"¿Viste alguna vez un diamante? No, ¿verdad? Hay literatura sobre esto. Los diamantes son algo único. Absorben la luz exterior para transformarla en un arco iris", escribe Eduardo Sguiglia (Rosario, 1952) en El miedo te come el alma. Editada este año por Edhasa, esta nueva novela de espionaje y aventuras completa la trilogía iniciada con Ojos Negros y Los cuerpos y las sombras.

Eduardo Sguiglia es economista (UNR) y magíster en ciencias sociales (Flacso). Participó en los años '70 de agrupaciones y movimientos políticos en su ciudad natal. El aviso oportuno de un amigo leal que sigue desaparecido lo salvó de que lo secuestrara la dictadura. Tras su exilio en México, se radicó hace unos 30 años en Buenos Aires, donde fue profesor en la UBA e investigador de la UBA y el Conicet. Publicó investigaciones, ensayos y ficciones. Sus cuentos y novelas obtuvieron importantes reconocimientos internacionales, lo mismo que su labor diplomática. Entre otros cargos públicos, fue subsecretario de Política Latinoamericana de la Cancillería del gobierno de Néstor Kirchner, quien luego lo designó como el primer embajador argentino en Angola, donde estuvo desde 2005 hasta 2008. Allí conoció la cuenca diamantífera de Las Lundas, y los diamantes.

Ojos Negros (2010) transcurre allí, en el Africa subsahariana, mientras que Los cuerpos y las sombras (2014) se basa en un hecho real: el fallido atentado de la ERP contra el dictador Videla en 1977. El fracaso, en muchos niveles, es también el tema en esta nueva obra, que se sitúa en Berlín en 2011. Daniel, el protagonista, viaja allí desde Argentina con unos pendrives en el bolsillo de su sobretodo. Este lo protege de un mal tiempo que crea una excelente atmósfera, aunque tanta fidelidad a las convenciones del género del espionaje resientan la actualidad del verosímil tecnológico. Joven aventurero, Daniel se propone vender a buen precio los pendrives a una de las dos organizaciones rivales que valoran la información contenida en estos dispositivos, que Daniel obtuvo en la Patagonia. Pero se le adelantan, lo secuestran y lo interrogan a lo largo de dos horas y media que abarcan 177 de las 195 páginas del libro. Lejos de aburrir, el interrogatorio es narrativamente productivo, ya que los villanos se empecinan en saberlo absolutamente todo sobre su informante. Es así que Daniel se ve obligado a hacer el recuento de su novelesca vida.

Más cerca de las ficciones de Osvaldo Soriano que de las de Joseph Conrad (con quien se lo comparó), Eduardo Sguiglia despliega un rico tapiz de personajes secundarios, grupos y comunidades donde cada uno tiene sus manías, sus ideas fijas y sus rasgos que le otorgan una carnadura singular. La memoria de la historia argentina de los '70 irrumpe a través de viñetas cálidas y llenas de camaradería, donde lo inhóspito del clima no hace sino intensificar la confraternidad de unas improvisadas hermandades de hombres a la intemperie que evocan un poco el western clásico. Pero aquí, como en las novelas de Soriano, no se trata de una épica sino de antihéroes, de perdedores errantes a la deriva. Sin embargo, son ricos en cultura popular: pueden citar tanto una canción de Silvio Rodríguez como un cuento del Negro Fontanarrosa. La cultura los constituye, les da sentido y los acerca a sus lectores.