En las brumosas costas de la isla Borgoy, en el año 1830, nació el pintor noruego Lars Hertervig en el seno de una familia cuáquera marcada por la pobreza. Sus padres tenían una pequeña granja en el corazón de Hattarvagen, en las montañas del lado oeste de la isla. Se piensa que el apellido Hertervig deriva de Hattarvag, como se llama la bahía del noroeste de Borgoy. Sin embargo, el destino de Lars cambia en 1852 al emprender un viaje inesperado, un viaje al mundo del arte.

Bajo la guía de su mentor Hans Gude, Lars ingresa a la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, y estudia en la prestigiosa escuela de pintura donde comenzará a dar un nuevo rumbo a su vida artística, que a partir de un oscuro incidente ocurrido en 1854 y que involucró a sus compañeros de estudio se verá tristemente interrumpida. Un colapso mental lo lleva de vuelta a su hogar cercano a Stavanger. Esta podría ser una de las razones por las cuales el talento de Hertervig alcanzó un reconocimiento póstumo, en particular en la Exposición del Jubileo de 1914 en Kristiania.

La vida de este paisajista del siglo XIX, un exponente de la pintura noruega y muy poco conocido en nuestro país, y su lucha contra la melancolía y la enfermedad mental ocupa la trama central de la novela Melancolía de Jon Fosse, el reciente Premio Nobel de Literatura, que nació en Haugesund, Rogaland, y estudió en la Universidad de Bergen, donde obtuvo un grado de maestría en literatura general. A lo largo de su vida, Fosse se ha desempeñado como periodista, consultor literario y profesor en la Academia de Escritura de Hordaland. Conocido como "el nuevo Henrik Ibsen" es el primer escritor nynorsk -una lengua oficial, pero menos utilizada en la ficción- en recibir el Nobel y el cuarto noruego en lograrlo. El galardón que otorga la academia sueca es causa inmediata de la aparición en las librerías argentinas de cuatro novelas del escritor, entre la que se encuentran Trilogía, Septología y Blancura, además de la referida. Esta novela fue publicada originalmente en 1995 y 1996 en dos volúmenes escritos en nynorsk y luego compilada en un solo tomo en la traducción danesa de 2003. Melancolía se divide en cuatro partes y como cada una ocurre en un solo día que se narra desde perspectivas diferentes podría leerse como cuatro novelas cortas que se conectan temáticamente pero traen apuestas singulares de registro y formas.

La primera parte se detiene en la juventud del pintor Hertervig en Düsseldorf, donde estudia pintura en la academia de arte. El hombre se enamora de Helene, la hija de su casera, una niña de quince años, lo que desencadena una serie de eventos que llevan a su expulsión de la casa y, eventualmente, a un colapso mental. Este estado alterado se materializa mediante una escritura plagada de repeticiones y círculos de pensamientos, que recuerdan a Thomas Bernhard, o en nuestra literatura, a algunas novelas de Andrés Rivera, sobre todo La revolución es un sueño eterno.

La segunda parte de Melancolía es la historia del pintor en el asilo para enfermos mentales de Gaustad, donde se le prohíbe pintar. Aquí, el protagonista enfrenta sus propios demonios y lucha contra la prohibición de su forma de expresión artística. El uso de la primera persona acompaña la manifestación de la locura del personaje en pensamientos oscuros y en el deseo incontrolable de pintar pese a toda restricción. La escritura no cesa y da cada vez más círculos, repitiendo y conjurando a la vez las mismas palabras y frases. En este capítulo, Hertervig intenta creer firmemente en su propia genialidad como pintor pero, al mismo tiempo, vive atormentado por un profundo complejo de inferioridad.

El protagonista tiene pánico de tener que enfrentar un juicio por pedofilia. El tío de Helene se ha enterado de la relación y lo echa de la casa. Luego, Hertervig va a la taberna y se encuentra con otros pintores del estudio ("los pintores que no pueden pintar"), con quienes evita cruzarse. En estos bucles narrativos se desarrolla toda la acción de los dos primeros capítulos.

La tercera parte sucede en la época contemporánea, en 1991, donde Vidme, un escritor, reflexiona sobre la experiencia de ver una pintura de Hertervig en la Galería Nacional de Oslo. Vidme experimenta una impresión que se niega a llamar un destello de lo divino, sin embargo, en su confusión religiosa, busca a un sacerdote. Es posible interpretar al escritor como un alter ego del autor y de esta forma entender la motivación para que Fosse escriba la novela. Esta tercera parte es en sí una novela poderosa, que difiere en muchos puntos a los capítulos anteriores.

La cuarta parte, que en el original era el libro “Melancolía II”, está narrada desde el punto de vista de una hermana ficticia de Hertervig. La historia transcurre el último día de la vida de la anciana Oline en 1902, año de la muerte del protagonista.

Oline se tambalea con los pies doloridos por una empinada cuesta que va desde un lugar de pesca hasta su pequeña casa. Lleva un pescado. Sus pensamientos también giran en torno a lo mismo: los pies doloridos, el deseo de hacer una pausa, de ir al baño, la sospecha de que se ha orinado y la desesperación por evitar defecar. Se encuentra con una cuñada que vive en la calle, esposa de otro hermano, no de Lars, quien ya ha fallecido ese mismo día. El pensamiento se retuerce -la escritura también- mientras una vecina pasa y un gato se lleva el pescado.

Con algunas analepsis, Oline también tiene destellos de recuerdos de su infancia en Stavanger y en este camino se va recuperando la infancia del protagonista y su relación con el colapso mental como adulto.

La novela Melancolía despierta muchas preguntas y permite diferentes lecturas y recepciones. Por supuesto que las marcas de la crianza de su autor en una familia de tradición cuáquera y pietista replican en las perspectivas espirituales del protagonista. Claro que la novela puede también interpretarse a la luz de la transformación espiritual que Fosse experimentó en 2012, cuando se convirtió al catolicismo, abandonando su ateísmo previo. Además, su enfrentamiento con el consumo problemático de alcohol, abordado a través de un proceso de rehabilitación, puede añadir capas de comprensión a la exploración del descenso a la melancolía. Pero, sin dudas, la fuerza de la mente de una anciana que advierte que es algo más que un cuerpo cansado y la sombría historia con el pescado, por tomar dos ejemplos clave de una construcción ficcional original y contundente, justifican en sí mismos no sólo la premiación del escritor sino sobre todo la difusión y promoción de una literatura que de otra forma demoraría o incluso se vería imposibilitada de llegar en los circuitos culturales del sur.