A la Vieja Moreno le cuesta  encontrar en los archivos de su memoria el día exacto del debut. “Ha pasado mucho tiempo. Fue en Cañuelas, creo que en el 92”, dice sabiendo que habrá que consultar a Enrique Lucena, periodista historiador del Lechero, para que lo confirme. La rectificación marca que el sábado 24 de abril de 1993, en el estadio de Colegiales, frente a Central Ballester, en la vuelta de los octavos de final de ese torneo de Primera D, ingresó a falta de 15 minutos por Caro Germán Duarte. Aquella tarde se estrenó el jugador de fútbol que casi 25 años después sigue vigente. 

 “Cuando fui a jugar a Cañuelas ya estaba de novio con mi actual mujer, Sandra, y al poco tiempo nos independizamos y empecé a vivir con lo poquito que tenía de viáticos. Así que puedo decir que ya en ese momento vivía del fútbol. Era otra época del ascenso, pero Cañuelas me dio la chance de debutar y allí empezó todo. Pude ascender y agarrar continuidad; era un gran esfuerzo, pero se lograron cosas imborrables”, recuerda de sus primeros pasos. Todo empezó en un fútbol del que hay pocos rastros y en un tiempo dónde la era digital era un sueño muy parecido, por lo lejano y desconocido, al que tenía el número 10 de Cañuelas de jugar en primera. Pero luego de 163 partidos, 40 goles, un ascenso y cinco temporadas, con 25 años le avisaron que estaba la chance de ir a Argentinos Juniors.

El 11 de setiembre de 1998, en una derrota 5 a 1 ante San Lorenzo, debutó en Primera División. “Fue algo para lo que había trabajado, pero la verdad me sorprendió. Cómo no recordar a Chiche Sosa, que me puso y que me bancó. Fue muy fuerte el cambio de jugar en la D a jugar en la primera. Me la fui rebuscando y me tuve que adaptar para poder seguir y mantenerme. Eso me cambió toda la vida”. Pasaron casi 20 años desde entonces, pero mantiene las ilusiones y los sueños, ahora en Laferrere, donde faltan cientos de potreros que ya no están y lo recuerdan.

Su recorrido en Primera División duró seis años tras jugar en Argentinos, San Lorenzo, Chacarita y Lanús. Fueron en total 166 partidos y 33 goles.  Cuando en 2004 dejó el Funebrero tenía 31 años y ni pensaba en la cercanía del adiós. Se puso nuevos desafíos. “Fueron años de mucho aprendizaje y grandes alegrías. En Chacarita fue donde tuve los mejores rendimientos, todos recuerdan el gol a Boca y el gol a River, en un partido que fue histórico porque se jugó en San Martín después de muchísimos años y le ganamos a un equipazo. Ni se me ocurría pensar en que se acercaba el retiro, imagínate que todo me llegó más tarde que al resto de los jugadores. Tardé en debutar y tardé en llegar primera, no iba a pensar en eso cuando me sentía bien para seguir. Además, me quedaba irme afuera”, asegura la Vieja, que nunca había ido a Europa. Y lo llevaron a España.

“No lo dudé, ese viaje fue una bendición de Dios. No conocía, no había viajado nunca. Fuimos con mi esposa y tuve una experiencia única, que jamás me hubiese imaginado. Era la segunda de España, en el Gimnastic Tarragogna, y mi carrera me daba otra oportunidad. Después salió la chance de ir a Deportivo Quito. Esas fueron mis dos experiencias en el exterior, a una edad en la que no lo hubiera imaginado. Lo mío fue creer o reventar, no hay edad para que Dios te de lo que soñás. Yo le había pedido que me dé esa posibilidad y me la dio a los 31 años”, relata como quien cuenta un milagro. Corría el año 2005 y había pasado una década de su ascenso con Cañuelas a la C.

La carrera de la Vieja Moreno hasta ese momento bien podría haberse dado por hecha, pero ante esa consulta la respuesta es seca: “Jamás”. Entonces, agrega  tirándole un sombrero a las cuestiones del calendario de un futbolista: “Me contaban que costaba mucho dejar el fútbol y estar del otro lado. Entonces decidí que yo no iba a dejar al fútbol, él no me iba a tener que dejar a mí. Y acá estamos. Pasaron más de 13 años desde que jugué en Primera y por ahora no pienso en el retiro. Voy a resistir, como a los 30, que pensaba que tenía 20 y le daba para delante con todo”.

La Vieja asegura que en todos estos años en los que fue olvidándose que debía colgar los botines lo mejor fue lo que dio en la cancha. “En todos los clubes a los que fui después de haber pasado los treinta y pico, las cosas las demostré en la cancha. Ahí se ve si sos bueno o malo. Mientras pueda darle una mano al equipo y a los compañeros, allí estaré. Yo tuve el anhelo de jugar al fútbol, no sé hacer otra cosa, eso me lleva a seguir y estirar la carrera que ojalá me dure toda la vida. Sé que no va a pasar, pero por el momento aprovecho y disfruto. Nunca me puse plazos para nada, ni a los 20 ni a los 30 ni a los 40. Vivo el día a día”, relata mientras anda ilusionado como un chico para que lo citen a concentrar en Lafe.

La Vieja Moreno ni siquiera hace la promesa que retirarse si asciende con el Villero esta temporada. “Sería un sueño hermoso ascender con el club del que soy hincha desde chiquito. No se me dio cuando volví en 2010, pero, quién te dice, por ahí juego unos partidos en la B Metropolitana si se me cumple el sueño”, responde ante el pedido en vano de establecer una fecha para decir adiós.

Nunca un apodo fue tan premonitorio. Se lo pusieron a los 19 años en Cañuelas. Y a los 44 se mantiene como una leyenda del ascenso. La “Vieja” no podía faltar en Enganche.