¿Alguna vez soñaste con dejar todo ir irte de viaje? Salir en una camioneta a recorrer Argentina o Latinoamérica, dejar la rutina en la Ciudad y lanzarte a vivir una aventura todos los días. ¿Es viajar una forma de vida? ¿Se trata de una decisión política? ¿Quiénes pueden hacerlo? ¿Es posible ser nómades o vivir con economías alternativas, en un mundo que gira en torno al mercado? En esta nota conversamos con viajeras que decidieron cumplir ese sueño. Muchas están concretando un proyecto que llevaba años postergado, otras de un momento a otro decidieron lanzarse a la ruta, solxs, con amigxs, parejas o sus animales. 

Lo que comparten todas las entrevistadas es el amor por la vida en casa rodante, el movimiento, la necesidad de construir redes entre viajeras y de ocupar esos espacios que por mucho tiempo estuvieron masculinizados, algo que sigue ocurriendo, especialmente en las cuestiones mecánicas o de conducción. 

Trabajan de artesanxs, con actividades en comercios locales, otrxs de forma virtual, también hay quiénes vendieron todo lo que tenían y viven de ahorros, adquiriendo empleos a medida que necesitan. La ruta, el encuentro con otras viajeras, las redes que se conforman estando lejos de casa y para acompañar una aventura que parece de película pero es una práctica que crece cada día. Hoy existe un grupo de más de 200 rodanteras que viajan por todo el continente, en el que comparten experiencias, consejos, recomendaciones, se dan una mano en situaciones de riesgo o complicaciones en la ruta, se organizan y muchas hablan sobre la situación política del país. Construyeron una red para acompañarse en la vida nómade.

Otra forma de vida

“Mi vieja me cuenta que de chica yo le decía que mi sueño era viajar en motorhome”, dice Julieta Gugliotella, integrante y fundadora del proyecto La Ruta Madre. Su vida dio un giro en el gobierno de Macri. Le llegaban tarifas de luz impagables, en el trabajo la dejaron sin tareas mucho tiempo, les cortaron los viáticos y no se podía realizar el trabajo territorial. Se volvió insoportable vivir en la ciudad, lo que la llevó a replantearse su futuro. Ya en la pandemia, se refugió en la casa de su familia en Neuquén para ahorrar y construir su propia casa rodante. “Somos una generación que no puede acceder a la vivienda, entonces viajar se vuelve una alternativa a la rutina en la ciudad, donde los gastos se multiplican entre alquiler, servicios, transporte”. Desde que iniciaron su viaje por Latinoamérica en 2021, Julieta y Santi recorrieron más de 23 mil kilómetros en una Motorhome Mercedes del 96, que intercambiaron por un auto y reconstruyeron desde cero.

Julieta Gugliotella, integrante y fundadora del proyecto La Ruta Madre. Su vida dio un giro en el gobierno de Macri, cuando la despidieron de su trabajo en Sedronar

 
Julieta cuenta que al principio lo veía como una idea muy lejana, todo lo que encontraba en redes sociales sobre viajar era un modo de vida inaccesible, muy estereotipado, de videos de tiktok e imposible de alcanzar. De tanto buscar empezó a encontrarse con algo real “pibas que trabajaban viajando, que arman sus propias camionetas”, y así arrancó entrando a grupos de facebook, contactando viajerxs, mecánicxs, pidiendo recomendaciones y presupuestos. “El costo de vida de la ciudad es completamente distinto, de esta manera vivimos con la mitad de lo que se necesita en una casa, hoy nuestros gastos fijos son el gasoil y el celular”, explica.

