El Gobierno del presidente Mauricio Macri obtuvo un rotundo triunfo en las elecciones de ayer, sea cual fuera el ángulo por donde se lo mire. Mejoró el buen porcentaje total nacional de votos conseguidos en las Primarias Abiertas (PASO). Se impuso en más provincias que entonces. Amplió la dotación de diputados y senadores nacionales. Ratificó que es la única fuerza implantada en todos las provincias en las que salió primero o segundo. Se impuso en las cinco con padrones más nutridos: Buenos Aires, Ciudad Autónoma, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, una performance cuyo precedente anterior lo produjo el alfonsinismo, en 1985. Y redondeó el festejo con la victoria del ex ministro Esteban Bullrich sobre la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en Buenos Aires.

Cambiemos mantendrá la condición de primera minoría en la Cámara Baja, sin quórum propio pero aumentando el número de bancas. En Senadores puede llegar a ser primera minoría si se divide el peronismo, que dominaba la Cámara desde hace muchos años. La hipótesis es más que factible. Este aspecto y muchos otros que se insinúan en esta columna se abordan con más detalle en otras notas de esta edición.

El oficialismo revalida su legitimidad en las urnas, para comenzar la segunda mitad del mandato presidencial. 

Las PASO embellecen al ganador, quienes gobiernan siempre tienen más recursos que sus adversarios para acometer un segundo comicio dos meses después. Son ventajas que se pueden aprovechar o desperdiciar.  Cambiemos capitalizó la pole position y la ventaja de gestionar. Es una máquina de hacer campañas y fue unido, ante la fragmentada oposición, que le facilitó un factor adicional a la primacía vigente desde 2015.


Menos que en las PASO: El kirchnerismo cedió terreno desde las PASO. El retroceso más grave se produjo en Buenos Aires, por su clásica gravitación y porque fue superada Cristina Kirchner quien sufrió su primera derrota en comicios nacionales. 

El kirchnerismo acumula así su tercera caída en “la Provincia” con candidatos diversos y, esta vez, con su as de espadas. Las causas pueden ser múltiples, seguramente una de las primeras es no haber elaborado autocríticamente la seguidilla de derrotas (estando en la Casa Rosada o fuera de ella). La relación con los votantes, la dificultad para trascender un techo que no llega al 40 por ciento. Incluso los cambios sucedidos desde 2003, incluyendo muchos muy positivos que generan ascensos sociales, cambios en la estructura de clase y en los imaginarios, demandas o reivindicaciones, exigencias mayores.

La mínima ventaja de agosto obtenida en Santa Fe por el ex diputado Agustín Rossi se trastocó en traspié al quedar segundo a larga distancia de Cambiemos.  

Cristina y el “Chivo” Rossi volverán a las Cámaras donde descollaron y han de ser, todo lo indica, pilares de la oposición parlamentaria por peso específico y convicciones. 

CFK reconoció la derrota a las once y media de la noche y enunció que Unidad Ciudadana llegó para quedarse y constituirse en la “base y no la totalidad de la alternativa a construirse”. Es un objetivo imprescindible e irrenunciable que hoy parece esquivo, dadas las divisiones del espectro opositor y del peronismo en particular.

Entre los gobernadores aliados del kirchnerismo, el batacazo le cupo al sanluiseño Alberto Rodríguez Saá cuyo partido dio vuelta una goleada en las PASO y se adjudicó dos bancas en el Senado. El formoseño Gildo Insfrán goleó de nuevo mientras la santacruceña Alicia Kirchner volvió a ser batida. 

El kirchnerismo punteó en Tierra del Fuego, quedó muy parejo aunque tercero en Chubut, salió segundo en Salta adjudicándose un diputado. Formó parte del frente peronista que, en notable desempeño, rasguñó la mitad de los votos en Río Negro.

La inserción territorial K es salteada, queda como segunda fuerza adicionando sus votos pero, parafraseando a Cristina, está lejos de bastar.


Pan peronismos variados: Entre los gobernadores peronistas que revalidaron de locales, resaltó el tucumano Juan Manzur porque dicha provincia es la mayor comandada por un justicialista y por el margen del resultado. Como pasa en muchas otras, los cuatro diputados se dividieron en paridad con sus rivales vencidos. Contribuyó a ello la cosecha impactante de Ricardo Bussi (Fuerza Republicana) que le quitó votos al peronismo. El hijo del represor que consiguió gobernar en democracia se alzó con más del 15 por ciento del padrón, que no le valieron una banca aunque constituyen un dato preocupante y una señal de alerta.

El cetro para el “goberna” pejotista más vapuleado lo disputaron el cordobés Juan Schiaretti y el salteño Juan Manuel Urtubey. Tal vez éste quede arriba del podio porque venía de imponerse y hasta fantaseaba con lanzarse hoy como pre candidato a presidente. Se almorzó la cena que le habrá caído mal.

