¿Qué clase de actriz es Daisy Ridley? Con cuatro palabras se podría decir. "No soy una idiota", dice la ex protagonista de Star Wars, de 33 años, con esa voz alegre y desenvuelta que te hace creerle al instante. "Parece gracioso, pero con el tiempo te das cuenta de que la gente en el mundo del espectáculo se comporta muy mal. Soy trabajadora, llego a tiempo, me sé mis líneas, sé dónde tengo que estar". Hace una pausa. "¿Pero de una forma metafísica? No sé..."
Ha pasado más de una década desde que Ridley fue elegida como protagonista de Star Wars: Episodio VII - El despertar de la Fuerza de 2015, que en su día fue la tercera película más taquillera de todos los tiempos. Flanqueada por John Boyega, Oscar Isaac y Adam Driver, Ridley fue el rostro de la trilogía secuela de Disney, interpretando al prodigio Jedi a lo Luke Skywalker arrancado del anonimato arenoso para salvar la galaxia. A partir de este éxito llegaron otras superproducciones -la adaptación de Agatha Christie Asesinato en el Orient Express (2017), la ciencia ficción juvenil Caos: el inicio (2021), junto a Tom Holland-, así como películas independientes más cerebrales.
Resulta fácil olvidar -en el mareante resplandor de las dos polarizantes secuelas de Star Wars y la inconsistente expansión de la franquicia que siguió a la serie- lo mucho que Ridley destacó cuando hizo su debut en la gran pantalla. Ridley, que entonces era casi una desconocida de veintipocos años, se mantuvo a la altura de estrellas consagradas como Driver e Isaac; los críticos y los fanáticos incondicionales de Star Wars se deshicieron en elogios hacia la película, pero sobre todo hacia su joven estrella. Rara vez un nuevo actor suscita un entusiasmo tan inmediato: podría llamarse encanto. Me acuerdo de esta sensación cuando Ridley entra en la videollamada, en su cuenta de Zoom aparece el nombre de Tom Bateman (actor británico y marido de Ridley). "Lo siento mucho, no puedo cambiar mi maldito nombre", dice con una especie de tono de fanfarronería. "Qué increíblemente poco profesional. Soy yo, por el amor de Dios".
Vestida de manera informal y comiendo con determinación de un cuenco de arroz, Ridley se sienta bajo una gran imagen de su propio rostro. Es el poster de Magpie, de 2024, escrita por Bateman, en la que Ridley interpreta a la madre de un niño actor que empieza a sospechar que su marido tiene una aventura con una de las coprotagonistas del niño. "Esa relación en Magpie literalmente no podría estar más lejos de donde estamos Tom y yo", se ríe. "Pero es interesante, los dos conocemos a gente involucrada en una situación así, gente que se ha sentido muy herida por una infidelidad, que ha inventado cosas para intentar investigar qué está pasando". Le digo lo mucho que me gustó la película. "Gracias", dice ella. "Parecés muy sorprendido".
Es un gran mérito de Ridley que todavía tenga el elemento sorpresa de su lado. Fue quizá su gran baza con Star Wars, por supuesto. Pero la brillante Sometimes I Think About Dying ("A veces pienso en morir", 2023), en la que Ridley interpretaba a una solitaria insular (y probablemente neurodivergente) en un pequeño pueblo de Estados Unidos, fue otra deliciosa revelación, en la que Ridley demostró su aptitud para el trabajo versátil con personajes diversos. ¿Y ahora qué? ¿Otro duro giro hacia el mundo de los thrillers descarnados al estilo de Jason Statham? Pues... sí.
En Cleaner, Ridley es una mujer en el lugar equivocado en el momento equivocado, y el único recurso es la violencia. Ambientada casi por completo en un rascacielos londinense -o colgando de su exterior-, en este thriller de ritmo trepidante Ridley interpreta a una limpiadora de ventanas entrenada por el ejército que tiene que salvar a su hermano autista de un grupo de ecoterroristas que han tomado el control del edificio.
