusive por algunos límites impuestos por los militares, como no avanzar con las privatizaciones que retomaría el menemato en los ’90.

En 1978 cuestionó públicamente el “exceso de gastos” para el Mundial, que calculó en 700 millones de dólares, y en una carta en La Nación llegó a hablar de “dilapidación lisa y llana” de fondos públicos. A las 20.20 del 21 de junio de 1978, cuando Leopoldo Luque anotó el cuarto gol contra Perú, que aseguraba el paso de la selección a la final, una bomba estalló frente a su casa del barrio porteño de Belgrano. Nadie reivindicó el atentado pero Alemann nunca dudó que llevaba el sello de Massera.

Ese mismo año la dictadura forzó la venta de Papel Prensa a los diarios Clarín, La Nación y La Razón, y el Ministerio de Economía –contrariando su prédica– aumentó el arancel a la importación de papel de diario en perjuicio de todas las publicaciones que no participaban de la empresa, que pagarían más caro su principal insumo. Alemann criticó las exigencias proteccionistas de los diarios de mayor tirada. “Con ese estilo yo también hago buenos negocios, todos haríamos buenos negocios”, dijo. Papel Prensa lo apercibió desde una solicitada y el funcionario rectificó su posición pública, al parecer por orden de Martínez de Hoz.

El 7 de noviembre de 1979 un comando montonero disparó contra el Torino que transportaba a Alemann al ministerio, pero tanto el funcionario como su chofer y su custodio resultaron ilesos. Meses después fue visto por secuestrados en el interior de la ESMA. “Había mucho movimiento y el guardia me dijo que me encerrara en el laboratorio y no saliera. Al rato salí para ir al comedor y al cruzar el pasillo lo veo a Alemann entrando en ‘La Huevera’ en medio de los represores”, recordó Carlos Lorkipanidse. Agregó que le hicieron ver a dos cautivos “encapuchados y con los pies engrillados, porque el grupo de tareas quería fanfarronear que había capturado a sus atacantes”. El juez Sergio Torres lo procesó como partícipe de los tormentos a Orlando Antonio Ruiz, a quien Alemann le exigía “que le efectuara una descripción y le suministrara la totalidad de los datos que pudiera tener respecto del atentado del que habría sido víctima”. Ruiz, que había sido secuestrado con su esposa embarazada y dos pequeños hijos, permanece desaparecido.

Los fiscales Mercedes Soiza Reilly y Guillermo Friele, que pidieron una pena de diez años de prisión para el exfuncionario de Videla, destacaron durante alegato que “resulta incomprensible cómo ciertos operadores judiciales intentan separar al poder civil-económico del poder militar que a partir del golpe de Estado se había instalado en nuestro país. Como si fueran dos compartimentos estancos que nada tuvieran que ver el uno con el otro. El rol que tuvo el Ministerio de Economía –el que estaba integrado por Secretarías, como la de Hacienda– permitió que el engranaje represivo funcione dentro del plan sistemático de represión”.

En 1982, tras la muerte de su padre, pasó a dirigir el Argentinisches Tageblatt. Desde 1992 hasta su quiebra en 2000 estuvo al frente de La Razón, desde donde apoyó el desguace del Estado que por estos días intenta retomar Javier Milei. Desde el lunes pasado estaba internado en el Hospital Alemán.

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