En su editorial de este viernes 1° de marzo, el periodista y conductor de La Mañana, Víctor Hugo Morales, ahondó sobre los trasfondos ideológicos del Gobierno de Javier Milei y se preguntó “de dónde proviene fuerza diabólica para atacar a los más débiles sin piedad ni disimulo”. En este punto, cuestionó los despidos masivos en la Agencia Nacional de Discapacidad y habló sobre lo que se espera con el discurso del Presidente en la Asamblea Legislativa.

El editorial de Víctor Hugo Morales

Anoche me sumergí en la lectura de un libro de la profesora de Berkeley, Wendy Brown. Se llama Las ruinas del neoliberalismo. Quería revisar de dónde proviene la fuerza diabólica para atacar a los más débiles sin piedad ni disimulo.

Un inspirador eficaz a lo largo de los siglos ha sido Hayek, el austriaco al que Milei adora. Brown sostiene que Hayek es el impulsor de un proyecto moral y político que intenta proteger las jerarquías tradicionales, negando la idea de lo social y restringiendo radicalmente el alcance del poder político democrático.

Borrada la noción de lo social, sólo queda el individuo. Mientras que lo social rechazaría el ataque a las personas con discapacidad, el individuo, siempre y cuando no sea víctima, tiende a evadir los cuestionamientos.

La igualdad política es la base de la democracia. Uno actúa frente a una totalidad y es responsable ante esa totalidad. Si se destruye, el mercado, el patriotismo, la libertad (sin que se explique a qué nos referimos al nombrarla) toman las riendas de la sociedad y no hay límites para su autoprovecho.

Los pobres, al igual que la mayoría de las personas con discapacidad, son eliminados de la discusión, marginados, y no tienen derecho ni siquiera a las demandas. Tomo la idea de las prologuistas del libro en cuestión, Verónica Gago y Cecilia Palmeiro.

Quedamos solos. Guadalupe, trabajadora de la Agencia de Discapacidad despedida, está sola. 160 personas en soledad, porque sus demandas no serán escuchadas por los arietes del neoliberalismo. 160, por ahora. Una sociedad desarticulada nos lleva a que aquellos que defienden a los ricos hablen de la envidia de los demás y, con ese argumento, sean capaces de impedir los impuestos a los ricos.

La aporofobia dominante, el instructivo neoliberal reinante, es lo que hace posible que Guadalupe sea una queja que nos moviliza. Pero se trata de unas horas, de un par de días, y eso, gracias al énfasis y la inteligencia de su argumentación.

Pero la cuestión de fondo es que, mientras no nos toque a cada uno en particular, daremos vuelta la página. Y nos seguirán golpeando. Como sucederá esta noche.