Lo que más le costó fue alejarse de la actividad militante. Juli era responsable del Frente de Mujeres de Capital del Movimiento Evita, para ella el trabajo cooperativo es primordial y una de las cosas que más extraña de viajar. Postergó mucho tiempo el viaje por esta razón. Con el tiempo, entendió que salir de la Ciudad y conocer otros pueblos, ciudades y parajes, era una forma política de vivir la vida y salir de la burbuja en la que muchas veces se vive, sobre todo en las grandes urbes. Sin embargo, es la primera vez que está pensando en volver “es muy doloroso ver de lejos sufrir a la gente que queremos, no nos sale fingir demencia, extrañamos mucho y por más que estemos en el paraíso vemos en twitter qué pasa, hablamos con compañerxs, tenemos amigues que pierden el laburo, por eso estamos viendo qué hacer”.

La camioneta es blanca, con la inscripción “La Ruta Madre” en el techo y un ploteo de paisajes. Durante en 2020 la hicieron completa: baño, heladera, cama, tienen todo para no depender de camping o casas y tener lo necesario al alcance. En ese año aprendió todo lo que pudo sobre mecánica del motor y su funcionamiento como de la construcción de las facilidades dentro del vehículo. Ahora, es su hogar las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Dejaron atrás los años en la Universidad Nacional de La Plata, donde Juli estudió Comunicación Social y Santi Ciencias Políticas. En la actualidad, se dedican a hacer artesanías, participan en ferias y adaptan su viaje por fuera de las temporadas turísticas. Esto les permite interactuar con las personas locales, entablar conversaciones, conocer las necesidades y los entramados políticos de cada lugar. A veces, intercambian servicios de comunicación por excursiones, hospedaje y comida.

La preparación de la Mercedes Benz de 1996 con la que Julieta y su pareja viajan desde 2020.


Juli critica el desinterés de muchos viajerxs por la realidad política de cada país y destaca la importancia de construir redes de apoyo y resistencia, sobre todo entre mujeres y otros grupos minoritarios en la ruta. Para ella, viajar no solo es una forma de conocer el mundo, sino también una oportunidad para involucrarse en procesos colectivos y comunitarios de lucha y resistencia. “A veces se suben viajeros y bajan espantados, quieren hablar del clima y yo quiero hablar de otras cosas, además tenemos un cuadro de Evita apenas entrás”, se ríe divertida y describe una biblioteca en la que llevan libros de Walsh, Evo Morales, Perón, entre otros. “Tenemos el privilegio de viajar por el país o por el mundo, todos los días conocer culturas y procesos distintos. A pesar de eso este es un ámbito que se mantiene muy ajeno a la realidad política”, comenta sobre este tema y agrega que hay excepciones.

¿Viajar es político?

“Sí, viajar es una decisión, un modo de vida que elijo, es salir a reconocer nuestros territorios, a conocer gente, sus historias, aprender de ellos, también poder recogerlas, mostrarlas”, dice Flor, impulsora de Mambeando Rutas, un proyecto de viaje, una motorhome restaurada que pretende ir hacia Alaska y un canal de YouTube que se actualiza cada jueves. Hoy, Flor y su pareja se encuentran en Buenos Aires y están ampliando la camioneta, después de dos años de viaje por toda Argentina. “Es una Toyota Liteace 1981 que restauramos desde cero durante tres años y medio, aprendí a usar herramientas, amoladora, cortar chapa y cosas que nunca pensé que sucederían”, dice Flor. Comenzó a viajar en 2021, primero pensaba que serían viajes de verano, ella es maestra de escuela primaria y profesora de plástica y era el momento que podía salir a la ruta. Sin embargo, la decisión fue, después de 15 años de trabajo en escuelas, “dejar todo” y empezar a tener una vida viajera con su compañero Eze, una perra Renata y el más pequeño del equipo, un gatito, Rafa. Flor también viaja con una biblioteca, afirma que tiene más libros de los que caben en la camioneta, pero le gusta contar con ese material para compartir e intercambiar.

La Toyota de Mambeando Rutas, con Flor en la conducción, tiene planes de llegar a Alaska.