Si le suena el nombre de John McClane, no es el único. Ridley se ha referido a la película como "Dry Shard" (un juego de palabras con el original Die Hard de la película protagonizada por Bruce Willis), en alusión al rascacielos londinense que era su escenario original. "Por supuesto que escuché comparaciones con Duro de matar", dice Ridley, "pero en última instancia es una historia diferente. Para empezar, se trata de una persona que intenta abrirse camino". El personaje de su hermano también añade otra dimensión, añade. "Es un tipo de relación específica de una forma que a veces no se da en películas de este tipo. Realmente quería honrar todos los matices".
Para prepararse, Ridley se puso al día con todas las películas recientes de acción protagonizadas por mujeres: Atómica, Hanna y Ballerina -la nueva película de la saga John Wick protagonizada por Ana de Armas- entre otras. "Por supuesto, no hay tantas", dice Ridley. "Es como el 5% de la acción masculina que hay". La lucha, sobre todo hacia el final de Cleaner, es crujiente y frenética; el punto álgido de la película es una pelea indeleblemente táctil entre el personaje de Ridley y un matón enemigo: "agresión total, sin tapujos", dice. "Es curioso: He hecho muchas películas de acción, pero ésta me pareció la primera película de acción que he hecho".
A primera vista, Ridley no parece la elección obvia para dirigir un material como Cleaner, aunque, en realidad, una mujer ágil de treinta y pocos años debería ser un enemigo infinitamente más creíble para los terroristas que, por ejemplo, un Liam Neeson de setenta y tantos. Al estilo clásico de las películas de acrobacias -Ridley menciona en un momento dado la famosa historia de Michelle Yeoh, que se lesionó desafiando a la muerte en el rodaje de Supercop-, Cleaner no escatimó en exigencias físicas. "Dios mío, mi cuerpo", exclama. "Estaba maltrecha y magullada: Todavía tengo una cicatriz en el brazo; me torcí el hombro; me magullé tanto que pensé que me había roto el hueso".
Se podría suponer que una mezcla de dolores y molestias no es exactamente lo que Ridley tenía en mente durante su adolescencia. Hija de un fotógrafo y una profesional de la comunicación, Ridley ingresó en una escuela de artes escénicas a los nueve años, gracias a una beca (Si vamos un poco más arriba en el árbol genealógico de Ridley encontraremos a Arnold Ridley, estrella y dramaturgo de Dad's Army, y a John Harry Dunn Ridley OBE, antiguo jefe de ingeniería de la BBC). Estudió en Birkbeck, Universidad de Londres, pero abandonó los estudios a mitad de camino para dedicarse en serio a la interpretación.
Los fans de la surrealista comedia de culto Toast of London, de Matt Berry, habrán visto a la futura Jedi en un cameo en el que apenas se la ve, interpretando a un tramoyista. "Llevo un tridente", sonríe. "Me hizo mucha ilusión, me encanta esa serie". A menudo, hoy en día y en general, Ridley puede parecer dulcemente seria; parece casi extraño imaginarla viendo algo tan excéntrico y burlón como Toast. Tal vez esto refleje una faceta de sí misma que prefiere mantener en secreto.
Cuando se celebraron las primeras audiciones para El despertar de la Fuerza, en noviembre de 2013, parecía que todas las jóvenes actrices bajo el sol se habían lanzado al ruedo para interpretar a Rey (que en aquel momento se llamaba "Rachel", un nombre bastante más prosaico). Actrices como Elizabeth Olsen, Lupita Nyong'o y Saoirse Ronan se contaban entre los miles de aspirantes; algunos, como Jessica Henwick, de Glass Onion: un misterio de Knives Out, superaron seis meses de audiciones antes de perder ante Ridley en el último obstáculo. En última instancia, sin embargo, es difícil imaginar a otra persona haciendo el mismo trabajo.
Rey, por su parte, es un papel engañosamente difícil de llevar a cabo: en parte ingenua, en parte gladiadora, con un toque de fiereza, como si hubiera sido criada por una manada de lobos con un código moral particularmente sofisticado. "El despertar de la Fuerza fue algo tan físico para lo que tener que prepararse, y quiero decir que, de todos modos, al ir a una película por primera vez, no tenía ni idea de cómo sería", dice Ridley. En los últimos años ha hablado de los estragos que Star Wars causó en su salud, incluidas las úlceras de estómago provocadas por el estrés. "No creo que fuera Star Wars en sí lo que causara estrés", aclara. "Fue el hecho de tener 20 años y ser parte del reparto de algo que ve mucha gente: de repente, estar bajo los focos".
