Venía de votar, caminando despacio, por Palermo, vestida de negro, como fuimos muchos. Atrás de mí, venían una mujer grande, y su hijo. Venían de votar a Carrió. Ella refunfuñaba:

–No me gustó lo que dijo sobre el chico ése. No me gusta muchas veces Carrió. Es bruta.

–Bueno. Pero uno vota un proyecto.

–Ya lo sé, querido…

–Ella se equivoca, pero es leal. 

–Sí, tienen problemas de comunicación. Eso lo van a tener que mejorar... De todos modos, yo soy fiel a mis principios. 

 Aceleré la marcha, empujada por una implosión de angustia. “Problemas de comunicación”;  “Uno vota a un proyecto”; “Soy fiel a mis principios”. Me pregunté por los principios de quien habían elegido. ¿Cuáles son? ¿Alguien sabe? No es irónico. Ya no me digan “la república”. Ya no vale. Me impresionó caminar justo delante de gente que venía bancando este proyecto. Este. 

Ayer no hubo la alegría cívica de otras elecciones. Hubo mucho silencio, quizá a conciencia extendida de que la tensión es tan grande que una mínima chispa puede desatar el fuego, y eso implica tanto a ciudadanos opositores frente a fuerzas de seguridad, como a los ciudadanos entre sí. Hay un clima anímico que puede tajearse con una uña, pero así y todo, ese silencio recíproco  nos habla de que estamos todavía, unos y otros, preservándonos. 

A la sensación de angustia que llevaba puesta y siguió profundizándose a lo largo del día, leyendo cómo a través de diversos retazos (un tweet de Silvia Mercado diciendo que después de todo Santiago estaba “cortando una ruta, algo ilegal”, el diputado rionegrino Sergio Wisky declarando “parece que los mapuches hicieron abandono de persona”, muchas notas en diarios hegemónicos señalando de diversas maneras que, como firmó Martín Dinatale en La Nación,  Macri ya se sacó de encima el problema Maldonado mientras Cristina conserva sobre sus espaldas el caso López –punto de vista en el que confluyen muchos militantes y periodistas de izquierda–), permite avizorar la indignación y la impotencia que se avecina en los próximos días, más allá de un resultado que, tal como fueron gestadas las diversas propuestas, incluida Unidad Ciudadana, está lejos de ser la unidad superadora necesaria para rechazar “este proyecto”. Los que debiéramos estar juntos por intereses, convicciones al menos confesadas, procedencia histórica, no alcanzamos la madurez de unir nuestras potencias políticas, culturales y simbólicas, que en esta etapa exigen disolver esas costras que nos siguen dividiendo; estamos muy lejos no sólo de entendernos, sino de generar lo mínimo para un diálogo, y es que una parte no acuse a la otra de criminal.

Estoy escuchando lo que pasó en Mar del Plata. La detención de dos candidatos del FIT en uno de sus locales. La violencia. El avasallamiento. La escucho a Myriam Bregman denunciarlo. No coincido muchas veces con ella, pero eso qué importa. Es indignante lo que han hecho en Mar del Plata. Es una demostración de que Cambiemos no viene con una estrategia a largo plazo sino picando, a asaltar las instituciones y desmantelarlas, a mandar a la luna o la cárcel o al río a los opositores, y salvo un ínfimo núcleo cercano al poder, todos, todas, sin salvedades, sin excepciones, seremos víctimas de sus políticas. 

La señora que viene caminando detrás de mí y que vota bajo protesta familiar a Carrió, también será una víctima aunque a ella nunca la detendrán ni le prohibirán trabajar ni le allanarán la casa, aunque su hijo jamás sea interceptado por balazos de goma o de plomo policiales, aunque esté viviendo su luna de miel de lebacs, ella también será una víctima, porque seguir el derrotero mental que exige apoyar a Macri implica, ya necesariamente, degradarse.

No creo que quienes “lamentan” el asesinato de Santiago Maldonado pero con sus añadidos revelan que no lo lamentan nada, crean en lo que dicen. No creo que los periodistas de Clarín y La Nación crean sus propias mentiras. Tampoco me parece que los que quieren que Cristina vaya presa por traición a la patria crean que ella traicionó a la patria: saben que es un modo de sacársela de encima. Por más que lo lean en casi todos los diarios, lo escuchen en casi todas las radios y lo miren por televisión, tengo el pálpito muy poco académico de que toda esa gente sabe, como sabían los que callaban en la dictadura, que son encubridores de cosas detestables pero necesitan un “relato”, palabra que usó Carrió en su campaña y que por su sola inclusión revela la necesidad de recordar el origen del triunfo del PRO en las últimas presidenciales: el bienestar era una ilusión, un cuento. La realidad es ésta, dicen, y el PRO tiene los cojones para decir la verdad, mientras que el kirchnerismo mentía permitiendo que la clase trabajadora comiera carne o que sus hijos tomaran leche o recibieran educación superior gratuita.

Hay un desdoblamiento en millones de personas que en estos días se irritaron mucho con Santiago Maldonado y su familia. Se irritaron porque esa gente desdoblada, degradada, insensibilizada ante aberraciones y abyecciones que no justifica ningún punto de vista político, percibió que la realidad acecha. Es la realidad la que los acecha. No un relato.

Hoy son ellos, ganen o pierdan, los que necesitan desesperadamente un relato que los dispense de lo que son en realidad. La señora que caminaba detrás de mí lo dijo: tienen problemas de comunicación. En este caso significa que deben mentir de un modo más verosímil. La angustia que sobrevoló este día fue la del luto, pero no sólo por Santiago. La angustia es por la pérdida de un piso común de respeto a la vida y a la libertad que creíamos consensuado, y que el PRO ha roto. Me enferma que a Santiago Clarín le diga “el tatuador”, y esa señora “el chico ése”. La angustia es tener compatriotas que vuelven a encontrarle justificación a lo injustificable, y a envilecerse hasta lo indecible porque el paso ya fue dado: entre encubrir un negociado y encubrir asesinatos hay un salto hacia el abismo que no tiene solución. 

Les quedan los aparatos mediáticos y sus mercenarios, les quedan jueces y fiscales, les queda la Corte, les queda la opinión pública colonizada, les queda la pauta, les queda el apoyo de servicios de inteligencia extranjeros, les queda muchísimo. Lo que se les opone y se les opondrá siempre es la realidad. Y lo real, sin hacer la cita que todos conocemos, tarde o temprano sale por las alcantarillas.