Con la presentación de Haydée Schvartz culminó el martes en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín el Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea. Autorretrato, se llamó el recital de la pianista, que incluyó obras de Mauricio Kagel, Thomas Adès, György Kurtág, Dai Fujikura, Pawel Szymanski, Jürg Frey y Alvin Curran. Por exigencia técnica y espesor musical, se trató de un programa en varios sentidos temerario para público e intérprete, aun en el marco de un ciclo especializado en músicas de investigación creativa, que Schvartz, desde hace años una de las más formidables intérpretes de este repertorio a nivel internacional, supo resolver con maestría técnica y sensibilidad musical. 

En la compleja trama de convergencias y divergencias que entrado el siglo XXI sustenta la tradición de la música contemporánea, resulta por lo menos arriesgado intentar enunciar tendencias sin caer en los excesos de la síntesis. Es posible sin embargo pensar que el conjunto de obras elegidas por Schvartz para componer su autorretrato, estuvo en su variedad de alguna manera atravesado por la idea de música sobre música, la intertextualidad como manera de dialogar con una tradición que al final de cuentas, espectro o materia, cunde como referencia inexcusable.

El concierto comenzó con An tasten, de Kagel, una obra de 1977, un estudio sobre el movimiento perpetuo y también las densidades instrumentales, que alejado de los gestos rupturistas del serialismo y la atonalidad que caracterizaron la idea dominante de buena parte de la producción de la segunda mitad del siglo XX, traza un paisaje personal, de aparente quietud e imprevisible destino. En el mismo sentido, Darknesse visible, del inglés clase 1971 Thomas Adès, se sirvió de una canción de John Dowland. Si la intertextualidad sirvió a Adès para extrapolar la melancolía yacente en la canción del compositor renacentista –“En la oscuridad déjame dormir”, dice el texto–, en Játékok, una serie de breves estudios para piano del húngaro György Kurtag de la que Schvartz ofreció una selección, ese recurso es más bien un impulso para el juego. Tanto envión lúdico se coronó enseguida con Milliampere, de Dai Fujikura, escrita en 2007 para piano de juguete. Ante el teclado mínimo de un pianito, Schvartz reflejó con la seriedad que todo juego exige la obra del compositor anglonipón, que logra delimitar un espacio sonoro en el que el timbre enclenque y latoso del juguete trasciende la broma para asumir de algún modo los protocolos de la “verdad pianística”.

La segunda parte del programa fue contundente, con una intérprete inspirada ante un repertorio atravesado por múltiples referencias y una escritura rigurosa. Schvartz reflejó con precisión y gracia la articulada densidad de los Dos estudios del polaco Pawel Szymanski, escritos en 1986. Primero con acordes en ambas manos y enseguida con superposiciones de filigranas melódicas, en ambos retumba continuamente alguno de los Bach posibles. La sugestiva secuencia suspendida en el tiempo de Extended Circular Music nº2, del suizo Jürg Frey, una especie de Morton Feldman con horario reducido, fue preludio para el jubiloso final con For Cornelius, la obra con que el norteamericano Alvin Curran rinde homenaje a Cornelius Cardew, el compositor británico muerto en un accidente automovilístico en 1981, cuyo pensamiento ecléctico, inclusivo e irreverente respecto al canon musical de la contemporaneidad abrió nuevos horizontes a generaciones sucesivas de compositores. Y acaso marcó también al bien logrado Autorretrato con el que Schvartz puso un broche de oro al Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea. Un ciclo que en su 21º edición, a partir de este año con la dirección artística de Diego Fischerman, mostró la vitalidad de valiosas expresiones de la experimentación musical de estos tiempos. 

Tras los conciertos queda todavía una función de los encargos de Danza al borde en colaboración con este ciclo, con el Ensamble Tropi, dirigido por Haydée Schvartz, y la Compañía de Danza de la UNA, a cargo de Roxana Grinstein. Será este sábado a las 19 en el Teatro de la Ribera.