Por primera vez fue reportada la presencia de gripe aviar en la Antártida y científicos argentinos tuvieron un rol protagónico. En las adyacencias de la Base Primavera hallaron a las escúas muertas, aves que aparentemente tenían signos de haber fallecido a causa del virus. Luego se pusieron en contacto con grupos internacionales y, finalmente, tras certificar la causa del deceso por intermedio de pruebas de laboratorio, investigadores españoles pudieron comunicar la noticia que circula en todo el mundo.
“La muestra del ave hallada en la Base Primavera dio resultado positivo para gripe aviar, y es patogénica. Si bien hasta ahora solo se identificó en aves migratorias, es preocupante para los humanos porque nosotros estamos ahí nomás en la cadena, somos mamíferos susceptibles de ser infectados. Es la primera vez que se detecta y se comprueba la gripe aviar en la Antártida y nosotros tuvimos un rol muy importante”, dice a Página 12 el doctor el Martín Ansaldo, referente del Instituto Antártico Argentino (IAA). Y, en la misma línea, detalla: “El virus va mutando, si ya se observó el salto de las aves a los lobos marinos, es muy fácil que pueda hacer lo mismo con los seres humanos. En definitiva, es una gripe que si no se trata como corresponde, eventualmente, podría tener un resultado complicado”.
La escúa muerta, que finalmente tenía el virus H5 de gripe aviar, es un ave marrón oscura de pico robusto que habitualmente suele observarse en el continente blanco. Se calcula que, como mínimo, unas 450 especies de aves silvestres pueden transmitir el patógeno a los mamíferos. Como explica el especialista, se trata de individuos que no conocen de barreras geográficas de ningún tipo; por eso, cuando los primeros casos comenzaron a identificarse en el Hemisferio Norte a mediados del año pasado, en la Antártida prendieron las alarmas. Sabían que más temprano que tarde el virus podría llegar.
“Nosotros empezamos con los cuidados a mitad del año pasado. Ya teníamos información sobre lo que estaba bajando desde el Hemisferio Norte, ya que la gripe aviar proviene de allí. Afectó especies en Perú, Ecuador, luego en la costa Atlántica de Argentina y en la Patagonia. Senasa había advertido los problemas con las aves de corral y pasó a los lobos y elefantes marinos. Después, como última estación, algo se reportó en las Islas Malvinas a fines de noviembre, hasta que finalmente llegó a la Antártida”, sostiene Ansaldo, que estudia las respuestas de los organismos marinos antárticos al cambio climático y a las actividades humanas.
Tras las huellas de un virus esquivo
En septiembre pasado, se comunicaba la noticia de que la gripe aviar --transmitida a partir de aves migratorias-- afectaba y terminaba con la vida de lobos marinos en Argentina. En aquel momento, varias jurisdicciones de la costa atlántica y la Patagonia decidieron cerrar el acceso a las playas, para que las personas no tuvieran contacto con el virus. De hecho, el alcance era tal que los especialistas consultados en aquel momento se referían al fenómeno como panzootia, es decir, una pandemia pero que afectaba a animales principalmente.
Por esta época, en las bases que Argentina tiene en la Antártida comenzaron a generar protocolos de acción y cuidado para que los investigadores que estudiaban los probables casos de contagio en el extremo sur del mundo no corrieran ningún peligro. “Queríamos que la gente que reside en las bases antárticas esté protegida. Imaginate que el agua de aprovisionamiento se toma de lagunas cercanas y, por lo general, las aves permanecen allí largo rato bañándose”. Así fue como recibieron ropa y elementos para descontaminar, con el objetivo de que pudieran trabajar con sus proyectos de manera normal.
“Todo venía controlado. Sin embargo, a fines de año, en la Base Orcadas comenzaron a aparecer escúas muertas. Luego también hubo un cormorán que veíamos muy afectado. La cosa estaba avanzando, así que decidimos que los científicos solo se ocuparían de la vigilancia y de la observación. Teníamos todas las sospechas del caso, pero no estábamos en condiciones de determinar que efectivamente estas especies hubieran sido afectadas por la gripe aviar. Ni tampoco teníamos el equipamiento en terreno”.
En paralelo, también se identificaron casos en la Base Esperanza y en Primavera. Seleccionaron las muestras y conversaron con sus colegas de España, que estudiaban los casos desde la Base Antártica “Gabriel de Castilla” en la Isla Decepción, con el propósito de poder certificar con evidencia robusta lo que ellos creían. Ansaldo lo narra con detalle: “A mitad de enero, el doctor Quesada de Corral se comunicó con nosotros, hicimos una reunión por Zoom. Ahí nos dijeron que había un grupo de biólogos en Isla Decepción, cercana a la nuestra, que habían sido mandados especialmente para poder realizar este tipo de experimentos. Así que luego de que nuestros científicos tomaran las muestras, las enviamos a través de un buque de la Armada”.
Desde este sitio, se realizaron los exámenes pertinentes (PCR y otros) y se pudo finalmente comprobar esta noticia de envergadura internacional. “La noticia que circuló tiene que ver con el reporte de una muestra patogénica hallada en el ave muerta. El resultado de un trabajo internacional en que los científicos argentinos tuvieron un papel protagónico”, subraya el especialista argentino.
Diagnosticar para prevenir
La gripe aviar se transmite de manera oral, respiratoria y mediante secreciones (saliva o mucosidad), así como también a partir de excreciones, como la orina o la materia fecal (que se mantiene en la superficie por un tiempo). Esta identificación es fundamental porque, a futuro, podría facilitar la prevención de la propagación viral. De la misma manera que sucedía con el coronavirus en plena pandemia, un diagnóstico rápido de los individuos enfermos posibilita actuar en consecuencia e instrumentar medidas de aislamiento.
La depredación que los seres humanos realizan sobre la naturaleza, los modos extractivos de producción, el avance de la frontera agrícola, así como también sus acciones que estimulan el cambio climático de esta época, provocan un contacto más asiduo con animales con los que antes jamás se interactuaba. Si los contactos con las especies crecen, lo mismo sucederá con sus enfermedades.