Las asombrosas escenas de judíos ortodoxos peleándose ferozmente con policías de la ciudad de Nueva York, sumado a la existencia de un túnel secreto, pusieron en marcha una larga serie de historias e interpretaciones, algunas de ellas manifiestamente antisemitas. Para agregar condimentos, la sinagoga en cuestión está referenciada con el rabino Menachem Mendel Schneerson, cuya tumba fue a visitar el presidente Javier Milei en diciembre pasado. El trasfondo de la pelea es una interna en esa sinagoga que maneja el movimiento ortodoxo Jabad Lubavitch, de fuerte presencia también en la Argentina

Frente al “oficialismo” de la sinagoga conocida como la 770 apareció una “oposición” aún más ortodoxa y que afirma que el rabino Schneerson no murió (en 1994), sino que es el Mesías que el pueblo judío espera. Ese grupo construyó un túnel o renovó un viejo túnel para llegar a la sinagoga y el “oficialismo” contrató un camión cementero para tapar el acceso. Las dos corrientes están ferozmente enfrentadas, aunque sus modelos no son muy distintos: una sociedad de hace trescientos años, con las mujeres especialmente sojuzgadas.

La interna y la policía

El grupo “mesiánico” (porque sostiene que Schneerson es el Mesías) dice que el mandato del rebbe es que hay que agrandar la sinagoga situada en el número 770 de Eastern Parkway de Brooklyn. Por eso, supuestamente, construyeron el túnel o reactivaron un viejo túnel que iba hasta unos baños rituales en un edificio a pocos metros. Además, afirman que de esa manera llegan a un muro al que le dan identidad religiosa porque Schneerson rezaba allí.

La conducción de la 770 los considera “extremistas” y litigó contra ellos judicialmente. Debió ser difícil resolver el entuerto para un magistrado o magistrada a la que le llevaron, por ejemplo, cuestiones insólitas: los mesiánicos cuestionaban la existencia de una placa en una pared en la que se homenajeaba a Schneerson, pero recordando su muerte en 1994. Obviamente los mesiánicos afirman que el rebbe no murió y exigen que se saque la placa.

Como el trámite tardaba mucho, los líderes oficialistas de la sinagoga contrataron el camión cementero. Cuando los mesiánicos vieron el camión, se metieron en la sinagoga a través del túnel para impedir que se haga un sellado. El “oficialismo” entonces llamó a la policía. Lo que siguió fue un enfrentamiento entre los mesiánicos, vestidos con sus ropas negras y sus sombreros, con los efectivos uniformados. El resultado: los policías utilizaron un spray con el que inmovilizaron a los tumultuosos y la cuestión terminó con nueve detenidos.

Las versiones antisemitas

Por supuesto que rápidamente aparecieron en la red social X una enorme cantidad de posteos, sobre todo afirmando un viejo adagio antisemita de que los judíos hacen ceremonias sacrificando niños. El túnel —en esas versiones— aparecía como un pasadizo secreto para llevar los niños secuestrados. Como es evidente, no se aportó prueba alguna, más que la existencia de un carrito de bebé, viejo, arrumbado junto a otros muebles en desuso. Nunca hubo denuncia alguna de la desaparición de un niño

Pero la oportunidad sirvió para reflotar una investigación de los años 90 de una secta, Lev Tahor, que se autodenominaban los talibanes judíos, porque obligaban a las mujeres a usar la misma vestimenta negra, de los pies hasta la cabeza, que se le vio a las mujeres de los talibanes islámicos de Afganistan. La secta se tuvo que ir mudando de Estados Unidos a Israel y luego a México, Guatemala y  Canadá. Sus líderes —el rabino se llamaba Schlomo Helbrans— pasaron años presos, pero no por sacrificar niños sino por la captación —un virtual secuestro— de adolescentes, lavándoles la cabeza. Hay causas judiciales semejantes también contra sectas de todo tipo, principalmente evangelistas.

Pero ni el túnel ni la sinagoga ni los mesiánicos tienen relación alguna con aquella secta ni propugnan ningún tipo de sacrificio. Es un artilugio antisemita.

La carpa blanca

Las autoridades de Nueva York, mientras tanto, resolvieron clausurar preventivamente la sinagoga. Tal vez para mediar en una especie de tregua. El argumento es que “se está analizando la situación estructural del edificio”, es decir si hay peligro de derrumbe en el templo o en el túnel. Tal vez el juez o la jueza quieran saber más del conflicto.

Los asistentes habituales a la 770 resolvieron entonces armar una carpa blanca en la puerta y el rezo diario se realiza allí.

Los rabinos progresistas miran el choque estupefactos: “Nos toca padecer en el siglo XXI un conflicto que tiene las herramientas conceptuales del siglo XVIII”, razonó uno de los referentes ante una consulta de Página/12.

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