Frente a la violencia económica, el hambre y los discursos de odio, la Coop Deseo monta cada quince días una olla popular en Plaza Congreso. Una olla trava, comunitaria, que sale del taller a la calle ante una realidad que desborda: hambre y personas en situación de calle. Nacida para hacer zapatos para cuerpos disidentes, hoy es una trinchera donde aprender oficios, cuidarse e insistir: “la supervivencia es en red o no es”.
La Cooperativa Deseo está ubicada a una cuadra de la Plaza de los Dos Congresos, sobre la calle Virrey Cevallos. Es sábado al mediodía. En la vereda, un cartel escrito con tiza dice “OLLA TRAVA”. Alrededor, impresos cuentan la novedad: una olla popular en el barrio. El proyecto arrancó en abril en articulación con la asamblea de Barracas. La cooperativa existe hace casi cuatro años y el hambre es un tema recurrente puertas adentro. “Había que garantizar la alimentación para nuestra población”, dice Gustava sentada en un sillón rojo, junto a Lariana, cofundadora, que suma: “la gente venía sin comer a los talleres, yo era una de esas”.
El taller combina diseño, colores fluo y escenas de ternura que incluyen a dos perritos que son parte de la familia. La palabra "Deseo" resalta entre los edificios y se apoya sobre las vidrieras con los productos fabricados en la coop: zapatos, borcegos, tote bags lenticulares y remeras intervenidas. Desde la puerta semiabierta se ve una mesa larga donde varias personas cortan zapallo, zanahoria y cebolla. Más atrás, varias máquinas de coser están en funcionamiento. Al fondo, en la cocina, está Vivian, la "mama trava", que toma mate mientras revuelve una olla. Lleva puesto un delantal, saluda y se adelanta: "no doy entrevistas".
Diseño y oficio como apuesta colectiva
Deseo nació en plena pandemia, impulsada por una urgencia concreta: fabricar calzado para personas travestis, trans y no binaries, excluidas de talles convencionales y de diseños que les representan. Pero también nació del deseo de transformar las condiciones de vida de una comunidad históricamente marginada. Lariana y Gustava se conocieron en la cooperativa textil del Hotel Gondolín, uno de los primeros espacios de organización travesti-trans en Buenos Aires. “Estábamos pidiendo donaciones para mejoras en el Gondo, durante la pandemia, un lugar donde constantemente están viniendo las personas trans del interior, y llegó Gus”, recuerda Lariana. Gus es arquitecta e investigadora en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA, a través de programas de extensión universitaria que buscan vincular la academia con el territorio consiguieron financiamiento para empezar con la Coop en un momento muy complicado para la comunidad como fue la pandemia donde muchas dejaron de laburar y necesitaban buscar una alternativa.
Con apoyo estatal y de la UBA, comenzaron a dar talleres de diseño y confección de calzado para abrir opciones laborales y creativas al colectivo. “Queríamos que esto sea un oficio, abrir la posibilidad de diseñar y tener trabajo”, dice Lariana y arenga que Deseo es un espacio abierto para las disidencias, para que traigan sus proyectos, sus propuestas “sin esa red nos morimos”.
El proyecto creció. A los talleres de calzado se sumaron otros oficios, y la cooperativa empezó a producir zapatos a medida, piezas únicas, hasta escenografía o asesoramiento, generando ingresos para sus integrantes y el taller. Sin embargo, hoy la situación económica golpea fuerte: el Estado recortó los apoyos y la cooperativa perdió la mitad de su equipo. Los talleres que eran gratuitos ahora son pagos. "Estábamos subvencionadas, ahora esa plata no existe más. Nos estamos reinventando", cuenta Gus.
Aun así, Deseo sigue. El principal ingreso en la actualidad es la venta de productos y los talleres de capacitación. También fortalecen su vínculo con artistas, diseñadores y otres profesionales que se acercan a enseñar y aprender. Están intentando hacerse un lugar en la feria de San Telmo y activaron la tienda web. “Mientras exista Deseo, me siento a salvo”, dice Lariana a quien la cooperativa le cambió la vida: “siempre me dijeron que lo único que servía era para ser puta. Deseo me está dando la oportunidad de crear, de diseñar, de crecer, hacer otras cosas. Es como un sueño”.
