Suele decirse que nunca se llega a conocer a los demás. Ni siquiera a los seres más cercanos. Que por más años compartidos y secretos confesados, el otro nunca deja de guardarse algo para sí. También podría afirmarse que nadie se conoce a sí mismo. Al menos desconoce aspectos de su personalidad, ocultos por los mecanismos culturales que atraviesan la sociedad o por el propio inconsciente. No es posible tener certeza de cómo uno podría reaccionar ante determinadas situaciones límites, aún cuando –en la teoría– crea saberlo. Al fin y al cabo, el ser humano no deja de ser un animal salvaje domesticado por la vida social. ¿Pero qué pasa cuando un disparador hace que el salvaje tome por asalto al hombre pensante y reflexivo? Esa pregunta es la que se pretende responder Animal, el film de Armando Bo, protagonizado por Carla Peterson y Guillermo Francella, cuyo rodaje acaba de comenzar en Mar del Plata. “Nuestra esencia surge en las situaciones límites. Somos animales adormecidos”, dispara Bo, el realizador que ganó un Oscar por el guión de Birdman, la película de Alejandro González Iñárritu.

La dupla protagónica y el director de Animal reciben a Página/12 en medio de un proyecto que los entusiasma, pero del que prefieren guardarse algunos detalles para no quemar la historia que cuenta. “Siempre es mejor sorprenderse mientras se ve la película”, coinciden. Lo que se sabe es que se trata de un film que dialoga con el estado de la sociedad actual, en el que se exponen los laberintos de las conductas humanas ante situaciones extraordinarias. El egoísmo y la ambición humana, en un mundo en el que el “sálvese quién pueda” atenta contra la propia voluntad, se expresan en un thriller psicológico que se rueda íntegramente en una ciudad icónica como lo es Mar del Plata para los argentinos (ver recuadro).

“Animal cuenta –toma la posta Francella– el universo de un ser de lo más común, Antonio, que trabaja en un frigorífico, en un cargo con cierta jerarquía: es gerente de planeamiento y ventas. Está casado felizmente con Susana (Peterson), con quien tiene tres hijos. Es un hombre respetuoso de las reglas, que supuestamente hizo todos los deberes de la buena gente. Su vida ha sido de manual. En todo: en lo laboral, en lo personal, en el mandato y la crianza. Hasta que un hecho fortuito, abrupto, le cambia esa vida tranquila. Ese disparador lo modifica, poniendo en juego todo ese sistema de reglas al que estaba acostumbrado. Es una situación que lo expone a elegir entre seguir las reglas o perseguir sus sueños.”

El arco emocional y dramático que atraviesa el personaje de Antonio será, en cierta forma, el eje de un relato que busca interpelar a       los espectadores, cuestionando sus propias conductas. “La película pone el foco en qué nos sucede a los humanos cuando enfrentamos una situación límite. Por ejemplo, ahora entra alguien armado a robar a este bar. Tal vez uno supone que tiene que estar tranquilo y no reaccionar. Sin embargo, hay situaciones en las que la reacción es impensada. No solo para los demás, que tienen una imagen de uno, sino también para uno mismo”, analiza Peterson, que vuelva a la pantalla grande tras protagonizar –junto a Diego Peretti– Mamá se fue de viaje, el film argentino más convocante de 2017 (la vieron más de un millón y medio de espectadores). 

Animal es un proyecto en el que Bo y Nicolás Giacobone vienen trabajando desde hace más de tres años, con varias reescrituras en su haber. “La idea fue contar –subraya el director de El último Elvis- cómo ante un disparador impensado, el protagonista empieza a hacer lo que realmente siente, más allá del deber ser. En esta sociedad en la que vivimos, tan plagada de reglas y preconceptos, muchas veces hacemos cosas no porque queremos sino porque debemos hacerlas. Hay una necesidad de Antonio de empezar a tomar decisiones por sí mismo y mas allá del sistema de reglas impuesto. Ninguna regla puede matar al instinto de supervivencia. La trama de la película descansa en el viaje de un personaje de lo más correcto hacia un destino incierto. Y de cómo repercute esa transformación en el resto de su familia”.

Guillermo Francella: –No todos reaccionamos de igual manera para atravesar situaciones poco comunes. La película expone cada uno de los puntos de vista. ¿Qué es lo políticamente correcto? ¿Qué es lo que nuestra naturaleza pide hacer? ¿Qué es lo que se debe hacer? No todos tenemos las mismas respuestas a un mismo interrogante.

Carla Peterson: –Lo interesante es esa multiplicidad de posibilidades que se expresan en la película. De hecho, cada vez que tenemos que ensayar una escena discutimos y debatimos cada posibilidad. Tratamos de corrernos de los personajes para poder poner el aspecto más bestial en la situación y dejar de lado el tapiz controlador. Hay una dinámica impulsiva muy interesante a la hora de pensar las escenas.

Armando Bo: –La película es un thriller psicológico, con un ritmo tremendo y una intensidad que crece. Estamos encontrando el tono. Una cosa interesante de Carla y de Guille es que en el momento más dramático sacan a relucir desde su registro una pizca de ironía que potencia cualquier diálogo. Hay una inteligencia actoral ideal, que hace que la película no sea un dramón, y se mantenga en los límites del thriller sin tenerle miedo al humor oscuro. Eso le aporta una sofisticación al relato.

–¿Esa fue una búsqueda voluntaria para darle aire al espectador ante la situación que atraviesan los personajes?

