Suena la alarma de incendio. Barry Kane y su amigo Mason, trabajadores de una fábrica de aviones militares en California durante la Segunda Guerra Mundial, salen como todos los operarios corriendo hacia el hangar donde reposan los aviones. Mason, intrépido, en un gesto de heroísmo se presta a tratar de contener el fuego. Barry le alcanza un matafuego, que a su vez le entregó Fry, otro trabajador. Cuando Mason acciona el extintor, las llamas estallan, lo cubren, lo matan. Barry ve morir a su amigo mientras los aviones van explotando uno a uno. 

La investigación comienza inmediatamente. En épocas de guerra el tiempo es un arma. Interrogado, Barry relata lo sucedido y afirma que solo estaban en el momento fatal Fry y él. Y recuerda que fue Fry quien le pasó el extintor. Terminada su declaración, los investigadores piden que declare Fry, que no aparece. Nadie lo vio, no hay registros de él. Las sospechas comienzan a caer sobre Barry porque se descubre que el extintor estaba lleno de combustible. La conclusión es obvia: alguien  sabotea la fábrica y Barry es el principal sospechoso y responsable de la muerte de Mason.

Es la trama inicial de “Sabotaje”, dirigida por Alfred Hitchcock en 1942  con guión de Peter Viertel, Joan Harrison y Dorothy Parker. Barry (Robert Cummings), comienza una fuga para salvar su libertad, pero sobre todo  para encontrar a Fry (Norman Lloyd). En su búsqueda desesperada, descubre que Fry está vinculado a una propiedad en California. Debe llegar como sea. Es el único vínculo que puede probar la existencia de Fry. Cuando llega, encuentra un gran rancho ganadero. Al preguntarle por Fry, el dueño Charles Tobin (Otto Kruger) primero niega conocerlo y luego revela que Fry trabaja para él. Tobin es el jefe de una organización nazi, integrada por honorables ciudadanos y, como en su caso, de elevada posición económica. 

¿Quién va a creerle a Barry? ¿Cómo va a acusar a Tobin, un ciudadano respetable y acaudalado, si él ya es sospechoso del sabotaje de la fábrica?

Antes de que Tobin lo entregue a la policía, se escapa. En desesperada carrera, conoce a Pat Martin (Priscilla Lane), quien al principio no le cree. Pero de a poco Barry le va demostrando la verdad. Descubren el posible sabotaje a una represa y que la organización nazi, conducida por Tobin, quiere atentar contra un acorazado en Nueva York. Tratan de llegar a Nueva York en la caravana de un circo que les da refugio y transporte. Se salvan de la requisa policial por la valentía de la Mujer Barbuda y el Hombre Esqueleto, estrellas del circo y sus mejores protectores. En Nueva York descubren que el atentado contra el acorazado Alaska es inminente. Finalmente, en una mítica escena en la propia Estatua de la Libertad, Barry encuentra a Fry, que le da una dura pelea pero cae al vacío y muere. El dilema para Barry y Pat es cómo ciudadanos estadounidenses quieren sabotear a su propio país. Si llegan a tiempo al Alaska lo dejamos en suspenso, aunque sí les digo que Tobin, el jefe de la organización, logra escapar. 

¿Por qué publicar una reseña de “Sabotaje”? Por alguna extraña razón, el llamado a la rebelión fiscal de Milei-Espert me hizo acordar a “Sabotaje”. No los acuso de nazis, ni nada por el estilo, pero así como Barry no entendía cómo ciudadanos norteamericanos atentaban contra su país, yo me pregunto por qué Milei-Espert quieren producir un sabotaje fiscal  a la Provincia. El mismo Presidente Javier Milei llama a que no se cumpla la ley. ¿Por qué quieren sabotear los sueldos de los docentes, la policía bonaerense y las enfermeras, y dejar sin insumos a los hospitales? Veamos un poquito los argumentos que se esgrimen. Tal vez nos den alguna explicación porque, como Barry, estoy desconcertado.

El diputado José Luis Espert, con el explícito aval de Milei, llamó a una rebelión fiscal, calificando la suba de los impuestos, muy particularmente el rural,  como un impuestazo. ¿Será una mera casualidad que el diputado Espert es propietario rural? Con prístina claridad, Cristian Girard, director de la agencia de Recaudación de la Provincia de Buenos Aires, ARBA, señaló que no existe tal impuestazo. Aclaró que el 99 por ciento de los propietarios recibieron aumentos con topes del 200 por ciento, muy por debajo de la inflación. Y que en términos reales el impuesto rural es un 18 por ciento menor que en 2019. Y que la mitad de las partidas pagan un 83 por ciento menos que en 2019. 

Todo esto surge de la aplicación de la ley Impositiva 5479, aprobada por amplia mayoría en la Legislatura bonaerense. La ley busca una escala de topes progresivos. Como Girard dijo "se definieron topes de 140 por ciento para 112.117 partidas, el 37,28 por ciento del total; de 180 para 46.432 partidas, el 15,44; de 190 para 60.874 partidas, el 20,24; y de 200 por ciento para 79.162 partidas, el 26,32 por ciento. Y quedan por fuera de esos topes las propiedades con una base imponible superior a $198.940.000 de pesos”. 

Ese universo al que no le pusieron topes representa apenas 2138 partidas, el 0,71 por ciento del total de partidas rurales existentes. que alcanza a 300.723. Estamos hablando de propiedades con un valor comercial superior a los 3 millones de dólares. La conclusión es contundente: el 99 por ciento de los propietarios rurales recibió este año incrementos por debajo de la inflación. En los hechos, el gobernador  Axel Kicillof no solo no promovió un impuestazo, sino que por el contrario los ajustó por debajo de la inflación y bajó la carga tributaria.

Como Barry, me sigo preguntando por qué. Encuentro dos explicaciones. En primer lugar, que el concepto de progresividad tributaria los enloquece, los turba. Pero, como nos recuerda Jorge Gaggero en “La Progresividad Tributaria: su origen en occidente, su apogeo y extravío en Argentina”, la progresividad tributaria es un tema clave en las disputas políticas y sociales ya desde la Convención de 1791. Hasta estaba en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, que decía que “los ciudadanos cuyas rentas no excedan lo necesario de su subsistencia deben ser dispensados de contribuir a los gastos públicos. Los otros deben soportarlos progresivamente según la magnitud de su fortuna”. 

Así que, Milei-Espert, su planteo es un poquito añejo. Hace apenas 235 años ya fue abordado.

Segunda hipótesis: ¿será que Espert está buscando base electoral para una futura candidatura y de paso cañazo quiere congraciarse con los sectores que hicieron de la elusión fiscal una práctica corriente? Son lo que, por ejemplo, subdividen inmuebles en diversas partidas para pagar menos. Al respecto, se sugiere leer “El impuesto Inmobiliario Rural en la Provincia de Buenos Aires: del modelo agroexportador a la valorización financiera", publicado en  Realidad Económica 149, 1997, por Enrique Arceo y Eduardo Basualdo.

Como Barry, estoy desconcertado. ¿No será que en este sabotaje el acorazado se llama Gobernador Kicillof?