Escena 1. Roma, lunes 12 de febrero de 2024. Entrevista exclusiva al presidente Milei en el programa Cuarta República, donde dice: “Filosóficamente soy un anarcocapitalista y, por tanto, siento un profundo desprecio por el Estado. Creo que el Estado es el enemigo, una asociación criminal (...). El Estado es también el ladrón estacionario más grande del mundo. (...) Por eso me di cuenta de que la única forma que había para entrar al sistema era dinamitarlo”.

2ª Escena. Transcurre en Constitución, Buenos Aires, el lunes 12 de febrero de 2024 por la tarde, en una unidad de la Línea 28 de colectivos: Un hombre subió al vehículo con su esposa y su hijo, quienes siguieron camino hacia la parte de atrás de la unidad. "Hola, perdón, pero no tengo para pagar. Me gasté toda la plata en la comida ¿Puedo viajar gratis, por favor?”, fue la súplica del hombre al chofer.

Ante la negativa del colectivero, comenzó a subir la temperatura. En plena discusión el chofer del colectivo sacó una suerte de picana eléctrica y amenazó a la familia, que terminó bajando del colectivo.

¿Hay alguna relación entre la escena 1° y la 2ª? Desde mi entender no sólo hay una relación sino que la segunda escena anticipa una situación social que se va a generalizar. Hago hincapié en la frase de Milei: “Por eso me di cuenta de que la única forma que había para entrar al sistema era dinamitarlo”.

¿Cómo entender dinamitar el Estado? ¿Cuáles pueden ser sus consecuencias?

En general se entiende que dinamitar el Estado es desregular la economía, eliminar todo tipo de controles, subsidios, etc. Sin embargo, la desregulación que propone el presidente libertario afecta directamente al vínculo social. La eliminación de todos los sistemas que regulan el lazo entre un individuo y otro en la sociedad sólo puede llevar a que se imponga la ley del más fuerte. Pongamos por caso la escena 2ª, donde el “dueño” del colectivo ejerce con violencia su “derecho” a decidir quien viaja y quien no. Lo mismo vale para el contrato que pueda establecer un futuro inquilino con el propietario del bien a alquilar. Al no haber ley de alquileres, no hay quien regule la modalidad del convenio. El propietario podrá decidir a su arbitrio cuánto cobrará, durante cuánto tiempo y a la otra parte sólo le queda aceptar o no. Algunos podrán pensar que dependerá de la buena voluntad de las partes, sobre todo del dueño de la propiedad.

¿Por qué tiene que haber intervención del Estado en cuestiones privadas?, se preguntan los libertarios. Entre un individuo y otro. Aquí es donde el psicoanálisis aporta una respuesta. Es que el individuo, que significa indivisible, que no se puede dividir, es un concepto que fue cuestionado y refutado por el psicoanálisis.

En la constitución del yo del sujeto humano interviene el Otro y el otro, es decir, el semejante. El otro especular es el objeto de la identificación narcisista, entendiendo por identificación la transformación acaecida en un sujeto cuando asume una imagen. La relación narcisista con el otro tiene como correlato la agresividad. El dilema es yo o el otro. Frente al otro especular se desarrolla el drama de los celos primordiales, arquetipo de los sentimientos sociales, competencia, rivalidad, envidia entendida como querer que el otro no tenga lo que tiene. En la estructuración del sujeto, el Otro funciona como Terceridad en la relación entre el yo y el otro.

El tercero no es pura presencia, si así fuera no habría más que multiplicación de dualidades.

Es la función asimétrica, la Terceridad, la que representa algo inagotable para cualquier relación de complementariedad.

Ej.: Si cuando dos sujetos intercambian la palabra no hubiera un horizonte de lo que queda más allá, no sería posible caracterizar allí una relación donde el intercambio mienta algo perdido. Es más, esa rela­ción sería, a su vez, saturable en una complementariedad sin intercambio, cada uno saturaría al otro sin resto. Esta saturación facilitaría el surgimiento de los sentimientos sociales antes mencionados, llevando a los yoes a una lucha a muerte, donde uno de los dos se impondría por ser poseedor o creerse detentador de la propiedad privada. Esta concepción del sujeto dividido entre consciente e inconsciente y el descubrimiento de la pulsión de muerte llevó a Freud a plantearse cómo era posible la convivencia de los seres hablantes en una comunidad, en una sociedad. La respuesta que da es que la civilización ha creado instituciones, institutos que regulan la relación con el otro. Instituciones que median, que funcionan como una Terceridad, que son pacificadoras y ponen un freno a la violencia que genera la ley del más fuerte. Por supuesto que esto en el marco de un sistema capitalista que está basado en la explotación de grandes mayorías sociales. Hoy nos encontramos frente a una nueva forma que es conocida y “aceptada” como globalización del capitalismo financiero. Esta nueva forma de capitalismo multi­culturalista post-Nación-Estado es devastadora, podemos sin dificultad acompañar a Derrida y coincidir con su descripción de los efectos de éste. Afirma Derrida sin vueltas: “Jamás la violencia, la desigualdad, la exclusión, el hambre, han afectado a tantos seres humanos en la historia de la tierra” ... ”nunca en términos absolutos, nunca en la tierra tantos hombres, mujeres y niños han sido exterminados”.

El delirio libertario de Milei encastra perfectamente con la locura del discurso capitalista, pues propone que los ciudadanos no tengan con qué hacer lazo social y por lo tanto apunta a la disolución del mismo y a la producción de una subjetividad caracterizada por un individualismo casi autista que hace pensar en la primera y más pobre de las figuras hegelianas: la del goce inmedia­to sin reflexión alguna.

Sin salir del sistema capitalista es posible pensar que existen otras concepciones del Estado que, por supuesto, no son perfectas pero que permiten una sociedad más equitativa. Para muestra sólo basta un botón, así que voy a citar un fragmento que muestra lo opuesto a lo que el presidente Sin-Ley está realizando:

"Sabemos que el mercado organiza económicamente, pero no articula socialmente, debemos hacer que el Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona. Es el Estado el que debe actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo permanente de inclusión y creando oportunidades a partir del fortalecimiento de la posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda, promoviendo el progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno. Es el Estado el que debe viabilizar los derechos constitucionales protegiendo a los sectores más vulnerables de la sociedad, es decir, los trabajadores, los jubilados, los pensionados, los usuarios y los consumidores. Actuaremos como lo que fuimos y seguiremos siendo siempre: hombres y mujeres comunes, que quieren estar a la altura de las circunstancias asumiendo con dedicación las grandes responsabilidades que en representación del pueblo nos confieren”. Fragmento del discurso de asunción de Néstor Kirchner, 25 de mayo de 2003.

Claudio R. Boyé es psicoanalista.