“Viajar es político, estás en contacto todo el tiempo con diferentes realidades, cada lugar tiene su propia diversidad y cultura”, dice Juli, de La Ruta Madre, que hoy se encuentra en Uruguay. Viajar le permitió conocer otras formas de vida alternativas, fuera de las lógicas capitalistas. Salir de la Ciudad de Buenos Aires le permitió conocer procesos cooperativos, colectivos, con otro tipo de materialidades y un gran compromiso comunitario. También aprendieron otras formas de economía, en las que la plata rinde distinto y las formas de sustentarse son muy diversas: trueques, mingas, roperos, pequeños productores, huertas, etc. Además, viajar en este contexto político y social en Argentina, le permitió conectar con varias mujeres viajeras y construir espacios de charla, intercambio y discusión política.

“En familia recorremos el mundo”, dice la descripción de Magali y María Belén. Viajan con sus perras Briana y Noa, con el proyecto Prendé el GPS. Se conocieron en 2020 y ambas tenían el mismo sueño: vivir viajando. Empezaron a cansarse de la vida cotidiana y el estrés laboral, Magalí era policía y María Belén trabajaba en una oficina de seguros. Agotadas de la rutina se animaron a dar el paso de renunciar y trabajar en la construcción de una casa rodante para cumplir ese sueño de ser libres juntas: “Hoy trabajamos de manera virtual y hacemos algunos empleos temporales para poder mantener una vida viajera”, dice María Belén. Recorrieron toda la costa atlántica y hoy están en Castelli, provincia de Buenos Aires, el año pasado cambiaron la casa rodante por un Motorhome. “Conectamos constantemente con otras viajeras, compartimos información necesaria y segura”, cuenta María Belén.

Yo viajo sola

Carla tiene 36 años, nació en la Ciudad de Alberti, provincia de Buenos Aires. En 2020 la espera del resultado de una biopsia de útero le hizo replantear su vida: ¿estaba haciendo lo que realmente deseaba? ¿por qué seguía sosteniendo una rutina que le resultaba incómoda e insostenible? Tras muchas vueltas logró tomar la decisión: “Buscando sanación hice muchas terapias holísticas y comprendí que debía hacerme cargo de mi vida, ahí fue que empecé a buscar una motorhome”, describe Carla sobre un proceso de aprendizaje que aún sigue transitando.

Carla viaja sola, comenzó a hacerlo después de un diagnóstico que la empujó a concretar sueños.

En 2021 consiguió un minibus Renault Máster, y lo transformó en VAN. Sola le dió forma. “Me gusta la construcción y tenía herramientas, dibujé planos, miré tutoriales de YouTube, buscaba cómo usar materiales reciclados”, cuenta sobre el proceso de armado que se puede ver en su página “Aventuras de Caracol” . Durante el día trabajaba en una despensa y por la tarde le dedicaba horas a su futura casa. Hoy ya lleva 11 meses en el camino y más de 15 mil kilómetros recorridos entre Argentina y Chile.

“Cuando digo que viajo sola muchos me preguntan ¿no tienes miedo ? ¿no hay nadie que te pueda acompañar? ¿Y tu familia que dice?”, según Carla muchas personas se asombran, pero después de muchos prejuicios o estereotipos de género, por ser una mujer sola viajando, afirman que les gustaría hacerlo pero no se animan.

A Marité también le hacen ese tipo de preguntas, pero en su caso, enfrenta un doble prejuicio debido a su expresión de género y su edad: tiene 60 años. Cuando se enfrenta a preguntas incómodas sobre su decisión de salir en solitario a la ruta, responde con firmeza: "No viajo sola, voy acompañada por mi perra Amelie", una labradora que ha sido su compañera durante los últimos dos años de viaje.

Marité interpreta estas preguntas como parte de un prejuicio arraigado y extendido sobre el papel de las mujeres en la sociedad, sugiriendo que viajar en solitario es algo reservado para unos pocos privilegiados, por lo general varones cis y jóvenes. "Incluso el manejo vehicular femenino sigue estigmatizado; la sociedad nos subestima", lamenta. Sin embargo, también reconoce que durante sus viajes ha descubierto una comunidad "paralela" donde los lazos y la comunicación tienen un nivel de cercanía y generosidad inesperados. Esta experiencia la hace sentir profundamente acompañada incluso en los momentos de soledad.