La potencia de esos focos no haría más que aumentar a medida que la franquicia avanzaba hacia su segunda entrada: el Episodio VIII - Los últimos Jedi de 2017, una superproducción de ciencia ficción consumadamente realizada que dividió por la mitad a la base de fans de Star Wars y se convirtió en la zona cero de una interminable oleada de discursos infernales sobre la cultura pop. Rian Johnson, el director de la película, fue vilipendiado por sectores de los fans; la trilogía de películas de Star Wars que había firmado para dirigir se ha desmaterializado silenciosamente.
Sobre el furor, Ridley se muestra diplomática. "Siendo actriz estás a las órdenes de la persona que cuenta la historia", dice. "Es su versión de la historia. Por supuesto, querés que todo el mundo esté contento y sienta que se han tenido en cuenta sus sentimientos. Pero además, cuando la gente que hace la película la quiere tanto, es que viene de un buen lugar".
"Hay espacio para muchas opiniones, y eso no es malo", agrega con cuidado. "Es extraño, porque la gente habla mucho de este 'discurso'. Sin embargo, al estar en un centro de convenciones con auténticos fans de Star Wars, nunca has sentido a gente más unida en su amor por este mundo."
Un poco inevitablemente, los próximos años implicaron un poco de búsqueda de terreno firme profesional para Ridley, particularmente cuando El ascenso de Skywalker (2019) fue recibida con una decepción apagada. Por un momento, parecía que Caos: el inicio podría ser el comienzo de algo prometedor: una adaptación de una novela de ciencia ficción para adolescentes que había sido un éxito de ventas y que emparejaba a Ridley con uno de los protagonistas masculinos jóvenes más populares de Hollywood, Tom Holland. El reparto se produjo a mediados de 2016, pero pasaron cinco años (y muchos rodajes) antes de que la película viera la luz. Cuando llegó, lo hizo en plena pandemia. "El mundo estaba en el lugar más horrible en ese momento", recuerda. "Supongo que no pienso en ello de forma negativa, porque la vida real era mucho más importante para nosotros. La gente luchaba literalmente por su vida".
Y además, agrega, no es que haya demasiadas estrategias a largo plazo en lo que se refiere a su carrera. "Siempre me he sentido muy bien con mis síes y mis noes", dice. "Hubo un par de cosas que no pude hacer y que resultaron ser un gran éxito, y pensé: 'Dios mío'. Pero, ¿qué se le va a hacer? En el momento en que alguien asume un papel, esa es su experiencia".
Sabemos de al menos un gran sí reciente, un proyecto que flota sobre el horizonte de Ridley como uno de los soles gemelos de Tatooine: en 2023 se anunció que volverá como Rey en una nueva secuela de Star Wars (esa película, como la mayoría de los proyectos en desarrollo de la franquicia, permanece en un férreo secreto). "El tiempo no ha cambiado lo que siento por Star Wars", dice. "Si no me emocionara la historia, no lo estaría haciendo".
Pero, ¿qué hay de la famosa maldición? Desde Mark Hamill y Carrie Fisher hasta las estrellas de las precuelas Hayden Christensen y Ahmed Best, los actores a menudo han luchado por escapar de la asociación con el fenómeno de ciencia ficción de George Lucas. "No creo que me hayan encasillado", dice Ridley, tragando los últimos bocados del almuerzo. "Sinceramente, creo que Star Wars me dio opciones. Por eso tengo la carrera que tengo".
"El hecho es que a todos los actores se les conoce principalmente por una cosa, aunque hayas hecho otras cien. Estaba escuchando un podcast con Robert De Niro, y siempre se lo recordará por las películas de Martin Scorsese. Y él ha hecho 300 y pico de cosas". No importa cuántos proyectos más como Cleaner surjan, para Ridley, esa "única cosa" es, fue y probablemente siempre será Star Wars. Y no tiene ningún problema con ello.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.