El flamante Secretario de Deporte, Daniel Scioli, como primera medida, tendría que desactivar la amenaza de transformar los clubes en Sociedades Anónimas, y explicarle a los muchachos del excel y los negocios que esa propuesta obtiene el rechazo generalizado de los argentinos y argentinas.

Los clubes son el lugar físico donde se construye lo más hermoso de la argentinidad, donde se organiza la comunidad, la desarrollamos privilegiando vínculos sociales y afectivos y sería devastador para este activo cultural invalorable, pasar a ser regidos por meros criterios comerciales o de negocios. 

Esta diferencia es fundamental y explica el fenómeno único en el mundo, que ocurre en la extraordinaria red de los clubes de pueblo y de barrio. Ahí se celebra la familia y amistades y concurren atraídas por la posibilidad de un lugar para jugar, infancias y adolescencias que crecen cuidadas, en igualdad y diversidad. No solo se preserva la salud, se desarrollan proyectos que nos convocan, nutrimos la solidaridad y se genera una estructura comunitaria predispuesta para dar respuestas sociales en comedores o vacunatorios cuando es necesario, sino que también suman a la experiencia deportiva un plus afectivo que nos reúne y nos da identidad. 

Esa es la primera razón para entender los extraordinarios resultados deportivos internacionales, con protagonistas que crecen impulsados en una atmósfera tan particular, con componentes pedagógicos y agonísticos plenos de emocionalidad y pertenencia, resultados que son inexplicables desde otras razones como niveles de inversión o desarrollo de infraestructura.

Entonces, para que ese entramado ya existente se consolide, la Argentina necesita avanzar en la estructuración del Sistema Deportivo Nacional, entendido como una espiral ascendente donde, en la base el deporte social y comunitario que ya sucede en los municipios, a través de la variedad de micro sistemas, clubes, sociedades de fomento, escuelas, parroquias, merenderos, comedores, encuentran su rol, y se crean sinergias entre ellos y políticas de consorcio.

Desde esta plataforma, los y las deportistas interesados en progresar en sus carreras, deben poder reconocer muy claramente cuál es el recorrido hacia el alto rendimiento, donde conduce el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard).

Scioli debería entender que este órgano debe ser conducido por una persona que represente un segmento de exigencias muy específicas, donde prima la búsqueda de la excelencia por antonomasia, un cuadro validado en las condiciones rigurosas que impone el alto rendimiento mundial. Un profesional entre los mejores que posee la Argentina en la competencia internacional, el escenario donde las potencias del mundo buscan prevalecer, y que sea capaz de conducir la preparación de nuestros deportistas para estar a la altura de competir y conseguir resultados en ese contexto.

Scioli le debería explicar al presidente Javier Milei que el deporte argentino es nuestro mejor embajador en el mundo, el mejor instrumento para presentar la marca Argentina en cada rincón del globo. Eso suma motivos contundentes para invertir todo lo necesario, pero por sobre todas las cosas, que el deporte es un derecho, ya consagrado en las Naciones Unidas en el año 1975.

Un derecho al que el Estado debe garantizar su acceso, ya que brinda una herramienta insoslayable para que el pueblo acceda a sus momentos de felicidad merecida, mucho más aún, en medio de los tiempos aciagos que su gobierno nos está propinando.

* Medallista olímpico, ex entrenador de los seleccionados de voleibol de Argentina y Australia, y referente de Deportistas del Campo Popular.