La exposición de Omar Henry en la sala de arte de la Bolsa de Comercio (Paraguay 755, Rosario) reúne hasta el 18 de mayo trece pinturas que es preciso ver directamente, en presencia de la materialidad aurática de los originales, para disfrutarlas. Lamentablemente, desde 2024, su autor ya no está presente para conversar. Si bien era hombre de pocas palabras, mucho hubieran aportado sus conceptos precisos: los de un pintor que reflexionaba sobre su medio expresivo y volcaba esa reflexión en la obra. El curador -el escultor y gestor cultural rosarino Fabián Rucco- seleccionó las obras habiendo ya fallecido el autor, y escribió un texto de sala donde lo evoca. La parquedad que tienen las obras era un poco la de Omar, no muy afecto a "explicar" los misteriosos símbolos que aparecen en ellas.
La sala, espaciosa -un oasis de silencio en pleno centro frente a la Plaza Pringles- ofrece el ámbito ideal para la contemplación. Las pinturas son de gran formato y varían según a qué distancia se contemplan. De lejos, se muestran como superficies de color luz. De cerca, revelan una espesa trama de líneas y puntos de color en acrílico que producen una mezcla óptica, cuya sutil armonía depara algo así como cielos de atardeceres abstractos. La forma, en la serie Neoconstructivo, que le da título a la muestra, se reduce a un mínimo compositivo que sigue los lineamientos del arte abstracto extremo de mediados del siglo XX: ángulos rectos que forman cuadrados, así como son cuadrados los soportes. O líneas rectas que cruzan toda la superficie. Se ordenan algunos en retículas, otros van sueltos en puntos áureos de la composición. Ya desde el título, esta serie dialoga con la obra del pintor moderno uruguayo Joaquín Torres García.
La originalidad de Omar Henry radica en su síntesis entre una técnica de inspiración puntillista, afín a los experimentos de los impresionistas con el color como medio de representación de la luz, y una composición que proviene de la geometría más rigurosa. Esta es una obra tardía, reciente. El prefijo "neo" junto al "constructivo", que remite así al "universalismo constructivo" de Torres García, señala una novedad en el contexto de la tradición. Y esta es la del constructivismo rioplatense, que se caracteriza por combinar elementos sensibles con un rigor compositivo geométrico.
Si, en la serie Neoconstructivo, Henry parece haber avanzado hacia un grado muy alto de despojamiento en la imagen (y esto permanece como su legado), la muestra reúne algunas otras obras donde las formas, muy contundentes y pregnantes, aparecen en el centro del espacio con una fuerte potencia formal y simbólica, que irradia un sentido enigmático.
Los títulos refuerzan la alusión a sonidos y a realidades que superan lo humano. "El viento llama" muestra unas extrañas campanas, cuya forma sugiere un murmullo grave. "Soñar lo que nos sueña", con un gigantesco embudo que parece surgir de un punto negro casi imperceptible, puede interpretarse como alegoría de la creación del universo. Son imágenes que -a su manera austera y reticente- comunican algo de lo visionario.
Esta experiencia estética más que satisfactoria, este contacto con una belleza que parece venir desde más allá de cualquier dato sensible -pero que no ha nacido sino del taller de un artista incansable- es lo que Omar Henry le deja a esta ciudad que lo alojaba desde 1984. Uruguayo como Torres García, había nacido en la localidad de Minas, en 1949. Formaba parte de aquella generación que mostró tardíamente sus frutos en la exposición colectiva Aquellos bárbaros (2018) en el Museo Castagnino, pero que venía produciendo y debatiendo intensamente desde los años '80. Fueron los artistas de la resistencia cultural en la dictadura; fueron los pintores que celebraron el retorno a la democracia y a la pintura, que los críticos daban por muerta. Y no todos tuvieron justo reconocimiento.
En una entrevista que envía Fabián Rucco, dijo Omar Henry: "Creo que el arte es compromiso, pensamiento y muchas otras cosas: turbación, angustia, con algo de mágico, porqué no. La obra cobra sentido cuando es abierta, ilimitada; trascendente porque no la aprehendemos del todo, relevante por su propio impedimento de ser resuelta en su función de preguntar imposibilitada de dar respuestas. No participo del discurso teórico previo que la explica, y de esta manera la concluye, la cierra; porque no es para mí un juego de certezas, sino de dudas. No la siento por lo tanto propiedad del intelecto, sino de la emoción".
A la hora de intentar eso imposible que es resumir una vida, acude a la memoria el título de una película polaca de 1984: Años de sol silencioso, de Krzystof Zanussi (se conoció traducido como El año del sol quieto). Años de sol silencioso vivió Omar Henry pintando en su casa taller de zona sur. "Logro el espesor por una suma de capas, aplicadas con pincel, esponja de alambre, hisopo, o los dedos... Rescato lo artesanal, la suma del tiempo. Mi pintura nueva es más abierta: cada capa previa se ve a través de la siguiente. Mi pintura anterior era impenetrable. Este cambio técnico traduce un cambio espiritual, una mayor apertura", expresó en una entrevista publicada en este diario el 19 de septiembre de 2006, con motivo de una exposición en la galería Stein.
En 2022, realizó su última muestra individual en vida: Polifonía, en galería Circa. Entre sus muestras colectivas se destacan además: Pintura Rosarina en Buenos Aires (Fondo Nacional de las Artes, 1993); Pintores Latinoamericanos (Jesse & Raimond, Panamá, 1994); Pintura Argentina Joven (Ruán, Francia, 1995) y Pintura de Rosario (Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, 1998).