Entre tantos mundos infinitos que existen en el imaginario colectivo, hay uno donde el drama es exacerbado, la acción es bombástica y las disputas familiares se resuelven a través de conflictos internacionales. No, no Rápido y Furioso. Se trata de Tekken, la épica saga de fichines de pelea nipona que estrena la octava entrada en su historia.

El trampolín para el festival anabólico y anfetoso que presenta Tekken 8 puede resumirse como una desafortunada serie de parricidios, que ponen en marcha un torneo de artes marciales para definir no sólo el destino de una familia, sino el del mundo como lo conocemos.

Esta simple premisa -algunos dirán tonta- es más que suficiente para que Tekken 8 lleve a viejos conocidos y nuevos por conocer a un travesía internacional de piñas, patadas, explosiones y familia.

► Deporte y destino

El telón de Tekken 8 se levanta nada más se inicia su modo historia, con una experiencia cinematográfica que actúa de hilo narrativo e introduce las diferentes instancias de peleas 1vs1 que hicieron famosa a la franquicia. El apartado gráfico brilla a través del Unreal Engine 5, que habilita transiciones elegantes entre cinemáticas y secciones de pelea.

La narrativa es veloz y no deja tiempo para contemplaciones, ya que al mejor estilo shonen establece un statu quo mortal: para determinar el destino del mundo y trazar la línea final entre fuertes y débiles se llevará a cabo una nueva edición del torneo Rey del Puño de Acero (Tekken).

Pero esta nueva entrada no sólo trata de avanzar la historia de las familias Mishima y Kazuya, ni tampoco de estrenar la franquicia en un nuevo motor gráfico. La verdadera misión es aggiornar el "deporte" que constituye y llevarlo a nuevas fronteras de entretenimiento.

A diferencia de algunos de sus competidores, como Mortal Kombat o Street Fighter -ambos originados en salas de arcade-, Tekken busca ser un juego dónde el combate es un deporte. Lo reafirma a través del aspecto de sus menúes, de la música y de la pantalla de selección de personajes. Es más parecido a un NBA 2K o un FIFA / EA Sports FC que a alguno de sus medio hermanos.

Para Tekken 8, el entretenimiento viene no sólo del combate espectacular, que reemplaza sangre y huesos rotos con coloridas explosiones al mejor estilo animé, sino también de los sistemas que hacen a sus encuentros veloces e implacables.

En esta nueva versión regresan los clásicos combos, contras y voleas aéreas junto con el famoso rage, estado que hace más peligroso al jugador cuando menos vida le queda. Pero también se suma una nueva capa de complejidad y agresividad: la mecánica heat, que permite hacer más daño y hasta recuperar vida propinando ataques sin parar durante unos segundos.

Este combinado crea una mezcla de velocidad, vértigo, estrategia e intriga para construir combates que pasan de miradas distantes a aproximaciones furtivas, para culminar en violentos intercambios en los que el ojo entrenado puede encontrar táctica, pericia y viveza. La fórmula ajusta tornillos, destila nuevas formas de canalizar agresión y momentum para crear tensión y fanfarria.

► Todos se llevan su trompada

Sin embargo, hay una realidad que atraviesa todo este hermoso entramado mecánico: los juegos de pelea son un nicho que más allá del tamaño de la marca tienen una barra de entrada muy alta. Es fácil quedar fascinado por la velocidad, las 16 arenas de combate y los 32 anabolizados luchadores que parecen sacados de las páginas de Jojo's Bizarre Adventure o Hokuto no Ken; pero también es extremadamente sencillo entrar a una partida online para ser revoleado sin parar de lado a lado, víctima de combos complejos y tempos impredecibles.

La respuesta a esta situación se llama "special style", una versión simplificada de los controles (que aún retienen sus raíces de salón arcade) que permite a cualquier novato disfrutar del tempura de piñas sin pagar el elevado costo de admisión. Con sólo tocar un botón es posible manejar a cualquier personaje con sencillos comandos que involucran un botón más una dirección. Esta opción de accesibilidad permite a quienes decidieron entrar al mundo de Tekken jugar mano a mano con veteranos y no preocuparse por memorizar comandos y movimientos elaborados.

El remate de este combo eficiente de lucha, drama y pasión lo propinan las experiencias adicionales que engrosan la propuesta de Tekken 8. Luego de 26 años de ausencia regresa el Tekken Ball, una propuesta ridícula que combina el sistema de combate con el vóley playero. El modo de juego es extremadamente simple y provee un "combate" distendido que no tarda en generar risas y carcajadas al jugarlo.

Pero Billy Mays diría "espera, aún hay más", ya que además del modo historia hay una campaña llamada Arcade Quest, que propone un viaje en el tiempo al ecosistema que forjó al hobby y a sus campeones: las salas de fichines.

Controlando un avatar personalizado, los jugadores participan de una historia que los lleva de principiantes a profesionales, recreando esas amistades que se forjan viciando con camaradas. Esto incluye tutoriales y oportunidades para practicar con todos los peleadores disponibles, haciendo del Arcade Quest una forma excelente de iniciarse en los distintos matices del combate y poder disfrutar de unos buenos tekkenazos.


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