Están quienes lo menosprecian alegando que es todo un show, una puesta en escena cargada de frivolidad y ostentación. Desde la vereda de enfrente gritan con orgullo que lo desean desde que tienen memoria, mientras que por el carril central circulan aquellos que relativizan la importancia de ponerlo en sus vitrinas. Pero no hay actor o actriz que sea indiferente al Oscar, que con su 96º gala –que se llevará adelante el domingo 10 por la noche en el Dolby Theatre de Los Ángeles, con transmisión en vivo de TNT y la plataforma Max– marcará el punto final de dos meses a pura alfombra roja en Hollywood y en las principales potencias audiovisuales europeas. Dos meses que conforman un conjunto de puntos que, uniéndolos, entregan un posible panorama de lo que puede ocurrir en la gala más importante del mundo del espectáculo. ¿Qué pasará en los rubros actorales? ¿Ganará Emma Stone? ¿Podrá Robert Downey Jr. enterrar definitivamente a Iron Man? ¿Los académicos bancarán el naturalismo de Paul Giamatti o se inclinarán por la gravedad atormentada de Cillian Murphy?

La bella y la muñeca

La ceremonia del Oscar tendrá cuatro categorías interpretativas conformadas por un total de veinte artistas. No será la primera vez que se vean las caras, dado que una de las características de la temporada de premios es la repetición de casi los mismos nombres en la mayoría de los eventos. El que faltará este domingo es el de Margot Robbie, una ausencia que durante los días posteriores al anuncio de las nominaciones, el 23 de enero, desató la ira de una buena parte de la prensa especializada –que leyó el suceso como un ataque de género– y del fandom digital de la película sobre la muñeca más famosa del mundo.

Emma Stone compite por su papel en Pobres criaturas.

La omisión de la encargada de darle vida a Barbie fue el tiro de gracia al rótulo de favorita que tenía colgado el último trabajo de la realizadora Greta Gerwig, otra de las ignoradas por los académicos. Quien aprovechó ese rio revuelto para quedarse con casi todos los premios que le pusieron enfrente fue Emma Stone por su papel de Bella Baxter en Pobres criaturas. La ganadora del Oscar por La La Land en la gala de 2017 –nominada también en 2016 por Birdman y en 2020 por La favorita– registró sus primeros duelos mano a mano con Robbie como Mejor Actriz en Comedia o Musical en los Globos de Oro y Mejor Actriz de los Critics’ Choice. Ambas noches terminaron con victoria para la protagonista de la película del griego Yorgos Lanthimos.

Luego se impuso en los BAFTA otorgados el 18 de febrero por la Academia británica, un reconocimiento que suma algunos porotos más que los anteriores por dos razones. La primera es que aquí, al igual que en el Oscar, no hay distinción de género narrativo y se enfrentó a colegas que participaron en películas de corte dramático y, por lo tanto, rebozadas con una capa de prestigio más gruesa que la de una comedia como Pobres criaturas. La segunda razón hay que buscarla en que una buena cantidad de electores del galardón europeo también forman parte de la Academia de Hollywood, y es muy probable que repitan sus votos. Todo se aprontaba para una victoria segura de Stone, hasta que los premios SAG del Sindicato de Actores, entregados el último fin de semana de febrero, pusieron una cuota de suspenso.

¿Qué ocurrió allí? De entre las cenizas resurgió, estatuilla a Mejor Actriz en mano, Lily Gladstone, que hasta entonces sólo se había llevado el Globo de Oro en “Drama” por Los asesinos de la Luna, de Martin Scorsese. Dado que, a excepción de Mejor Película, el Oscar es votado sólo por los miembros de cada rama de la industria (vestuaristas eligen vestuaristas, directores votan a sus compañeros de la silla plegable y así) y que el sindicato presidido por la actriz Fran “La niñera” Drescher es la entidad que más electores aporta a la Academia, el SAG suele ser considerado uno de los predictores más fieles de las ternas interpretativas, al punto que en ocho de los últimos diez años hubo coincidencia en la elección como Mejor Actriz Protagónica.

Da'vine Joy Randolph es candidataza a Actriz de Reparto.

Stone podría refunfuñar que la ganadora del BAFTA ha repetido en el Oscar siete veces durante la última década, a lo que Gladstone respondería que dos de las tres veces que los británicos optaron por un camino distintos fueron el año pasado y el anterior, por lo que no puede descartarse que la tendencia continúe. En esta línea de pensamiento se ubica la mayoría de los especialistas convocados por el portal especializado Goldderby para compartir sus pronósticos. Si para ellas dos el crédito está abierto, a Anette Benning (Nyad), Carey Mulligan (Maestro) y Sandra Hüller (Anatomía de una caída), quienes completan el quinteto de nominadas, solo les queda rezar por un milagro.

