Las empresas de demolición y excavación, una rama muy específica y especializada de la construcción, se encuentran en situación crítica y tendrían que cerrar en uno o dos meses si no se modifica el panorama general. Mientras hacen cuentas para los meses por venir, empiezan a levantar la voz y responsabilizan al gobierno actual.
“Hasta fines de noviembre había problemas, pero se trabajaba y los números cerraban. Cuando nos reunimos con Sergio Massa, durante la campaña, nuestra preocupación mayor era la dificultad para importar insumos o repuestos. Hoy, aunque eliminaron el SIRA, ese problema sigue y aparecieron otros mucho más graves”, cuenta Miguel Hale, el titular de Hale Vial, la empresa afincada en el partido bonaerense de San Martín.
Hale es el presidente de la Cámara Argentina de Empresas de Demolición y Excavación (CAEDE), adherida a la Confederación General Económica de la República Argentina (CGERA), que encabeza Marcelo Fernández. La CAEDE nuclea a 200 empresas del rubro, con un promedio de 100 empleados cada una, de las cuales alrededor de la mitad es bonaerense.
“Casi cualquier obra, pública o privada, empieza con una demolición, una excavación o ambas. Como requerimos autorizaciones oficiales y además nos manejamos con máquinas muy costosas y pesadas, no tomamos trabajos de una semana para otro ni de un día para otro. Habitualmente nos manejamos con un horizonte de por lo menos tres o cuatro meses”, explica el empresario y dirigente. “Pero los próximos meses, por primera vez en los años que llevo en esto, están en blanco”, detalla.
El dato que aporta el empresario funciona como un adelanto de lo que le podría esperar al país y la provincia en pocos meses. Sin demoliciones, como marca la agenda de trabajo de casi todas las empresas del sector, no se inician obras.
Hale, que trabajó en proyectos Procrear en los partidos de Avellaneda y Hurlingham, que llevan casi dos meses parados a pesar de su importante grado de avance, lo atribuye en parte a la falta de crédito y a las expectativas negativas sobre el futuro.
“En condiciones normales, un desarrollador construye un edificio, vende un porcentaje de las unidades y con esos fondos empieza el siguiente proyecto. Hoy, en cambio, ante el riesgo de quedarse con una obra por la mitad, prefiere no empezar nada hasta no vender la totalidad. ¿Y cuánta gente hay con recursos propios para comprar propiedades sin crédito?”, pregunta.
A la vez, si hubiera más trabajo, Hale duda de la conveniencia de aceptarlo, porque se desestructuraron todos los precios relativos. “En diciembre, en una obra normal, tenía 150 mil pesos de gasoil diarios. Hoy, ese mismo volumen de combustible me cuesta un millón de pesos. ¿A quién se lo traslado? ¿Quién lo resiste?”, explica y anticipa que, en las condiciones actuales "en un mes o dos se para todo".
Hale relata un problema adicional. “Los grandes contratistas de obra pública, caído ese negocio, vienen a pescar a nuestra pecera", dice y explica que esas grandes empresas "tienen otra espalda financiera, otra capacidad de lobby". "Claramente no podemos competir con ellos, hay menos trabajo, la rentabilidad es negativa y, encima, aparecen otros jugadores que rompen el mercado”, señala.
El mes pasado, para que los números cerraran, Hale debió capitalizar a su empresa con unos 12 millones de pesos. Lo hizo porque entiende que, si cierra, la maquinaria en la que tiene invertido más de un millón de dólares se remataría como fierro viejo y quiere evitar ese escenario, pero se pregunta cuánto tiempo podrá resistir.
Agrega que el problema de la importación tampoco se resolvió. “El concesionario Hyundai, al que yo le compro las máquinas, tiene varias unidades pagadas por adelantado pero igual le dijeron que no se las van a dejar entrar”.
El empresario tiene diálogo frecuente con muchos intendentes de la provincia. "Están enfocados en pagar sueldos, en sobrevivir, y no van a distraer un peso de eso, si se hace un bache, queda el bache, nadie va a cubrirlo, mientras dure esta locura". "Estos dos meses parecen dos años, no podemos vivir así cuatro años", define.
Aspectos políticos
Hale tiene setenta empleados. Cuenta que con algunos habló de política antes de las elecciones, que él no hace política partidaria, pero su instinto lo llevó a votar a Massa y a intentar disuadir a sus empleados que querían votar a Milei. “Hoy están arrepentidos y asustados porque saben que no tengo cómo aumentarles y que esto se corta en cualquier momento", afirma.
Y agrega: "Algunos piden adelantos para ir tirando, pero las familias están muy endeudadas, por el costo de vida, lo cuentan acá. Les adelante cien y vuelan, les adelante doscientas y vuelan. Es un agujero negro”.
Tampoco ve viable achicarse para sobrevivir. Para hacerlo, tendría que intentar vender o malvender alguna máquina, valuadas entre 150 y 200 mil dólares. "Pero es una situación generalizada, no de mi empresa. Me voy a encontrar con varios colegas vendiendo o regalando patrimonio, en una carrera a la baja, ¿frente a qué compradores?".