En el año 2005 acompañé a mi abuelo Antonio Cafiero a la ciudad de Asunción, Paraguay. Antonio presidía la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe, y varios partidos guaraníes querían entrevistarlo con miras al ingreso a esa organización. En reunión con el entonces presidente Nicanor Duarte Frutos, nos enteramos de que la “Cañonera Paraguay” donde había estado exiliado el general Perón después de su derrocamiento en 1955 estaba amarrada en el puerto. La casualidad quiso que su actual capitán fuera el marinero que en aquellos tiempos atendió a Perón. El capitán nos contó que Perón se la pasaba leyendo y escribiendo en su camarote de dos por tres metros, y que luego de varios días de atenderlo, le preguntó: “Mi general, ¿qué escribe usted?”. Perón le contestó “estoy preparando el retorno”. No me olvido más de la cara de mi abuelo ante esa respuesta, fue una mezcla de asombro, nostalgia, pero de certeza a la vez, como si hubiera sido la respuesta que esperaba. 

Sabemos que entre el tiempo y la sangre, Perón eligió el tiempo. Tal vez ese haya sido el camino más largo para su vuelta, pero finalmente regresó, y sin revanchismo, pidió por la unidad de los argentinos. La vuelta está siempre presente en el ADN peronista.

Hoy, por iniciativa de un grupo importante de compañeras y compañeros, se propone organizar un homenaje a la lucha política de Antonio Cafiero tras cumplirse 30 años de su gestión de gobierno en la provincia de Buenos Aires. Con el lema En nuestra historia está el futuro, se pone en valor lo hecho durante esa gestión, y aquel proyecto renovador que le devolvió al peronismo la victoria electoral.

Otra vez el concepto de “renovación” vuelve a instalarse en la agenda del peronismo. A mi entender, eso no debe ser motivo de tensión interna sino de discusión sobre qué significa renovarse hoy. ¿Necesitamos mostrar nuevas caras y nuevas propuestas? Sí. ¿Necesitamos tirar a los viejos por la ventana? No. La cuestión no es etaria sino de ideas. El mejor ejemplo es Antonio, que cuando ganó la provincia en 1987 tenía 65 años; era tal vez, quien tenía más experiencia y al mismo tiempo el más renovador. 

Renovarse implica recuperar y poner en perspectiva de futuro nuestros valores. Para ser más claro: los peronistas tenemos que hablar y proponer acciones  para la  transparencia, no fuimos ni somos el partido de la corrupción tal como lo quieren instalar nuestros adversarios de siempre; y frente a cada caso sin discreción partidaria o ideológica debemos sostener y exigir tolerancia cero. Algo similar ocurre con la seguridad, a la que atendimos muchas veces en términos discursivos o cómo una disputa entre narrativas de un flagelo social: los peronistas tenemos los cuadros para trabajar y abordar estos temas en serio y en cada lugar que nos encuentre, desde la gestión, los espacios legislativos y hasta en los medios. También hay agendas transversales a las cuales atender con urgencia. Por ejemplo, el cambio climático merece una respuesta contundente; es un fracaso seguir rifando el destino de millones de personas sin políticas inteligentes, mientras la contaminación degrada, empobrece y castiga a los más humildes, y por el contrario, favorece y enriquece a unos pocos. 

Interpelar nuevamente a las mayorías no es una tarea solitaria: requiere participación militante, organización, solidaridad y humildad. Imitando al adversario que hoy nos gobierna no vamos a volver a ganar. Tenemos una enorme riqueza de pensamiento y creatividad propia para poner en valor. No podemos negociar ni poner en riesgo nuestra identidad, esto no significa ser sectario o excluyente, ni tampoco perder el espíritu frentista electoral, sino entender que disfrazados de otra cosa que no somos en la búsqueda de ser algo nuevo, no sirve.

Debemos esforzarnos por ser el movimiento que nacimos para ser: transformador, planificador, rebelde y representante de las mayorías. Es fundamental recuperar la mística de la victoria, que rescate lo conseguido hasta hace poco, pero que impulse un proyecto político con olor a futuro. 

La formación debe ser un compromiso permanente para la militancia y para los cuadros políticos. Es central comprender mejor en qué mundo estamos e interpretar los cambios dinámicos que impactan en nuestra vida cotidiana.

Necesitamos  ofrecer soluciones para la industria, la producción y la generación genuina de empleo. No hay victoria posible sin el protagonismo de los trabajadores en todas sus dimensiones. De aquí que resulte imperioso dejar de hablar de la igualdad de oportunidades y recuperar el valor de las posiciones, que es lo que de verdad el peronismo siempre buscó igualar con justicia social. 

Por eso no hay “peronismo que viene” si se apoyan medidas que perjudican a las fuentes de trabajo y a los derechos laborales, como también, si se avalan ajustes para quienes más necesitan la presencia activa del Estado: niños, niñas, adolescentes y adultos mayores. 

Muchos dicen que hoy el peronismo necesita un Antonio Cafiero.

Antonio Cafiero hubo uno solo y dio todo lo que pudo, y más también, por la patria, la democracia y el movimiento. Quedan su legado, sus ideas, su ejemplo de vida y militancia, y estoy convencido de que eso ya no es solo patrimonio de los peronistas sino del conjunto de los argentinos.

El peronismo supo ser hijo de las crisis, pero también hijo de las mejores ideas y valores que llevaron a la construcción de un país más justo y una sociedad mucho más igualitaria que la de hoy. Que el tiempo que tenemos por delante, que no es mucho pero suficiente, nos interpele a poner en valor todo lo que fuimos capaces de hacer, que podamos aprender de nuestros errores, organizar nuestra diversidad y preparar el camino a una nueva victoria peronista.

* Dirigente peronista de la Ciudad de Buenos Aires.