Junto a ellas despliegan su arsenal religioso Emily Blunt (Oppenheimer), Danielle Brooks (El color purpura), America Ferrera (Barbie) y Jodie Foster (Nyad), las cuatro integrantes del apartado femenino de reparto, que hasta ahora no han hecho más que aplaudir una y otra vez a Da'vine Joy Randolph. La coprotagonista de Los que se quedan llegará al domingo con el 99 por ciento de Oscar asegurado gracias a una temporada en la que se quedó con absolutamente todo, sin distinción continental: el Globo de Oro, el Critics’ Choice, el Satellite Award, el SAG, el Bafta…Una derrota significaría uno de los grandes batacazos de la noche.

Profesores atómicos

Blunt, Foster y compañía no son las únicas que transitarán la alfombra roja con la certeza de que se irán con las manos vacías, ya que Actor de Reparto es otra de las categorías que está prácticamente abrochada. ¿El ganador? Ni más ni menos que Robert Downey Jr. por su trabajo en Oppenheimer, de Christopher Nolan. La misión de cara al domingo del hombre debajo del traje de Iron Man –al que Marvel llora a mares cada vez que llegan las recaudaciones del cine de superhéroes post Avengers: Endgame– será preparar un discurso que supere al de los Critics’ Choice, donde sacó a lucir su faceta más sardónica leyendo algunas “hermosas devoluciones” de los críticos a lo largo de su carrera (“La primera frase es una especie de haiku: ‘Descuidado, desordenado y perezoso’. Esta es de un británico: ‘Un desconcertante desperdicio de talento’. Y, por último: ‘Divertido como un pedo encerrado en la cama’”).

El favoritismo de Downey Jr. se ancla en los mismos motivos que el de Joy Randolph. Como ella, su nombre sonó casi todos los primeros fines de semana del año (Globos de Oro, los mencionados Critics’ Choice, BAFTA y SAG). La única excepción fue en los Satellite Award, donde ganó Mark Ruffalo, elegido junto a Sterling K. Brown (American Fiction), Robert De Niro (Los asesinos de la Luna) y Ryan Gosling (Barbie) para conformar la terna de una categoría en la que Downey Jr. supo estar nominado en 2009 por el inolvidable Kirk Lazarus de Una guerra de película. Aquella fue la segunda que visitó el entonces llamado Kodak Theatre luego de su debut en 1994 por su protagónico en Chaplin. No hay especialista de Goldderby que no apueste porque la tercera sea la vencida.

Robert Downey Jr. busca enterrar a Iron Man. 

Mejor Actor protagónico tiene un poquito más de suspenso que Actriz de Reparto. O al menos lo tuvo hasta hace un par de semanas. A diferencia de su equivalente femenino, quienes antes de las nominaciones eran considerados favoritos –Paul Giamatti por Los que se quedan y Cillian Murphy por Oppenheimer– sí estuvieron entre los cinco elegidos por la Academia de Hollywood. Favoritos que son el ying y el yang. El primero, gordito, pelado y con un biotipo muy alejado de los parámetros habituales de belleza, encarna algo así como la epitome del hombre común, al punto de haberse vuelto viral gracias a sus fotos clavándose una hamburguesa en un local de comidas rápidas vestido de gala y con su flamante Globo de Oro como único acompañante en la mesa. El otro, de ojos claros, rostro penetrante y acento señorialmente british, representa a la perfección la idea de los actores como criaturas de otro mundo a los que costaría imaginar tomándose un subte o esperando un colectivo en hora pico.

Laburante de la industria y ordinario en el sentido menos valorativo del término, Giamatti es de esos eternos secundarios que mejora todo lo que toca –si la película es mala, el tipo sale airoso a fuerza de oficio; si es buena, con él brilla aún más– y al que, por fin, le llegó la hora de los reconocimientos gracias a su maestro de Historia Clásica en la última película de Alexander Payne. Allí hace gala de una actuación que no lo parece, pues nunca exagera, ni grita porque sí ni tiene los mohines tan propios de quienes exudan desesperación por un Oscar. Murphy, en cambio, abraza la intensidad y la complejidad torturada prestando su rostro –especialmente, sus ojos– a los mil primeros planos de Nolan en Oppenheimer, donde se pone en la piel del físico considerado padre de la bomba atómica.

 

Que a lo largo de la temporada el primero haya ido por el andarivel de “Comedia o musical” y el otro, por el de “Drama”, refuerza el juego de opuestos. Ambos ganaron sus respectivos Globos de Oro y Satellite Award, mientras que Giamatti sacó una leve diferencia tras imponerse en los Critics’ Choice en el primer mano a mano de la temporada. Pero el británico inició lo que podía ser una remontada al quedarse con el segundo duelo directo en el BAFTA, aunque debía tenerse en cuenta que jugaba de local. En ese contexto, el resultado en los SAG señalaría un rumbo prácticamente irreversible, dado que el ganador también lo hizo en el Oscar en 17 de los últimos veinte años. El triunfo del británico desmalezó el camino rumbo a su consagración en su primera visita al Dolby Theatre, tal como creen todos los consultados por Goldderby. Este proceso ocurrió con los otros tres integrantes del quinteto (Bradley Cooper por Maestro, Colman Domingo por Rustin y Jeffrey Wright por American Fiction) como testigos silenciosos. Giamatti, nominado allá por 2005 en Reparto por El luchador, tendrá que seguir esperando.