A. B.: –En la vida el humor está presente en todos lados. Depende de los puntos de vista, pero veo humor en cualquier situación. Obviamente, muchas veces uno elige reprimir ciertas ocurrencias. No siempre las explicita. En Animal tenemos la suerte de jugar con el humor, dada la sutileza que manejan los dos.

G. F.: –El humor aparece hasta en las peores tragedias. Lo interesante de la película es que no desarrolla un humor de trazo grueso, ni está expuesto forzadamente. Hemos trabajado mucho para encontrar ese tono que toca distintas cuerdas. Tenemos la suerte de que el que la dirige no solo la produce sino que también la escribe. Armando tiene hasta el sonido gestual de cada personaje y de sus vínculos. 

–¿Es de los directores que escuchan o tiene todo tan claro que no es muy receptivo a las sugerencias actorales?

G. F.: –Es un director muy democrático, alguien que escucha mucho. Armando tiene muy claro qué quiere contar y cómo desea hacerlo. Es permeable pero no dubitativo, lo que nos da confianza. Un director dubitativo transmite dudas a los intérpretes. Por supuesto, que escuche no significa que nos acepte todas las sugerencias. 

A. B.: –Llegamos con mucha solidez al rodaje. Es un guión que fue escrito muchas veces y al que los ensayos le aportaron mucho. Los guiones se vuelven creíbles en los ensayos. Por eso creo que es clave que un director escuche a sus actores, porque son ellos los que van a tener que darle verosimilitud a esa ficción. Un director necesita que los actores hagan creíble y verdadero el guión, por eso es clave su aporte. Después, lógicamente, esta mí punto de vista para decidir avanzar o no, editar los aportes, para que cualquier detalle esté en función de la historia.

–Si bien prefieren mantener en reserva el hecho que desata la trama, ¿se trata de un disparador social o individual?

G. F.: –Es un disparador personal pero que atañe al sistema. 

A. B.: –Por supuesto que hay una mirada sobre la sociedad actual en la película.

C. P.:–La película refleja las diferentes visiones sobre el mundo que conviven en la sociedad. Por eso, cada personaje cumple un rol dentro de la trama, con sus distintas maneras de reaccionar ante una misma situación. No existen dos personas iguales. Nadie sabe cómo va a reaccionar ante determinadas circunstancias ni cuál es la mejor manera de atravesarla. La teoría choca siempre de frente con la realidad. Uno se descubre a sí mismo en las situaciones que escapan a lo habitual. Lo interesante es que es una película que no trata de ser políticamente correcta. El arte permite romper con las reglas de lo establecido. 

A. B.: –La película juega con los puntos de vista. La mayoría de las cosas no tienen una única resolución. ¿Cuál es la verdad? ¿Quién puede jactarse de tener la manera adecuada y eficaz de reaccionar ante situaciones que nos sacan de nuestro foco? Hay puntos de vista, pero no verdades. Obviamente, el mundo y la sociedad en la que vivimos con una inspiración para poner nuestras preocupaciones en la mesa y jugar con la ironía y el drama. Estamos construyendo una historia que agarre de los huevos a los espectadores. La película dialoga con la realidad de todos los días.

–¿Animal recorre por la idea de que la convivencia social, el equilibrio individual, pende de un hilo?

A. B.: –No hay duda de que nada está controlado del todo. El tirador de Las Vegas del hotel era supuestamente una persona que nunca había mostrado signos violentos, y de repente se encerró con un arsenal en un cuarto y mató a mas de 40 personas. Los seres humanos necesitamos reglas para convivir, pero al mismo tiempo uno no puede dejar de preguntarse quién es el que pone esas reglas, quién dice qué es lo que debe ser. Y muchas veces nos dejamos llevar por reglas con las que ni siquiera estamos de acuerdo. ¿Por qué tenemos que estar de acuerdo con determinadas reglas sociales impuestas por un sistema socialmente injusto? La película explora estos temas. 

C. P.: –Hay algo incómodo en la película que es la sensación de que a cualquier ser humano le puede pasar cualquier cosa. Nadie está protegido de nada. Uno cree erróneamente que porque es una buena persona, tiene una vida ordenada y cumple con las reglas, nada malo le puede pasar. Esta familia nunca se imaginó estar viviendo esa situación que la descoloca. Haciendo las cosas bien o haciéndolas mal, la vida nos puede exponer a situaciones extremas. En el mundo actual, cualquier cosa te puede pasar. Vas a ver un show a Las Vegas y un loco empieza a los tiros sin razón aparente y tu vida cambia rotundamente.

–¿Animal deja una mirada optimista sobre la sociedad actual?

G. F.: –Antonio es un personaje complejo, porque a lo largo de la trama pasa por distintos estados. Me ayuda mucho el trabajo con Armando. Es un personaje que tiene un arco emocional amplio, pero no es oscuro. Tiene reacciones violentas, pero sin llegar a la de Michael Douglas en Un día de furia. Es un personaje que se desborda, al que le brota su ira cuando le modifican los planes, pero al que podemos ver en cualquier esquina de la Argentina. 

A. B.: –El título remite a que en el fondo no dejamos de ser animales, pero con mucho razonamiento. Cuando al ser humano se lo expone a situaciones límites le emerge su verdadera esencia. Nuestro ADN se manifiesta en las situaciones límites. Somos seres sociales, pero nuestro salvajismo nunca es neutralizado del todo.

G. F.: –Somos seres sensibles, por suerte. Sin nuestras emociones e impulsos la vida sería mucho más lineal y monocorde.