El lugar común dice que los cadáveres hablan y es verdad, pero sólo lo hacen con especialistas entrenados para escucharlos, los médicos forenses. José Speranza es médico cirujano y legista forense. En los últimos tiempos intervino en varios casos resonantes, como el del fiscal Alberto Nisman o de Claudia Schaefer, la mujer del empresario Fernando Farré, condenado por femicidio, y este diario lo consultó para saber qué se puede esperar de la autopsia del cuerpo hallado en el río Chubut.

–¿Cómo es el proceso que enfrenta un cuerpo durante la autopsia? 

–En primer lugar estarán el técnico eviscerador, el médico legista (forense cuando tiene cargo policial), el radiólogo, el fotógrafo y en algunos casos, como éste, una persona que filma. Puede haber delegados técnicos si el fiscal lo solicita, y en ese caso el cadáver es refrigerado en la morgue hasta la llegada de los delegados. La filmación, la fotografía y unas planillas preimpresas, que se rellenan durante el procedimiento, son las formas de documentar la autopsia para el expediente legal.

–¿Qué se asienta en las planillas?

–En los impresos hay espacios donde se vuelca los que se registra durante el procedimiento, como lesiones, tatuajes, marcas o cicatrices; y otros casilleros de verificación donde se tilda: color de ojos, tipo de nariz, de oreja, corte de barba o bigote, si los hay.

–¿Cómo sigue el proceso?

–El primer examen es visual, externo. Hay distintos protocolos, en algunos el cadáver llega con las prendas, y en otros desnudo, con la ropa en bolsas especiales. Si llega con las prendas, como tengo entendido es este caso, se hace la extracción de las mismas por los lugares de costura y se la coloca en bolsas destinadas a tal fin, que luego son enviadas para el análisis de rastros. Luego se procede a la observación del cadáver. Durante este estudio se describen las lesiones, cuando hay; los tatuajes, el tipo y color, y si tiene cicatrices o cualquier otro signo visible. Se detalla de forma muy minuciosa y se deja constancia en el acta.

Después se constatan los signos cadavéricos, uno de ellos son las livideces, los cambios de coloración en función del lugar donde estuvo el cuerpo apoyado.

–¿Qué indican esas marcas?

–Una vez que deja de funcionar el corazón, la sangre queda sometida a la acción de la gravedad. Si un cadáver estuvo colgado, por ejemplo, las livideces aparecen en los miembros inferiores y tiene mucha importancia porque permite determinar si un cadáver empezó en una posición y lo cambiaron de lugar. El otro signo cadavérico es la temperatura del cuerpo,  y sabiendo la temperatura de la morgue y la del lugar del hecho permite inferir cuánto pasó desde que falleció al momento de la autopsia. El otro dato es la rigidez: dos o tres horas el cuerpo permanece flácido, después de tres o cuatro horas comienza a ponerse rígido. Este es un proceso céfalo-caudal, empieza en la cabeza y termina en los pies, 24 o 36 horas, después desaparece la rigidez, de la misma forma, y empieza el proceso de  putrefacción. Se analiza la putrefacción y con todo el examen completo, con la talla y el peso, se procede a hacer las incisiones de la necropsia, en forma de Y, de los hombros al medio del pecho y después se baja hasta el vello púbico. Se procede a rebatir el cuero cabelludo hacia adelante y se realiza la apertura del cráneo.

–¿En este caso concreto, qué se puede esperar de un cuerpo que, en teoría, habría estado 78 días en el agua?

–Lo primero que hay que analizar es el medio ambiente. En estos 78 días, en una zona con temperaturas cercanas a cero grados y el agua en esas mismas condiciones, si el cuerpo efectivamente estuvo ahí, se detienen los procesos putrefácticos. La frialdad del agua detiene el proceso, al estar en un medio líquido el organismo se infiltra del agua y hace que la grasa del cuerpo se vuelva como un jabón, ese estado se llama adipocira. Se conserva en ese estado, que es un buen estado, dentro de lo que uno pude pensar, para realizar una autopsia. Los cuerpos cuando se hunden en el agua de un río realizan lo que se denomina carreteo, cuando el cadáver va rozando con el lecho del río y golpeando con distintos objetos que lo van lastimando. Las prendas también pueden no estar degradadas porque el agua a esa temperatura no tiene efecto tan degradativo. Hay que verificar si la composición química del agua, las diatomeas, es decir los elementos planctónicos que son propios de cada lugar, coinciden con los que tiene el cadáver. A veces pasa que en una distancia de 300 o 400 metros hay otro régimen de diatomea.

–¿De la información que escuchó, hay algo que le haga ruido o le genere alguna sospecha?

–Lo que me hace ruido es que se dice que se encontró el cuerpo río arriba, arriba, físicamente es imposible que esto ocurra. Un cuerpo que vaya contra la corriente no sería lógico. Metros más o metros menos tiene cierta lógica, pero un cadáver solo no migra. Ahora bien, puede pasar también que al cambiar la temperatura del río, al aumentar, el cuerpo que estaba en el fondo del agua haya empezado a descomponerse y flotar. Cuando un cuerpo se llena de aire flota dos, tres o cinco días, hasta que se rompe el intestino y expulsa los gases, y después vuelve a sumergirse. Es una explicación científica pero que no se si aplica en este caso, cuando ya habían rastrillado la zona.

–¿Se podrá determinar la causa de muerte?

–Las causas por lesiones traumáticas no son difíciles de determinar. Donde hay que hilar más fino es para saber si fueron vitales o posmortem.

–¿La identificación puede llevar mucho más tiempo?

–Depende del método que se utilice. Si la piel de la mano está desprendida y los dedos con tintes rojizos, hay formas para sacar el líquido o para hidratar e intentar tomar la huella digital. Si tiene los pies recubiertos por el calzado se pude recurrir a la huella plantar que está registrada en la partida de nacimiento de cada uno de nosotros. Si no alcanza, el registro de ADN es el camino, y esto puede demorar entre una semana y diez días.