Si bien nació artísticamente en la televisión y manifiesta que su verdadero amor es el teatro, Florencia Peña, de vez en cuando, figura también en la pantalla grande. Tras cinco años alejada del cine (su última película había sido Dormir al sol, de Alejandro Chomski), ahora regresa con Soy tu karma, comedia de enredos que encabeza junto al español Willy Toledo y la colombiana Ana María Orozco. Allí, la actriz argentina encarna a Nuria, una médium que fracasa al realizar un viaje espiritista y termina siendo parte de un accidentado encuentro en el que se enfrentan todas las vidas de Renata, interpretada por Orozco, quien protagonizó la novela Yo soy Betty, la fea. El elenco de la película –que, por momentos, parece más televisiva que cinematográfica–, se completa con Boy Olmi, Leonora Balcarce, Luisa Kuliok y Silvia Pérez, entre otros. El film, ópera prima de Who, un director que en sus comienzos se vinculó a la publicidad y que prefiere mantenerse en el anonimato bajo dicho alias, se estrena mañana en la cartelera porteña.

La actriz, que trascendió en 1992 con su personaje “La Pechocha” en la tira Son de diez, comenta qué le interesó de Soy tu karma: “Me pareció una película original. El cine me cuesta mucho porque siempre estoy haciendo tele o teatro, y se me complica. Siempre es una cuenta postergada. Me llegó el guión cuando estaba terminando de filmar la miniserie Psiconautas, y me pareció distinto y divertido”, cuenta Peña. “Uno elige los proyectos por muchas cosas. Lo que tiene el cine es que uno nunca sabe lo que va a suceder. Me ha pasado de hacer otras películas que mejoraron el guión o que cuando las fui a ver eran muy distintas a como las había imaginado. El actor queda supeditado al director, porque las películas son del director”, agrega Peña. Respecto de su personaje dice que “extraño” y que cuando empezó a hacerlo se dio cuenta de que era “de ese tipo de personajes que pueden ser de muchas maneras”.

–A esta altura ya es una referente de la comedia. ¿Se siente cómoda en el género o le gustaría trabajar más en drama, por ejemplo?

–Depende. Hice en teatro Frankie & Johnny en el claro de la Luna, dirigida por Leonor Manso, que era un dramón, y me fue muy bien con eso. En la obra Los vecinos de arriba –de la que me fui por mi embarazo, pero ahora vuelvo– hago comedia y al final hago drama. Cuanto más grande sea el arco emocional, para mí es mejor, y es mucho más rico y productivo todo lo que pueda suceder. Me encanta el humor, es un terreno en el que siento que piso fuerte, pero me gustan también otras cosas. Me gusta el drama porque tiene una intensidad que se vincula con la que yo tengo también en mi vida.

–A Guillermo Francella se lo asociaba sólo con la comedia, pero gracias a su participación en películas importantes en las que mostró un cambio de registro, el público descubrió una faceta del actor que desconocía y que fue muy valorada. ¿Le gustaría tener una posibilidad similar?

–El cine es una especie de ghetto extraño. Las actrices bastante barrocas, como yo, no pegamos tanto con el cine. Por ahí, se eligen otro tipo de actores y, además, hay un circuito en el que, en general, siempre son los mismos. Más allá de que he recibido buenas críticas y que he recibido muchos premios, hay algo de no querer innovar en lo que no está probado. Nadie me llamaría ahora para hacer un drama en cine, no se le ocurriría a nadie. Y creo que tampoco se arriesgarían. Me pasa un poco también en la tele: hay una tendencia a creer que sólo soy una actriz de humor o comedia. 

–Por lo que dice, su escasa participación en el cine no se debe a una estricta decisión personal, ¿no?

–Me ha pasado también que me he perdido películas por no poder hacerlas, que después fueron películas muy lindas. Y en ese dejar pasar eso que no pude, no pude construir una historia en el cine, como sí la construí en el teatro.

–Si bien tiene una amplia trayectoria en televisión, ¿su mejor lugar de expresión es el teatro?

–Sí, lejos. Es el lugar en el que más me despliego y en el que he podido lograr personajes distintos. El que va a verme al teatro se encuentra con una actriz muy distinta a la que ve en la tele. Cuando me ven en un musical, me dicen: “No sabía que vos cantabas, que vos bailabas, que vos hacías drama”. Sorprender es lo que más me gusta. Con respecto al cine, y teniendo en cuenta que acabo de cumplir 43 años, tengo todas las posibilidades de empezar a crear esa carrera. Sólo que tengo que generar el espacio para que el cine aparezca. 

–¿Cómo nota el espacio para la comedia argentina en la televisión de estos tiempos?

–Nulo, fatal. Me quiero morir. Siempre pienso que si una comedia como Casados con hijos se repitió doce años y generaba el rating que generaba, ¿por qué no hacemos otra? No digo otra Casados con hijos sino otra comedia. 

–¿A que lo atribuye?

–No sé, la televisión cambió mucho. Empecé a trabajar a los 7 años y tengo 43, y el medio fue cambiando de una manera drástica, primero porque el cable creció mucho y ni hablar ahora de Netflix. La televisión de aire tiende a morir. No me parece que la podamos rescatar del todo. Lo moderno, lo que se viene, es hacer cosas para el cable, para Netflix, producciones lejos de la TV abierta, porque ésta te impone otros códigos. Tenés que ir a lo seguro porque se hace una ficción. No podés tratar de innovar o de ver qué se puede hacer de distinto. Hay un miedo todo el tiempo de pensar qué hacemos ahora, qué gente ve la televisión abierta y a quién le estamos hablando. Hice Psiconautas, que va por la segunda temporada, y sería imposible que esa serie pudiera tener cabida en la televisión abierta. Entonces, está bueno poder generarlo, hacerlo en otro contexto. Creo que a la tele le pasa que está fuera de contexto y estamos tratando de entender a quién le estamos hablando. Ahí nos perdimos un poco.

–Hay quienes dicen que es más difícil hacer reír que llorar. ¿Usted que piensa?

–Es muy difícil hacer reír porque es un don que no te pertenece. Es como cantar. Obviamente, podés perfeccionarte. De hecho, yo me perfeccioné. Desde que hice mis primeros trabajos humorísticos en el programa Chabonas hasta el día de hoy, fui entendiendo más cómo era el código. Pero ese es un don que tenés o no. Si no cantás, por más que estudies canto toda tu vida, podrás entonar algo, pero no cantar. Es lo mismo con la gracia. Además, es algo que uno no puede definir: “Ahora voy a ser graciosa”. No, eso no se decide. Alguien te dice: “Che, qué graciosa”, o te contratan porque sos graciosa, y empezás a darte cuenta de que lo sos. Pero no lo decidís. 

–Debutó a los 7 años en Festilindo pero, ¿su salto a la popularidad fue con la tira Son de diez?

–Sí, a los 16 años empecé con la tira. Había hecho antes el programa Nosotros y los otros, de Rodolfo Ledo, que había sido muy exitoso. Y esa fue la plataforma para saltar a Son de diez. Ese fue el programa más exitoso, que más famosa me hizo y el que más conflictos me generó por la edad que tenía, por lo que para mí significaba la fama y porque ese fue el momento en que decidí que iba a ser actriz, con lo que eso significaba.