“Bien ¿entonces ya tienen decidido lo que van a escribir para el ensayo que tienen que entregar en enero? ¿Si? Bueno. En todo caso pueden mandarme un mail.” Estas fueron las últimas palabras del docente Mark Fisher frente a sus alumnos de posgrado el 5 de diciembre de 2016. Los mails habrán quedado sin leer en su bandeja de entrada porque el 13 de enero del 2017 Fisher se suicidó dejando una cantidad considerable de libros (algunos inconclusos como Comunismo ácido), escritos periodísticos y posteos virtuales fundamentalmente en su hipervisitado blog K-Punk.

Académico riguroso, presentó su tesis doctoral en la universidad de Warwick conocida como Contructos flatiline. Materialismo gótico y teoría-ficción cibernética. Su formación es de un extraño eclecticismo para un teórico que se desenvuelve entre la filosofía clásica y las corrientes posestructuralistas. Su arco de interés incluye el “aceleracionismo” de Nick Land, los estudios ciberfeministas de Donna Haraway y Sadie Plant, el ocultismo, la numerología, el ciberpunk y la narrativa gótica de terror y ciencia ficción. Todo eso conformaba el extinto universo Fisher.

Apenas pudo impartir cinco de las quince clases que incluía la currícula del seminario Deseo postcapitalista. Los alumnos huérfanos continuaron unas semanas más en memoria de Fisher (convertido en grupo de lectura con invitados e influencias del autor) pero esto suena más a un intento forzoso de conjurar la angustia que a una refundación pedagógica. Deseo postcapitalista editado por Caja Negra es la desgrabación de esos encuentros que pueden leerse casi como dramaturgia clásica, donde un héroe del pensamiento (con un destino trágico incluido) está intentando no solo describir las estructuras político-económicas de nuestro presente y sus efectos sobre nuestro deseo, sino superarlas para pensar de una forma inédita y posiblemente fracasar en el intento. “¿Existe un deseo más allá del capitalismo?“, es el enigma central de este seminario.

No solo la muerte y su forma terminan de definir a este autor: su nacimiento también lo hará. En una suerte de “Astrología política” podríamos arriesgar que Fisher -nacido en 1968- está signado por las fuerzas sociales que conmoverán al mundo: proletarios y estudiantes franceses hacen causa común como nunca antes (y nunca después). Su gesta más allá de un par de citas realmente ingeniosas deja como saldo una revolución fallida provocando que el capital entre en un proceso más vertiginoso, cruel y envalentonado, y se autoperciba como “la única alternativa”. Entre los escombros del bloque soviético, Reagan y Thatcher se acoplan entre los folios del consenso de Washington y se gesta una nueva dinámica del capitalismo. Todo esto será la diégesis (un capitalismo posfordista, posindustrial, puramente de consumo, puramente de diseño) que Fisher discute desde su realismo capitalista: “la idea muy difundida de que el capitalismo no solo es el único sistema económico viable, sino que es imposible incluso imaginarle una alternativa”

Esta noción que es el bastión conceptual de Fisher (y también el nombre de la publicación que le dio todo el reconocimiento en 2009) funciona como “una sombra de lo que aquí denomino deseo postcapitalista”. No pueden pensarse separados y esto Fisher lo deja más que claro desde el arranque de la cursada.

Siguiendo la hipótesis de lectura de Deseo Postcapitalista como una dramaturgia pedagógica que se despliega, la clase I funciona como presentación de los temas centrales (el fetiche de la mercancía, la libidinización contemporánea, el encuentro de la contracultura con la izquierda, la reificación de la conciencia, entre otros) representados por actantes que se escalonan en una cadena ascendente de complejidad: el claro Sigmund Freud, el olvidado Marcuse, el hegeliano y alucinógeno Lukács y el críptico Lyotard y su particular hermenéutica sobre los “distintos Marx”. Todo este fresco tiene como marco, obviamente, al dúo filosófico más influyente del siglo XX: Deleuze y Guattari. En este experimento académico, Fisher es fiel a sus bases teóricas y a su estilo de análisis: servirse de la cultura popular para desentrañar los órdenes dominantes de nuestra época.

En espejo versiona los primeros fragmentos de Realismo capitalista. Mientras allí el tiro de largada era Los Niños del hombre de Alfonso Cuarón como distopía posible e inmediata en las sociedades neoliberales (donde los aparatos de estado solo operan desde su cara represiva), aquí se toma la famosa publicidad de Apple en mitad del Super Bowl en 1984 (año de lanzamiento de la compañía que a su vez remite a la crítica orwelliana de las burocracias soviéticas) para problematizar dos términos que parecen excluyentes: consumo y revolución. Mejor dicho: el deseo de consumo y a la vez el deseo de revolución.

Este cruce también se ve representado en el libro por el intercambio del profesor Fisher y sus alumnos que, debido a su edad, abordan el tema desde una proximidad cotidiana: en definitiva es a ese grupo social al que los artefactos (sobre todo tecnológicos) y los residuos del capitalismo van dirigidos. Fisher recibe las ideas, las reforma y produce algunos replanteamientos, haciendo que los lectores experimenten un proceso de pensamiento vivo. Para los Fisher-fans que son casi una tribu (recordemos que se han llegado a realizar en la ciudad de La Plata vigilias en su memoria), conocer de primera mano las producciones espontáneas de sus ideas se acercaría bastante a una revelación profana. De alguna manera, en este libro, Mark Fisher está vivo. Y más vivas que nunca para nosotros están sus afrentas teóricas.

La mayoría de las veces el acercamiento a este tipo de pensadores europeos tiene más bien un impulso de novedad. Es evidente que los países centrales presentan sociedades con andamiajes realmente muy distintos al nuestro. El capitalismo y sus prácticas desatadas de consumo se dan de una manera más brutal y desconocidas para todos nosotros. Leemos autores que cuestionan un mundo que sospechamos, pero no habitamos. Esta vez, desde diciembre, el mal está entre nosotros efectivamente. Esos lejanos experimentos de gestión política neoliberal (Brexit, Trump, Bolsonaro) con su estética Gadsden serpentaria y sus narrativas distópicas son finalmente nuestra vida cotidiana.

“¿Existe un deseo más allá del capitalismo?”. Esto debería atormentarnos mientras somos invitados a habitar un mundo anárquico, competitivo e injusto. Fisher planteo la pregunta a sus alumnos pero no pudo responderla. En cierto punto, eso nos da una pista. La respuesta necesariamente tiene que ser colectiva.