A un año de la muerte de Fidel Castro, en Cuba resalta el cumplimiento de su última voluntad. No hay un solo lugar público que evoque su nombre. Ni un monumento, ni una calle, ni un museo, ni un estadio de béisbol. Tampoco se machacó con su imagen en los actos para recordarlo, más bien lo contrario. La austeridad dominó la escenografía de los homenajes, que tuvieron como eje evocativo una velada político-cultural en las escalinatas de la Universidad de La Habana. La discreción del gobierno y de la gente de a pie no implica un distanciamiento con su figura. Mucho menos con su legado revolucionario. El líder siempre pretendió que se recordara su obra. Y en eso están los cubanos, porque como él decía el 13 de marzo de 1966 “no es necesario estar viendo una estatua en cada esquina, ni el nombre del dirigente en cada pueblo, por todas partes”. En la isla van por otro camino: discutir su pensamiento en medio de las dificultades e incluso en vísperas de las elecciones municipales que se realizarán hoy (ver aparte).

  El 25 de noviembre del 2016, el jefe guerrillero surgido del asalto al cuartel Moncada moría en La Habana. La misma fecha de su desembarco con el yate Granma, pero 60 años antes. Una coincidencia notable entre dos hechos que marcaron y marcarán el destino de la Revolución. Fidel la encabezó desde la Sierra Maestra, junto al Che Guevara, Camilo Cienfuegos y 79 combatientes más. Entre ellos estaba Raúl Castro, quien ya anunció que abandonará la presidencia el 24 de febrero del año próximo. Ese proceso que ya superó las seis décadas se acerca al final de un ciclo. En las elecciones nacionales a la Asamblea del Poder Popular se elegirán 612 diputados y no habrá un Castro como candidato. 

  En ese contexto de transición, Cuba homenajeó a su líder histórico. Eligió para hacerlo un sitio simbólico por lo que proyecta. La Universidad habanera. Sin pompa y sobre sus escalinatas, la velada político-cultural aglutinó a una gran mayoría de jóvenes. Hubo proyecciones, canciones, danzas y lectura de poemas con artistas varios. Estuvieron desde Vicente y Aurora Feliú hasta Annie Garcés, la joven cantante cubana que le puso la voz a un tema de Raúl Torres que recorre la isla de Oriente a Occidente: Cabalgando con Fidel.  

  Los medios oficiales siguieron las alternativas del acto: Cubavisión, Radio Rebelde y Radio Habana Cuba transmitieron en vivo desde la gran explanada de la Universidad donde cada 27 de enero se realiza la tradicional Marcha de las Antorchas. Puertas adentro, en los claustros, empezó a estudiarse el pensamiento de Fidel. Ya hay una cátedra honorífica sobre Castro. También se abrió otra en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba. Esos espacios académicos que estimulan la discusión sobre el legado del líder revolucionario no están alcanzados por la ley de diciembre del año pasado que prohibió el uso de su nombre “para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles y otros lugares públicos, así como cualquier tipo de condecoración, reconocimiento o título honorífico”.

  El homenaje con mayor presencia oficial se dio en un teatro el día anterior al primer aniversario del fallecimiento de Fidel. Participaron el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Leopoldo Cintra Frías y el ministro del Interior, Julio César Gandarilla Bermejo. El auditorio estaba colmado de militares y el personal que participó en el cortejo fúnebre que acompañó los restos de Fidel hacia Santiago de Cuba. Su tumba se encuentra en la segunda ciudad más importante de la isla. En el cementerio de Santa Ifigenia y protegida por una inmensa piedra de granito gris, se lee sobre una placa de mármol verde, simplemente Fidel.  

  De esa austeridad de recursos en la evocación de Castro, alejada del culto a la personalidad de líderes comunistas como Stalin o Mao, o de otras ideologías políticas, ya hablaba un famoso historiador estadounidense: Arthur Schlesinger Jr. En 2001, cuando visitó Cuba y Fidel todavía se encontraba al frente del gobierno, comentó: “Es difícil encontrar un cartel o incluso una postal de Castro en ningún lugar de La Habana”. 

  Las nuevas estatuas del líder cubano hay que buscarlas en otros países. Desde Crimea en Rusia a Bloemfontein en Sudáfrica, donde el año pasado se levantó una de Fidel junto al luchador contra el Apartheid, Oliver Tambo. También hay una plaza que lleva su nombre en Moscú. En la isla puede haber miles de fotografías o grafitis con frases de Fidel. Como también las hay de Martí, Camilo o el Che. Pero no tienen la institucionalidad de un acto de gobierno. El jefe de la Revolución cubana se encargó de dejarlo establecido por escrito. También pidió que lo cremen. Hoy descansa junto a los patriotas de la independencia, José Martí, Mariana Grajales y Carlos Manuel de Céspedes. Durante los meses siguientes a su fallecimiento, dos mil personas por día visitaron su tumba. Se estima que ya superaron las 600 mil, según el diario Trabajadores. Unas 125 mil serían extranjeras. Y muchas dejan banderas, cartas, postales, poemas y hasta libros como ofrendas.     

[email protected]