Mecánica, un asunto de pibas

La camioneta de La Ruta Madre, fue restaurada casi en su totalidad por Julieta. “No teníamos ni idea sobre mecánica y de repente teníamos una camioneta del 96, con mañas para manejarla, arreglarla, repuestos que no se consiguen”.

Cada vez que iban al mecánico a explicarle lo que buscaban, aunque Juli era la que sabía de nombres, de repuestos, del funcionamiento mecánico de la camioneta los mecánicos no podían mirarla a los ojos. “En un momento hicimos la prueba, Santi les decía ‘la que sabe es ella, explicale a ella’, y se notaba como hacían un esfuerzo para mirarme y a los segundos lo miraban a él”, dice todavía incrédula. La anécdota de Juli se repite en todas las entrevistas. Dar por sentado que es un varón cis el “sabe” de mecánica o conoce de motores, parece ser una práctica común.

Marité tiene 60 y vive viajando acompañada por su perra, enfrenta el doble prejuicio de ser mujer y mayor.

“La conducción sigue siendo un rubro masculinizado en la mayoría de nuestro país, cuando tenemos problemas mecánicos directamente miran a mi compañero, algunos ni siquiera me dirigen la palabra; a veces me da risa, otras me enoja”, cuenta Flor que también vive esa situación durante el viaje cuando muchas personas que se acercan a charlar dan por sentado que ella no maneja, o le preguntan sobre cuestiones técnicas a Eze y a ella sobre la decoración del vehículo.

Las anécdotas de viajeras ignoradas, subestimadas por mecánicos o invisibilizadas por otros viajeros, así como situaciones de acoso cuando se encuentran solas, son una constante, es por eso que el 3 de Junio del año pasado, un grupo de rodanteras realizó un video dando a conocer esta realidad que viven muchas durante el viaje, destacando y valorizando el trabajo que hacen todas estando en la ruta, visibilizanto una gran red de rodanteras y viajeras a lo largo del país.

“Me preguntaron si era lesbiana porque me anoté en un curso de mecánica”, “Viajo con dos amigas y siempre nos preguntan si viajamos solas”, “el tema mecánico siempre se lo consultan a mi compañoro, como si yo no existiera”, “a mi solo me pregutan sobre la decoración de la combi”, “nos juzgan por la ropa y nos han echado de lugares por “no entender qué somos”, “nos preguntan si somos amigas, cuando saben que somos pareja”, son algunas de las anécdotas que exponen más de 20 viajeras, dando cuenta que mujeres y disidencias conviven en sus viajes con los prejuicios inabarcables de la violencia machista, internalizada y explícita.

Una red de viajeras

Viajar implica, también, estar lejos de los afectos, de los lugares conocidos, de la red de contención que escucha, cuida y acompaña. Con la asunción de Milei y la seguidilla de cambios en el gobierno, amenazas, represión policial en las calles, despidos e incertidumbre sobre la situación económica, Julieta cuenta que encontró entre mujeres y otras identidades no hegemónicas un espacio para construir y debatir política mientras viaja. “

A nosotras nos cuesta menos hacer red, estamos acostumbradas. Entonces apenas ganó Milei, armamos un grupo de viajeras en resistencia para poder acompañarnos en este contexto

”.

Para la conductora de La Ruta Madre, se trata de un espacio que le generó alivio y contención, luego de tanta tristeza. La red también la va creando en los lugares que visita, abrir la camioneta para feriar le permitió participar de actividades sociales, generar vínculos y tramar proyectos con otras viajeras.

