¿Qué puede ser un libro de artes escénicas? Se pueden ensayar varias respuestas: es la documentación del acontecimiento artístico, es su fantasma, su representación, o bien desde una perspectiva contemporánea es una nueva escena. Volumen. Escena editada, propuesta curada por la editora y artista cordobesa Gabriela Halac, que combina la venta y exposición de libros, lecturas performáticas, talleres de edición y escritura, y espacios de reflexión, empezará hoy y se extenderá durante tres días, hasta el miércoles, en el Teatro Cervantes. En la zona liminal entre la puesta en escena y la lectura, la programación incluye performances a cargo de Lucas Condró, Diogo Liberano (Brasil) y Mariana Obersztern. La feria de libros desplegará un mapa de ediciones teatrales independientes de Iberoamérica con la inclusión de Con tinta me tienes (España), Criatura (Uruguay), Ediciones DocumentA/Escénicas (Argentina), Entropía (Argentina), Escénicas.Sociales (Argentina), Eternos Pasajeros/ La Periférica (Argentina), Javali (Brasil), La uÑa RoTa (España), Libretto (Argentina), Libro Disociado (Argentina), Libros Drama (Argentina), Oximoron (Chile) y Pánico al pánico (Argentina).

“En la antigüedad cuando se hablaba de un texto dicho por un actor se decía ‘escritura vocal’, cuando la escritura todavía no tenía siquiera signos de puntuación, el intérprete –quien ponía voz a esos textos– era quien tenía la capacidad de leer y con su voz transmitir a los demás el contenido de ese escrito. El interior del actor era un espacio de escritura y la forma de hacerse pública”, recuerda Halac a PáginaI12. “La relación entre la palabra escrita y la palabra hablada existe porque la palabra puede habitar ambos mundos, pero en cada uno se constituye en escenas de lectura diferentes, tanto en términos de materialidades como de temporalidades. Cada escena –el teatro y el libro– tiene su lenguaje, sus convenciones, sus estrategias y su circuito. Un libro es una escena dilatada en el tiempo mientras que el espectáculo teatral tiene una duración precisa, un comienzo y un final determinado. La tensión se produce a mi entender porque algo que es uno se bifurca y aparece lo otro. Por lo tanto cuando editamos materiales que habitan el mundo de las artes escénicas, se expande el universo. Esa complejidad se suma a la tarea ya de por si compleja de editar”, plantea la curadora. 

“El libro podría quedar pegado a un acontecimiento pasado o la escena podría quedar comprometida al texto publicado desde una perspectiva de fidelidad con el autor y en tal caso cumplir la función de partitura. En ambos casos, el acontecimiento de lectura se debilita y el libro pasa a ser el testimonio de una ausencia –advierte Halac, editora de DocumentA/Escénicas–. Por otra parte, cuando hablamos de libros, existe una tendencia a que nos aferremos a una postura logocéntrica, algo que por fortuna la escena contemporánea hizo estallar dando por sentado una idea mucho más amplia de texto, el texto como un tejido en el cual el texto no es el único material significante. Y entre los materiales escénicos fundamentales está el cuerpo. Pina Bausch decía algo que me parece maravilloso para pensar: ‘el cuerpo es un texto que se resiste a la publicación’, y yo diría algo más: ‘la escena es un texto que se resiste a la publicación’, en ese sentido el gran desafío de cualquier editor es deshacerse de la tradición del libro y preguntarse: ¿cómo se publica un cuerpo? ¿qué es un libro? ¿cómo vinculo esta escena a la otra escena?”.

“Las mutaciones de nuestro presente modifican los soportes de escritura, las técnicas de reproducción y diseminación y las formas de leer. Eso quiere decir que si hoy ponemos en un buscador el título de cualquier obra nos encontraremos con una cantidad de material diseminado que nos acerca videos, fotos, comentarios, notas de prensa. Hoy un director de teatro recibe el texto de un autor que le interesa en un archivo adjunto por correo electrónico. En ese contexto, ¿qué sentido tiene un libro de artes escénicas? Y allí creo que cada editor ensaya una respuesta diferente. Desde mi lugar creo que es una gran oportunidad para emancipar al libro de teatro de sus obligaciones de documentación o de partitura y volver a situarlo como un objeto que articula un pensamiento o un acontecimiento que construye su propia escena”, explica la editora y curadora. “Por otro lado parece obvio decir, pero un libro no es necesariamente un texto, es más, un libro puede evitar la centralidad de la palabra, abrirse y expandir el concepto de obra. Pero además vivimos en un contexto donde la visualidad, la relación que establecemos con los materiales están cargados de sentidos, refieren a mundos determinados y construyen identidades. La escritura tiene históricamente el peso de la conservación y eso es lo que la vincula muchas veces a la idea de fijar, de ser huella. Pero esta concepción la circunscribe a ser rastro de algo que no está. Me interesa particularmente el pensamiento de Ulises Carrión, él habla que cualquier libro existente eventualmente desaparecerá y que esa fatalidad es un incentivo para ubicar a los libros dentro de la categoría de organismos vivos”.

No es frecuente encontrarse con editores que elaboren teorías y prácticas de largo aliento. Halac, autora de Visitas a la Perla, está entre las excepciones. “Un libro contemporáneo juega un rol en el campo de batalla de las ideas que se dirimen en su tiempo; no son espacios de consagración sino espacios de debate, de ruptura, de puesta en escena de  propuestas periféricas, de aparición de nuevas voces, formas, materialidades, modos de circulación, relaciones humanas y economías que por lo general están descentradas y son alternativas a lo dominante”. El público que visite Volumen se va a encontrar un panorama diverso tanto en formatos de publicaciones como en modelos editoriales. “El punto de unión es el trabajo con teatralidades y autores que construyen una crítica a la sociedad contemporánea, su relación con performatividades donde el texto no es lo central de la obra y formatos de escritura que rompen con la estructura de la dramaturgia tradicional –explica la editora–. Son editores que recuperan el pensamiento de los autores con los que trabajan, que revalorizan procesos, que recuperan materiales periféricos a las obras, que nos acercan autores que no conocemos y que en algunos casos desarrollan trabajo de investigación editorial para llegar a un libro. En definitiva, que están metidos en el acontecer de la escena contemporánea dando riendas sueltas a eso que implica formar parte del movimiento, proyectos que no están motivados por qué va a vender más en el mercado, sino que están implicados en la escena y encuentran en el campo editorial un modo de amplificarla y hacer que esa escena viva en el espacio de un libro”.