Para Lariana, este cruce entre experiencias, saberes y trayectorias diversas es clave: “Una viene de un mundo, otra de otro... y aprendemos. Antes no sabía que las travas podían estudiar. No sabía que el Estado podía generar algo así. Y ahora lo sé. Lo estoy viviendo”, aunque se apena de que hace màs de un año la realidad de muchas cambió y en gran parte es por la falta de ese incentivo estatal, ambas coinciden en que colectivamente se siente el desánimo.Según Gus, desde el principio la apuesta fue la construcción de un espacio ecléctico, policlasista, con gente muy distinta entre sí. “Empezamos con una capacitación de zapatos motivadas por la falta de oferta en talles grandes, pero también para abrir el diseño y la creación técnica a una población a la que siempre se le negó ese derecho. Se trata de poder imaginar, diseñar y materializar una idea. Y eso, para una comunidad tan maltratada, es profundamente reparador”.
La Olla Trava
En el taller de Congreso se diseñan zapatos, se dictan cursos y se cocina. Vivian es la encargada de esa tarea: “soy cocinera de las chicas de los zapatos de lunes a sábado”, dice y agrega que hoy es su fuente de trabajo. Vivian se acercó al espacio buscando una salida laboral, tiene una discapacidad motora y necesitaba un lugar donde pudiera sentirse cómoda, útil y bienvenida. Lo encontró entre travestis, migrantes y costureras. Considera que la Coop es su casa y sus compañeras su familia: “me dicen la madre trava. Las cuido y me cuidan”. Se niega a decir su edad, se ríe cuando es consultada y aprovecha para tomar el primer mate de la mañana luego de estar un rato largo en la cocina. Una vez cada quince días se ocupa del guiso de la Olla Trava.
El mate en la mesa ya limpia es la antesala de salir por la calle Virrey Cevallos con una olla XXL dentro de un carrito de supermercado, para apostarse con dos caballetes y una mesa en una de las glorietas de la Plaza Congreso. Al llegar, varias personas están ranchando. Hacen lugar y saludan. Al costado de la mesa se arma un perchero con ropa y frazadas; quienes se acercan revisan las prendas y se llevan lo más abrigado. A la derecha, suena un parlante: “Fuiste mi vida, fuiste mi pasión, fuiste mi sueño, mi mejor canción...”, Lariana baila Gilda mientras transmite por Instagram lo que sucede en la plaza.
En esta oportunidad cocinaron dos ollas de guiso de lentejas, el equivalente a 100 porciones. Por el momento se funancian con donaciones y la venta de totebags solidarias que confeccionaron en el taller junto a serigrafistas cuis y la Comisión Artística de la Asamblea Antifascista. En esa línea, junto a la Sub Comisión Gráfica de la Asamblea Antifascista, “No tan distintes” y “Yonofui” lanzaron una campaña para hacer frazadas y repartir a personas en situación de calle. Por eso, hay un sector de retazos donde reciben donaciones. Algunos sábados también arman una posta de salud para tomar la presión, entregar preservativos, medicamentos y responder consultas sobre salud y hormonización.
Malicia Mirai, es integrante de la cooperativa: “Mirai como futuro en japonés. Porque todavía hay que luchar por algo que no existe. El mundo anterior está caput. Hay que construir una novedad”. Da talleres, cose, escribe poesía y repara ropa. Se define como baby trans y llegó hace tiempo a la cooperativa buscando diseñar su propio calzado. Malicia encontró en Coop Deseo algo que no halló en ningún aula de la Universidad: pertenencia.
Hizo un primer taller de borcegos y se quedó. Aprendió a hacer ropa, dio su taller de upcycling, intentó enseñar inglés. Coordina la olla, sueña con una cooperativa expandida que también sea escuela, comedor y centro cultural. “Lo lindo de la cooperativa es conocer a otras personas que están en lo mismo. Suceden muchas cosas, lo trans tiene un poder transformativo”. Según ella, muchas personas que recién transicionan no tienen ropa acorde, y no hay plata para comprarse todo nuevo. “Si sabés transformar, podés adaptarla. Eso también es construcción del cuerpo”.
Deseo se sostiene con voluntad, creatividad y amistad. Para Malicia, esa red afectiva y política es central: “Uno de los problemas del genocidio trans-travesti es que no tenemos referencias. ¿Qué es llegar a ser vieja?”, es por eso que para ella visibilizar el respeto a las personas trans es urgente, sobre todo “a las históricas que lucharon por nosotras. Gracias a ellas, hoy estamos acá”.
La olla emerge como necesidad y refugio. Le da a muches un motivo para salir, encontrarse y recordar que ante la ausencia del Estado, organizarse, cuidarse y acompañarse es urgente