Con Siempre salvavidas, Sergio Mercurio vuelve a la cartelera porteña con un espectáculo que no solamente lo muestra como el excelente manipulador de títeres que es sino que también le da la oportunidad de presentarse como actor y artista visual. La obra fue estrenada en 2013 en El Salvador, uno de los países de Latinoamérica con los que mantiene un lazo afectivo cimentado por muchos años de vida artística en situación de nomadismo. Acompañado en escena por Laura Pagés y Amanda Mercurio (su otra hija, Violeta, se ocupa de la luz y del sonido), el artista hoy restringe más el tiempo que le dedica a sus giras en virtud de haber entrado en otra etapa de vida y de creación.

Conocido como “El titiritero de Banfield”, en 1992 Mercurio decidió emigrar del sur del Conurbano para emprender por tierra un viaje hasta México. Durante aquel trayecto actuó en más de 800 espacios acompañado por sus muñecos tallados por él mismo en gomaespuma. Luego de visitar escuelas, cárceles, bares, teatros y plazas de diversos países latinoamericanos, y de hacer funciones en Europa, en 2019 Mercurio decidió dejar de ser titiritero, abandonar su nombre artístico y comenzar una nueva etapa en la que los diversos lenguajes de la representación confluirían en escena. Así fue como, después de haber estrenado su obra Viejos, con todo el material que quedó sin utilizar, construyó este nuevo espectáculo también dedicado a la vejez.

“¿Qué harías cuando el amigo de toda tu vida comienza a perder la memoria?”, se pregunta el artista, enfocado en retratar la relación de amistad entre dos ancianos, uno interpretado por él mismo, el otro, por un muñeco de tamaño natural. Es este último personaje el que está comenzando a evidenciar síntomas de Alzheimer, una realidad que su amigo debe aprender a enfrentar, guiándolo hacia un viaje en el que no faltan las mateadas compartidas, el humor y el tango. En dos momentos, sobre una mesa de vidrio iluminada, el mismo Mercurio dibuja con yerba mate escenas que aluden a los afectos compartidos, unas escenas poéticas que, agigantadas, se proyectan en escena.

-¿Cuáles son los motivos de tu cambio?

-El año anterior a la pandemia pensé en cerrar el ciclo del Titiritero de Banfield después de hacer una despedida en siete países. Me di cuenta de que el humor cambió y mis personajes ya no dialogan con este presente. Y quise dejar de ser titiritero.

-Pero en este espectáculo también sos titiritero…

-Sí, pero conviven también otros lenguajes en forma paralela. Comencé a sentir que no era solamente titiritero cuando me puse a dirigir cine (en 2006 estrenó O filme da Rainha y en 2012 El garrafa una película de futbol), cuando dirigí a actores, hice tutorías y acompañé los procesos creativos de otros. Así que me dije “Voy a jubilar al titiritero de mi vida artística”.

-¿Por qué te sigue interesando el tema de la vejez?

-Mi infancia estuvo muy marcada por la presencia de gente vieja. Fui un nieto beneficiado con cuatro abuelos, además de haber sido adoptado por otras personas que no tenían nietos. Siempre me siento muy cómodo dialogando con gente mayor. Cuando estoy con ellos creo estar con alguien extraordinario, porque no todos viven hasta la vejez.

-¿Cómo son estos viejos?

-Quise mostrar que hay muchas facetas en la vejez. Estos son dos viejos de hoy, contradictorios, que tienen certezas en función de sus experiencias y muestran una inocencia que por momentos pueden ofender o causar gracia. Y que tienen un personaje distinto para accionar con los demás.

-¿Y cómo surgió el tema del Alzheimer?

-Pensé en hacer una historia de amistad en la vejez y se me ocurrió que la presencia del Alzheimer sería un momento crítico en la relación de dos personas mayores. Es un tema difícil, hasta tabú.

-¿Y tus dibujos con yerba mate?

-Siempre me gustó dibujar y descubrí por Internet la técnica de dibujar con arena. Me llevó mucho tiempo adaptarla a la yerba porque su textura es muy diferente y nunca se la domina del todo. Pero elegí dibujar con yerba mate porque quería referirme a la amistad.

Siempre salvavidas en el Teatro Chacarerean (Nicaragua 5665), los martes 20 y 27 de mayo, y 3 y 10 de junio.