El asunto de lo que es para los varones hacer el amor con las chicas es lo que J. Lacan destaca al comentar la obra de teatro El Despertar de la primavera, de F. Wedekind, al señalar que eso no sería posible sin el despertar de los sueños. Si bien hay fracaso por estructura, se trata del modo en que eso fracasa para cada uno. Pero... hay fracasos y fracasos.

Parece estar siendo particularmente difícil en esta época para los varones hétero-cis abordar la posibilidad de hacer el amor con alguna chica. Se escucha mayor desorientación; no saber cómo ubicarse al caer antiguos mandatos. Temerosos y desorientados, a menudo, ante las muchachas de hoy. Por supuesto, eso no conlleva obligadamente un pasaje al acto como el que acontece en la serie; no cualquier muchacho desorientado o rechazado es, por eso, un potencial femicida. Pero los femicidios acontecen.

Las resonancias que está provocando la serie Adolescencia, nos interrogan sobre lo que promueve en el público: angustia ante un modo particularmente pasmoso e inquietante del fracaso en el despertar de un varón de 13 años; intentos de alivio buscando culpables, como por ejemplo, las redes mismas.

Si los artistas siempre nos llevan la delantera, podemos intentar responder una pregunta: ¿Qué nos dejan ver los realizadores de esta serie?

Jamie, 13 años, acuchilla a la muchacha que lo condena tempranamente a lo incel en redes leídas por todos sus compañeros. Incel significa "célibe involuntario", alguien que por “la regla 80/20”, quedará fuera de la posibilidad de ser elegido por una mujer para hacer el amor. Sorprende, al ver la serie, la manera en que irrumpen policías e investigadores en la escuela disponiendo, a piacere y sin presencia de los padres, de los alumnos a ser interrogados. Impacta el desamparo de los alumnos, frente a adultos que desconocen radicalmente los mundos y códigos en los que las vidas de los estudiantes transcurren. Un modo de filmación muy particular, de un tirón por episodio, acentúa dramáticamente cómo jóvenes y adultos, estando en el mismo lugar, parecen no estar en el mismo mundo.

Alerta spoiler. Una larga escena llamó particularmente mi atención: en el día del cumpleaños del padre, 13 meses después del asesinato, estando padre, madre y hermana de Jamie, en la camioneta, surge en el relato de la madre, entre risas, el recuerdo del inicio de la relación de los padres, a sus 13 años. No lo relataré íntegro, sólo quiero destacar que unos detalles en la vestimenta del padre, que él asevera que le encantaban, fueron tomados por ella como una chistosa puesta a prueba y devinieron causa de amor. Esos detalles, que en los antiguos usos, podrían ser pensados como femeninos, motivaron que él no pudiera caminar y resbalara por la pista de baile, mientras sonaba “Take on me”, de A-Ha, la banda predilecta de la madre. Ella cuenta, siempre riendo, que todos se reían de él, pero a él nunca le importó. Resbalarse, caerse, sangre en la nariz y en toda la cara. Ella grita, y ríen ambos, la frase: “Estoy sangrando, estoy sangrando”. Por años en la escuela, todos se burlaron de él por esto. Ella imita “estoy sangrando”. Y se ríen. “Malditos zapatos de mierda, me alegro que te hicieran reír, amor” (ríe el también). “Pero seguiré aún tropezando” --dice la canción. El bullying de otros compañeros de la escuela acompañó, lo que para ella se vuelve prueba de amor y condición amorosa.

Varios años después, su hijo adentrado en lo "incel", no tiene la misma suerte y se topa con un rechazo que se amplifica en las redes. Sería complejo avanzar en la precisión de las razones insondables de un rechazo previo de sí mismo. Podemos preguntarnos si el padre, al desviar la mirada cuando Jamie jugaba mal al fútbol, por importarle la mirada burlona de los otros padres, le implicó algo peor que no mirarlo: mirar para otro lado... evitar verlo... Lo rechazado de cada uno. Que lo rechacen en el mundo de las redes y adentrarse en el mundo incel suman elementos al pasaje al acto, con el rechazo de lo femenino y, finalmente, con el rechazo de sí mismo, que ese acto entraña.

El crimen ejecutado por Jamie interpela a todos. Es más fácil pensar en culpa o pederastia, que en la responsabilidad y también la incertidumbre que se pone en juego en la transmisión de padres a hijos. Es difícil también soportar lo insondable, lo que no se puede saber, ni prever, ni prevenir. Pero el lugar de la palabra. Lo fundamental en los lazos.

Un año después, el día del cumpleaños del padre, el adolescente anuncia desde la prisión que logró tomar una decisión, que replantea la responsabilidad de todos, de hecho la madre puede empezar a preguntar por la responsabilidad de ellos como padres. Lo llamativo es que Jamie le pide perdón al padre por su decisión de declararse culpable, no por asesinar, pero es la oportunidad para empezar a situarse como sujeto, responsable de su acto.

Años atrás recorté para este mismo medio, a raíz de un caso de pasaje al acto homicida de un adolescente en Argentina, un texto en que citaba palabras de Sigmund Freud, pronunciadas en 1910, ante un congreso de educadores realizado a partir del suicidio de un alumno para deslindar la responsabilidad de un educador en el hecho:

“Todos los presentes habrán escuchado con profunda satisfacción el alegato del educador que ha tomado la palabra para exonerar del peso de una acusación injustificada a la institución que le es más cara (...) La escuela secundaria, empero, ha de cumplir algo más que abstenerse simplemente de impulsar a los jóvenes al suicidio: ha de infundirles el placer de vivir y ofrecerles apoyo y asidero en un período de su vida en el cual las condiciones de su desarrollolos obligan a soltar sus vínculos con el hogar paterno y con la familia. Me parece indudable que la educación secundaria no cumple tal misión y que en múltiples sentidos queda muy a la zaga de constituir un sucedáneo para la familia y despertar el interés por la existencia en el gran mundo.”[1]

El hecho de no ser culpables no disminuye la responsabilidad de los padres, de los educadores y de las instituciones en su tarea de ligar a los jóvenes a la vida. Y conviene recordar las palabras del realizador y actor de la serie: “Preguntarse no quién fue, sino el porqué: se necesita un pueblo entero para criar un niño”.

“Hace falta una aldea para criar a un niño” es un proverbio africano. Vale preguntarnos: ¿Cómo cría a los niños nuestro pueblo, hoy?

Jacquie Lejbowicz es psicoanalista, docente e investigadora UBA, miembro EOL-AMP, autora del libro “El rechazo de lo femenino. Del horror al coraje”. Ediciones Grama, Buenos Aires, 2022.

Nota:

[1] “Contribuciones al simposio sobre el suicidio”, Sigmund Freud, 1910. Tomo II, Obras Completas, Editorial Biblioteca Nueva, traducción de López Ballesteros.