Invocar a Discépolo, claro; ¿cómo no querer tenerlo/traerlo por acá? En esta senda se adentró Daniel Casablanca. El actor capocómico de Los Macocos logró con Discepolín, fanático arlequín habitar a Enrique Santos Discépolo; y lo trae a Rosario, este domingo a las 20 en Teatro Lavardén (Sarmiento y Mendoza). La función forma parte de En Obra, el Ciclo de Teatro de Otras Latitudes que organiza La Comedia de Hacer Arte con el fin de recaudar fondos para la construcción de su sala teatral, en el marco de la campaña #YoHiceUnTeatro. No es la única propuesta, el actor también dictará el seminario El humor es cosa seria, este sábado de 10 a 13 y de 15 a 18.
Pero por delante de todo y también a la vez, juega una carta especial el afecto que Casablanca tiene por Rosario: “Mi familia es rosarina, mi papá viene del teatro independiente, mi tía estuvo en el Coro Estable, mi esposa Guadalupe Bervih -que es la directora de la obra- también tiene familia en Rosario; para los dos, ir allá es como ir de vacaciones. Es mi segunda ciudad; de hecho, con Los Macocos, Rosario ha sido el lugar a donde más veces hemos ido”, dice el actor a Rosario/12.
-En una nota, decías estar tan interiorizado sobre Discépolo, qué podrías responder o pensar como él; ¿de dónde viene esta mímesis?
-Primero fue a partir de la elección de Macri y durante su gobierno, cuando el término “grieta” se empezó a poner de moda. Estoy hablando de 2014, 2015. Yo tenía muy poca data, y si bien soy melómano, no soy tanguero. Soy más bien del tango instrumental: Salgan, Piazzolla, Pichuco tocando a dúo con Grela, Mederos; es decir, no sabía mucho de tangos, más allá de “Yira Yira” o “Cambalache”; no es una música que me atraía. Cuando apareció el tema de la grieta, recordé la anécdota de Discépolo haciendo “Mordisquito”, con su propaganda política a favor de Perón. Cuando Perón gana la elección, el propio Perón dice que fue gracias al sufragio femenino y a Mordisquito; con Discépolo muriendo de tristeza a los tres meses de que se ganara esa elección. Ese era el dato que yo tenía, y era la imagen a partir de la cual empecé a investigar. Me atraía mucho el Discépolo actor. Vi El hincha, Cuatro corazones, y empecé a entusiasmarme e imaginar al Discépolo actor, que además era su profesión. De hecho, no era músico, compuso tangos por una casualidad del destino, ¡y qué tangos! Creo que lo que hacía en los tangos era plasmar pequeñas obras de teatro, que era su metier, pero sin saber nada de música. Tarareaba, y si no encontraba algún músico o amigo, podía perder la melodía. “Mis mejores tangos son los que no escribí, son los que se me fueron” (risas). Le escribían los tangos y él les ponía letra, era muy meticuloso, estricto y obsesivo. Mirá cómo serán los destinos, que terminó dirigiendo la orquesta de Radio Belgrano, y dicen que era muy buena, muy exagerada y teatral, con muchos matices; tarea en la que lo ayudaban, obviamente, el violinista o el pianista. Lo que quiero decir es que investigué y saqué muchos textos, no solamente de las obras de teatro, las que escribía con Armando, sino las suyas, las películas, Mordisquito, los programas de radio, sus ensayos sobre qué es la vida, qué es el grotesco; de todo eso saqué y saqué, y en algún lugar pude empezar a improvisar, imaginando con sus palabras, con su aptitud física. Todo esto acompañado por la decisión más importante para el espectáculo, que fue la media máscara de Arlequín, de la Comedia del Arte. Y después descubro que Eva Perón le decía “Arlequín”.
-Eso es fantástico.
-Sí, fue una sorpresa inmensa. Allí fue cuando pensé: “Estamos bien encaminados”. Desde el humor, desde el clown y la Comedia del Arte, llegamos al discurso y el pensamiento de uno de los grandes filósofos urbanos nacionales.
-Nada fácil; más allá de los problemas con el archivo, la mirada política sobre Discépolo impone un sesgo, ¿no?
-Fue sentenciado culturalmente por ese sesgo político. Discepolín fue prohibido cuando cae Perón, pero Perón prohibió sus tangos. Fue un personaje conflictivo. Entonces, hoy no tenemos las obras completas de Discépolo. El otro día vino un investigador a ver la obra, en Buenos Aires, y me dijo que este año salía el primero de tres tomos: las obras, los guiones de cine, y luego Mordisquito y tangos. Pero imaginate, Lorca tiene sus obras completas y acá no hay manera.
-¿Cómo fue el proceso estrictamente teatral?
-Yo tenía todos los textos en la cabeza, y a partir de jugar con la idea de la noche afiebrada del artista, que no encuentra la inspiración para escribir su último tango, es donde fueron apareciendo sus discursos, desde una situación de clown; siempre imaginando la última noche de Discépolo. Y eso, bueno, logra humor, logra crítica y logra emoción. En realidad, cuando te metés a trabajar con los textos de Discépolo, te encontrarás con el humor que lleva a la tristeza, con la risa que lleva a la reflexión; y empiezan a aparecer todos los lenguajes de lo que es fundamentalmente nuestro teatro rioplatense. Pensando, además, que Discépolo era principalmente un actor. Es muy divertido hacerlo, muy emocionante y siempre muy arriesgado, en la cuerda floja, con la posibilidad que algún espectador se disguste con algo, pero hay que entenderlo como un personaje histórico. Yo no estoy haciendo política, estoy representando a un personaje histórico, amigo de Eva Perón, y al mismo tiempo a un ser muy sensible, que había vivido una infancia muy pobre y que descubría en el peronismo el primer gobierno nacional y popular que pensaba en los más débiles. No es que él era un político de raza, que aprovechaba la política para escalar. No; él era un artista famoso, que tenía la necesidad de comunicar que había un gobierno que se acordaba de los más humildes, de los cuales se habían olvidado siempre. Esa era su bandera.
-Una bandera que permite confrontar con lo que pasa hoy.
-¿Qué pensaría Discépolo hoy, no? ¡Se agarraría la cabeza! Él habla de las cosas que no había en el país, y que ahora no hay de vuelta (risas).