En el quinto programa de esta temporada en el Teatro Colón, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires ofrecerá un programa variado, en el que el Concierto para piano en La menor Op. 16 de Edvard Grieg –con la participación del gran pianista suizo-canadiense Teo Gheorghiu como solista– y la Sinfonía Nº 12 en Re menor Op. 112 de Dimitri Shostakovich, dialogarán con Lágrimas de Tahuarí, obra del compositor argentino-francés Gabriel Sivak que se estrena en Buenos Aires. El concierto tendrá lugar el viernes 24 a las 20 y contará con la dirección del venezolano Manuel Hernández Silva.

Podrían ser las licencias imaginarias que permite la referencia a las tradiciones folklóricas, entendidas como paleta de sonidos y catálogo de gestos identitarios, lo que mancomuna las obras del programa. Hay ecos de Noruega en el Concierto para piano de Grieg, que apela a las tradiciones folklóricas de su tierra natal desde su vivencia romántica, del mismo modo que la Rusia de Prokofiev, que evoca en su sinfonía los hechos de 1917, se recompone en su Sinfonía nº 12. En la misma dirección, Lágrimas de Tahuarí, de Gabriel Sivak, es la reconstrucción sonora de una experiencia directa en el Amazonas. En 2022 el compositor vivió un tiempo entre los indios Kuikuros, en el Brasil profundo, desde donde regresó con las ideas y la comprensión necesarias para cumplir con el encargo de la Orquesta des Pays de la Loire y la Fondation Banque Populaire.

Como supieron hacer Heitor Villa-Lobos y más acá en el tiempo Egberto Gismonti, ante un mundo desconocido, Sivak se nutrió de naturaleza exuberante y experiencias fuera de lo común, que le brindaron a su música otras texturas sonoras, colores étnicos y rítmicas tribales, además de sensibilizarlo sobre el aspecto destructor del hombre frente a la naturaleza. "Hacía tiempo que venía con la idea de una obra inspirada en el Amazonas. En 2019, cuando se incendiaba frente a los ojos del mundo entero, mientras Bolsonaro decía que no era para tanto, empecé a escuchar dentro de mi cabeza una música en la cual había más sustancia para escribir, y esa sustancia estaba condicionada por la coyuntura. Ahí decidí concretar el proyecto”, cuenta Sivak a Página/12.

Los textos sobre biodiversidad de Humboldt y los de antropología de Levi-Strauss acompañaron la tarea de recolección de materiales sonoros útiles que Sivak emprendió para comenzar a trazar la obra. “Profundicé las investigaciones en la música del Amazonas y poco después llegué al territorio Xingu, una reserva donde viven trece etnias. Ahí mismo empecé a componer, pero con la idea de darle un giro de tuerca dramático a la obra, una especie de teatro musical, pensando más en dar testimonio de cómo se vivía en ese territorio, que en exponer una mera descripción sonora del paisaje. Más denuncia que color, digamos”, cuenta el compositor. “Cuando tuve una cantidad importante de bocetos, empecé a seleccionar, basándome también en mi experiencia en la selva”, agrega.

Lágrimas de Tahuarí se articula en cinco momentos. “Entrada no mato”, el primero evoca el ingreso a la selva y el ritual Kwarup con el que los indios exorcizan el dolor por la muerte de un ser querido. “Ahí traté de reinterpretar con la orquesta europea los sonidos de las flautas, que utilizan mientras caminan, apelando a la técnica de multifónicos con los fagots”, explica Sivak. El segundo movimiento es ‘Huka-Huka’ y tiene que ver con un arte marcial practicado por los indígenas, una especie de sumo pero muy movido y sensual, para el que fui creando una textura rítmica con pizzicatos en las cuerdas. El tercer movimiento es ‘Aguas de Buriti’. Ahí la música sugiere la inmersión en la naturaleza. Buriti es el río donde nos bañábamos, que evoqué con una sonoridad de instrumentos sumergidos, que me resultó muy sugestiva”, continua el compositor.

“Danse et polyrythmie”, el cuarto movimiento, es una especie de imagen fija de la naturaleza cuantiosa. “Lo estructuré basándome en grabaciones de campo que hicimos metiéndonos en la selva en moto con un indio. Con ese material sonoro de insectos y cosas varias elaboré una serie de loops que resultó una base rítmica que trasladé a las cuerdas”, comenta Sivak, que para el final “Kuikuros” apeló a un ditirambo rítmico propio de las etnias del territorio Xingu. “Siento que con esta obra llegué al paroxismo de mi relación con Brasil, su música y su cultura”, concluye Sivak, que hace unos años compuso Suite Capoeira, para cuarteto de cuerdas, inspirado en rítmicas nordestinas, y fue durante un tiempo arreglador del guitarrista y compositor Toquinho.

Radicado en París desde 2005, Sivak, que en la actualidad trabaja en una ópera en colaboración con Alejandro Tantanián, ocupa un lugar destacado entre los compositores franceses de esta época. Sus obras son interpretadas regularmente en Francia por los solistas de la orquesta nacional de Francia, el coro de niños de Radio France, La orquesta des Pays de la loire, La orquesta de Picardie y La orquesta Colonne, por nombrar algunas; parte de su producción está grabada en cuatro álbumes monográficos. El más reciente, Danza en las aguas de Buriti (Casa Velazquez, 2023), contiene la grabación de Lágrimas de Tahuarí. “Es un orgullo muy grande volver a Buenos Aires y que mi música suene en el Teatro Colón, con la Orquesta Filarmónica. Es de alguna manera un círculo que se cierra en mi vida, esperando que se abra uno nuevo”, concluye Sivak.