La ultraderecha de Estados Unidos vivió su propia fiesta y salió fortalecida rumbo a las próximas elecciones presidenciales de noviembre.

Luego de cuatro días de incesantes pronunciamientos y discursos, la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) concluyó el sábado 24 de febrero consolidándose como uno de los principales eventos políticos del año. Y gracias a la presencia de invitados internacionales como el argentino Javier Milei, demostró también una clara proyección internacional.

Fundado en 1974 por la decisiva intervención del por entonces gobernador de California Ronald Reagan, el ex actor de cine devenido en político en medio de las persecuciones del macartismo, la CPAC pronto se convirtió en el espacio ideal para que los conservadores participaran en los debates decisivos del momento y para promover a los nuevos jóvenes dirigentes del Partido Republicano.

Nada podía empañar los festejos por el medio siglo de esta organización. Ni siquiera las denuncias por acoso sexual en contra del presidente de la entidad, Matt Schlapp, que obviamente fueron negadas por el acusado, pero que provocaron la silenciosa salida de varios directivos de la CPAC.

Como en otras oportunidades, el protagonista excluyente del encuentro fue el exmandatario Donald Trump quien, pese a todos sus escollos con la justicia y a mantener un alto índice de rechazo en la sociedad estadounidense, se presenta por tercera vez como candidato presidencial por el Partido Republicano.

En un escenario encandilado por su presencia, Trump obtuvo su coronación como principal referente de la derecha, en un título que viene revalidando desde 2012 cuando, como un exitoso empresario mediático, hizo su primera aparición en el escenario de CPAC con una proclama que todavía hoy se recuerda: “Soy pro-vida. Estoy en contra del control de armas. Y lucharé para poner fin al (sistema de salud) Obamacare y reemplazarlo”.

Más allá de la tribuna para la presentación de candidatos y personalidades de la derecha, este foro cumple además con una función de primer orden al ser uno de los principales polos de articulación del discurso de las derechas.

En la actual coyuntura electoral, los ejes discursivos se centraron, principalmente, en el combate al intervencionismo del Estado asociado al partido Demócrata, al que no pocos dirigentes exaltados identifican como un modelo de socialismo o de colectivismo, conducido por un presidente que es retratado, al mismo tiempo, como un cerebro criminal y un anciano senil.

Sin embargo, también prevalecieron los argumentos antiaborto y antiderechos, aislacionistas, de defensa de las fronteras, y de combate a la inseguridad vinculada a la inmigración masiva. Todo ello envuelto en una lógica conspirativa en la que abundan los enemigos agazapados en el “Estado profundo”, al que Trump alude en forma reiterada como responsable de sus problemas judiciales.

Por supuesto, también la política exterior de la administración Biden recibió duras críticas, especialmente, por su compromiso hacia Ucrania y la OTAN, desde hace cerca de un año, un señalamiento recurrente en distintas encuestas de opinión pública.

En el segundo aniversario del inicio de la guerra contra Rusia, el propio Trump, y varios de los dirigentes enrolados en sus ideas argumentaron que el gobierno demócrata estaba más interesado en implicarse en conflictos extranjeros que en la defensa de la seguridad nacional, supuestamente amenazada en la frontera con México.

El trumpismo demostró así su voluntad por desfinanciar a un conflicto que, según la opinión de sus dirigentes, ya está irremediablemente perdido y que sólo se produjo por la obcecación de los demócratas y por su errónea lectura de las relaciones internacionales del siglo XXI.

En cambio, una cantidad creciente de republicanos promueve la atención en la frontera sur, robusteciendo las versiones que ligan la seguridad y el orden con la inmigración masiva de origen latinoamericano y asiático y con la lucha contra el narcotráfico y los grandes cárteles de la droga.

En el escenario de CPAC un orador tras otro destacó la crisis en el límite con México, describiendo ese escenario de diversas maneras pero enfatizando que se trataba de “una zona de guerra” donde “matones, extremistas islámicos y espías chinos” están protagonizando una “invasión”.

Incluso, de manera explícita se hizo mención a la Teoría del Gran Reemplazo, uno’ de los argumentos conspirativos más difundidos en la extrema derecha, cuando se señaló que la crisis fronteriza era “intencionada” y favorecida por el gobierno de Biden, interesado en promover una inmigración masiva que en el futuro votará “desproporcionadamente” a los demócratas...

Más allá de los discursos sobre complots infundados, sobre amenazas fantasiosas y sobre denuncias incomprobables, si algo demostró el foro de la CPAC es que, en sus múltiples expresiones, y una vez más liderada por el inoxidable Trump, la derecha y el Partido Republicano se encuentra preparados para retornar a la Casa Blanca.