La forma militante a la que estaba acostumbrada en la Ciudad, es complicada en la ruta, porque están poco tiempo en cada territorio. Sin embargo se la rebusca y se ha cruzado con experiencias muy enriquecedoras y viajerxs que están también en esa búsqueda. “Eso me dió mucha esperanza, salir de la ciudad te permite dar cuenta de procesos muy colectivos y comunitarios que suceden constantemente. Muchas mujeres activando, sobre todo en cuestiones de cuidado y de vivienda”, cuenta sobre la experiencia de un grupo de mujeres en el Bolsón que organizaba mingas para que cada una pueda tener su casa propia, también nombra a Famatina, en La Rioja, un pueblo que gracias a la organización comunitaria echó a una multinacional minera, también vecinas que se organizan en situaciones de violencia de género o disidencias organizándose en procesos identitarios, así las historias de procesos de lucha y resistencia en pueblos desconocidos para ella, se fueron manifestando en su camino, se multiplican, le generan emoción y mucha esperanza.

Juli aprendió viajando y lo comprobó: existe otra forma de hacer política territorial y comunitaria. “Para mi viajar es político en todo sentido, estamos acostumbrados a mirar solo lo que pasa en la Ciudad de Buenos Aires, pero hay muchas experiencias que hoy valen mucho, sobre todo pensando en el DNU que presentó La Libertad Avanza que va sobre nuestros recursos naturales”, agrega e insiste en la falta de cobertura mediática en muchos puntos del país como en el sur con los incendios, o en el norte cuando empresas o inmobiliarias ocupan terrenos habitados.

Belén, Magalí y sus animales de compañía, una familia entera en la ruta.


Flor también participa de un grupo de rodanteras que como ella, llevan una vida nómade. “Es una red muy importante para mí, nos sostenemos y acompañamos en momentos puntuales como cuando nos quedamos en la ruta o necesitas asistencia, o. en el día a día, se puede preguntar dónde se puede cargar una garrafa en algún pueblo en particular hasta acompañar situaciones complejas”, dice Flor para quien el viaje es un estilo de vida, no lo vive como vacaciones, se siente parte de una comunidad. Para ella es un privilegio poder estar viviendo esta experiencia, un modo de vida en el que el tiempo tiene otro valor porque nunca sabe con exactitud qué puede llegar a pasar, lo que requiere de cierta flexibilidad y escucha. Estar constantemente en movimiento le permite vivir el presente, conocer muchas personas, distintos paisajes y procesos culturales de nuestro país. Como artista y maestra, siente que esto enriquece su mirada y puede plasmarlo luego en el canal de Youtube “buscamos transmitir, compartir y divulgar historias desde esa sensibilidad y empatía”

Para Carla, que viaja sola, el grupo de Whatsapp de rondanteras y el de facebook, de viajeras, son dos canales muy importantes para conseguir información y cuidarse. “Intercambiamos experiencias, donde dormir, feriar, datos de aduana, mascotas, mecánicas, proveedores, pasan info, recomendaciones, valor de las artesanías, cómo hacerlas, hay médicas, terapeutas, profesoras, abogadas, todas estamos dispuestas a brindar algún tipo de ayuda en caso de ser necesario”, narra que es una gran red de información y contención.

Estar en el presente, ser consciente de eso, romper patrones generacionales y de género, reinventarse laboralmente, aprender nuevos oficios, cuidar el agua y todos los recursos naturales, estar dispuesta a recibir ayuda y ayudar, vincularse con la tecnología y la conexión de una forma menos intensa, empatizar con lxs otrxs, son algunos de los aprendizajes que enumeran las rodanteras. "Ampliar la capacidad de escucha y el contacto con la diversidad de territorios y culturas", señala Marité, quien considera que viajar es una forma de sentirse libre y de apreciar la vida.

El viaje de las rodanteras trasciende lo personal para convertirse en una forma de vida que indaga y cuestiona los modos convencionales, urbanos e hiperconectados en que estamos acostumbrades a vivir, trabajar, relacionarnos. Las viajeras crean cotidianamente sus propios caminos, construyen redes comunitarias, proponen una economía alternativa, un tiempo y un espacio que le da lugar al placer y al ocio como ingredientes fundamentales de un buen vivir en este mundo.