La embajada británica en Buenos Aires acaba de festejar el primer siglo de su residencia, y lo hizo con un aporte a la bibliografía del patrimonio porteño. “Residencia británica 1917-2017, ex residencia Madero-Unzué” es el nuevo libro de Jorge Tartarini, con lo que supera por mucho un simple regalo institucional. Es una verdadera historia del poblamiento de Recoleta, una crónica del muy peculiar peregrinaje de los ministros ingleses por aquí y un caramelo visual repleto de imágenes históricas. 

La comunidad británica en Argentina es hoy muy pequeña, pero en tiempos de inmigración llegaron al país 75.000 ciudadanos del Reino Unido, sin contar a los irlandeses. Este grupo, una minoría entre inmigrantes, tuvo una enorme influencia económica y dejó varias de las piezas patrimoniales más notables del país. Pero por muchos años, la representación diplomática del Reino Unido no reflejó esta influencia y se limitó a una serie de edificios casi accidentales. Buena parte del siglo 19 mostró a la Corona representada en quintas más o menos cercanas a la ciudad, de acuerdo al gusto del ministro de turno, que alquilaba o compraba lo que le gustara y ponía la bandera.

La actual residencia también desciende de una quinta, la del norteamericano Samuel Brown Hale, que ocupaba lo que hoy conocemos como “la isla”, el cerrito de Recoleta que sube desde Pueyrredón entre Las Heras y Libertador. La quinta era una casa criolla sencillísima, de las de adobe y herrerías a martillo, un ejemplo del estilo argentino más despojado. A partir de 1883, Hale tuvo de vecino a uno de los primero palacios porteños, la quinta Unzué, que muchos años después fue alquilada como residencia presidencial por Juan Perón, fue demolida en 1955 y hoy es la sede de la Biblioteca Nacional. 

La tierra de Hale se vende en 1906 y a partir de 1907 se urbaniza bajo el plano del francés Joseph-Antoine Bouvard, director de Parques y Paseos de París y contratado para reorganizar el espacio público. Entre otros planes, fue él que creó las peculiares calles de la isla, sus escalinatas y las barrancas parquizadas hacia Libertador. En 1917 se construía la plaza Mitre y se arrancaba la obra de una residencia para la familia Madero-Unzué, diseñada por Walter Bassett Smith y Bertie Hawkins Collcutt. 

A contrapelo de lo que suele pasar, la casona es hoy más grande en implantación de lo que fue originalmente. Sucede que el gobierno británico terminó comprando la fracción de terreno sobre la flamante calle Agote donde se alzaba el casco de la quinta de Hale, para construir una legación permanente. Cuando se compra la casa de los Madero-Unzué, en 1947, se estira el terreno mucho más allá de los 45 metros originales. El complejo diplomático actual muestra un feo edificio brutalista con acceso sobre Agote, en el sitio del primer edificio y la casa de Hale, y los 51 metros originales de la casa Madero-Unzué subiendo la barranca hasta Gelly y Obes. El jardín resultante, que guarda un paño del muro de Hale, es de lo mejor de la ciudad. El exterior de la residencia no muestra cambios desde su construcción, excepto el agregado de una discreta reja por encima del muro perimetral.

Con un siglo encima, esta pieza patrimonial está en perfecto estado y en uso constante. Hace unos años fue discretamente modernizada, con supervisión de la Comisión Nacional de Monumentos y sin que sea posible percibir sus cableados e instalaciones inteligentes.