Schiaretti rodaba cuesta abajo y le cupo presenciar como Héctor Baldassi, el primer candidato a diputado de Cambiemos, copara más del 48 por ciento de los votos. Con la CABA y Buenos Aires son los resultados más potentes logrados por el oficialismo nacional.

El pampeano Carlos Verna “recuperó” por un pelito su provincia, tras haber sido sorprendido por la ola amarilla en agosto. Lo mismo consiguió el chubutense Mario Das Neves. Suerte inversa le cupo al chaqueño Domingo Peppo y al PJ riojano. El ex presidente Carlos Menem se mantendrá como senador, entrando por la minoría.

La fueguina Rosana Bertone quedó tercera como en agosto.

En una lectura conjunta, la performance de los peronistas no kirchneristas fue más floja que en las PASO. Quedaron muy pocos bien parados como para “hacerse pie” de una convocatoria a la renovación y cierta reunificación tan necesarias cuan dificultosas.

El justicialismo es un archipiélago con pocos puentes que lo conectan, muy contados ganadores. Entre los vencidos descuellan Schiaretti y Urtubey, los más transigentes respecto del macrismo, los filo amarillos.


Los terceros en discordia: Hubo, en promedio y con variantes locales, alta polarización. A las terceras fuerzas, de cualquier pelaje, les costó mucho hacer pie. Echamos un vistazo panorámico que deberá ahondarse en notas futuras.

El socialismo que gobierna Santa Fe no llegó al 15 por ciento, a la vera de Cambiemos y del peronismo. Otro caso de complacencia con el oficialismo mal recibida por los votantes y, en general, mal retribuida por el macrismo.

El Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) es la tercera fuerza nacional, por la cantidad de distritos en que participa. Con datos provisorios, cosecha dos diputados en Buenos Aires, está peleando una en Jujuy donde consiguió una excelente votación, cuyas causas deberán analizarse en los próximos días. En la CABA se quedó en la puerta de sumar uno más.

El añejo sello del Partido Intransigente reaparecerá en la Cámara Baja, con un representante llegado de Mendoza, aportando a la valiosa policromía del cuerpo.

Sergio Massa y Florencio Randazzo pusieron buena cara y despotricaron especialmente contra Cristina, más que contra Macri.

No tienen motivos para sonreír, sumaron entrambos mucho menos de la mitad de los votos de Unidad Ciudadana. Randazzo quedó quinto, una posición incómoda para proponer liderazgos en cualquier partido del planeta.

Martín Lousteau no pudo coronarse de laureles como en 2015. Demasiados vaivenes lo decoloraron y ser un muleto de un oficialismo exitoso no imanta adhesiones.


Derechos, reglas, desafíos: La jornada transcurrió tranquilamente, la participación resultó más elevada que en las PASO, como es usual: frisó un satisfactorio ochenta por ciento del padrón. 

Los incidentes, que se comentan aparte, fueron escasos para una votación en casi 100.000 mesas.

El macrismo gana peso institucional, se revalida, es el mejor colocado en larga carrera hacia las presidenciales de 2019. La victoria, en democracia, da derechos… pero no convalida las violaciones a las leyes o a la Constitución. 

El Gobierno dispone, por definición, de mayor iniciativa que sus rivales. Confundir eso con un cheque en blanco o un aval absoluto es una clásica tentación de los vencedores. Ya se escucha a quienes traducen el veredicto popular en la nación como un aval a la mano dura contra las manifestaciones callejeras. O al éxito de la diputada Elisa Carrió en la CABA como una validación del desprecio a los familiares de Santiago Maldonado y, por extensión, al avasallamiento de los derechos humanos. No es así y será responsabilidad de sus adversarios ponerle coto, superando faccionalismos.

También, opina quien esto firma, recapacitar sobre la diferencia entre las distintas expresiones de oposición social y los partidos políticos. La participación ciudadana, la acción directa (básicamente en clave de bloqueo o de protesta) fue, desde diciembre de 2015, más eficaz que “la política”. La pluralidad, el pluri partidismo o la aptitud para sumar personas no politizadas fue una de las claves. 

De nuevo, la oposición diezmada fue funcional o hasta imprescindible, sin quererlo, al resultado de ayer. Reconstituirse es uno de sus desafíos esenciales ante un oficialismo, que lícitamente fortalecido, puede sosegar sus arrebatos autoritarios o proscriptivos o suponerse habilitado para redoblarlos. Sus oponentes cargan, entre otras, con la responsabilidad de representar cabalmente a la mayoría numérica (ni unida ni uniforme) que no acompañó ayer el gobierno.

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