La ensayista española María Zambrano dijo alguna vez que escribir nace de un aislamiento comunicable. Valeria Mussio, poeta y licenciada en Letras nacida en Tres Arroyos, pero criada en Bahía Blanca, toma esta premisa y pone especial énfasis en ‘lo comunicable’. Para Mussio, el acto de escribir nace como acción solitaria, pero la escritura encuentra su forma en la comunidad.
Su primera escuela de poesía, en Bahía Blanca, fue una casa vecina en la que vivían cuatro artistas: una escritora, un fotógrafo, una artista visual y una actriz. Mussio se acercó al proyecto “Arte Casa” de tanto ir a las lecturas de poesía organizadas por sus habitantes. “En ese momento empecé a escribir mis primeros textos, que eran muy enojados y diabólicos porque yo, a los 19, estaba enojada y diabólica. En un momento me sumé a un taller horizontal que estaba coordinado por una poeta que se llama Lucía Bianco, que es la directora del Museo del Puerto, una persona muy importante para la cultura de Bahía. Nos juntábamos ahí, cada uno proponía una lectura y la debatíamos. Siempre traíamos un corpus de poemas y, en general, también uno teórico. La idea era leer poesía, pero también pensarla. Ahí descubrí a mis poetas favoritas. Lucía fue muy generosa. Era un espacio compartido con amistades, y en ese intercambio aprendí a escribir. Todo lo que aprendí sobre escritura lo aprendí en comunidad. Y eso es algo que valoro muchísimo: la sinceridad, los recursos, las herramientas… Fue una educación afectiva y poética al mismo tiempo”, recuerda.
Esta educación en comunidad surgida de los encuentros en esa casa digna del universo de Roberto Bolaño marcó la forma de hacer poesía para Mussio, que este fin de semana presenta su último libro en otro espacio colectivo, La Libre, en San Telmo.
Tiempo después, Valeria se unió a Isla Invisible, un colectivo de artistas que trabaja de forma interdisciplinaria y en relación directa con el territorio del humedal bahiense. Al respecto, la poeta dice: “Otra pata de lo que hago tuvo que ver con la conexión con el humedal, con el paisaje, y también con formas de crear más interdisciplinarias. En este colectivo somos varios artistas, y el proyecto que presentás para trabajar sí o sí se tiene que poner en diálogo con el proyecto a alguien más. Nadie ‘se corta solo’, y eso tiene algo muy precioso. Con ese grupo de gente puedo decir que nos fuimos de aventura, porque recorrimos el humedal, y fuimos a varias islas a acampar. En Bahía hay un estuario enorme, que es reserva natural. Una de las problemáticas allá es que la población casi no tiene acceso al mar, y el mar al que se puede ir está está altamente contaminado por el polo petroquímico que se instaló en los noventa. Parte de este proyecto es visibilizar distintas áreas del estuario, que nadie conoce. Así es como terminamos acampando en islas rarísimas, con historias rarísimas: queríamos producir obra en relación con eso”.
Con el colectivo realizaron un mapeo del humedal, y así consiguieron una beca del Proyecto Ballena, que les permitió viajar a la Isla Ariadna, al sur de Punta Alta. Una vez allá, se encontraron con un lugar plagado de conejos. “Alguien tuvo ahí un criadero de conejos, y al abandonarlo, los dejó sueltos, sin predadores naturales. Entonces, los conejos se multiplicaron y viven ahí, como si nada. Lo malo es que si llegás a tocar uno, se puede morir del susto. No te podías acercar; había que dejarlos tranquilos. Mucha de la escritura que hice en el último tiempo, diría que todo lo anterior a este último libro, está atravesada por ese paisaje. Incluso hay poemas de este libro nuevo que también lo tocan. Me conmovió demasiado. Bahía tiene una belleza pinchuda. No es una playa caribeña, ¿viste? Es otra cosa: pasto duro, piedras, colores grises, frío, barro. Pero hay algo ahí muy puro. Muy hondo. Eso fue muy importante para mí”, cuenta la autora.
El paisaje bahiense atravesó también la poética de sus libros anteriores: “Hasta Pronto, querida”, publicado por Peces de Ciudad Ediciones (Argentina), “Nuestros refugios a medio armar”, por la Editorial Liliputienses (España), “Un perro no sabe que puede destruir” por Alquimia Ediciones (Chile/Argentina) y “A menudo en jaula” por Pequeña Fortuna (Argentina). Este último lo escribió basándose en una guía para observar aves argentinas y del litoral, lo que le permitió ganar un premio por la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires, con el que compró su primer colchón de dos plazas.
Desde que se mudó a Buenos Aires, el territorio que moldea su trabajo es el de la ciudad. “Buenos Aires se convirtió en mi novia”, dice entre risas. Ese es el espacio que tiñe su último libro, “Una pequeña orquesta de sonidos comunes”, editado por Cepes Ediciones. Sobre este trabajo, Mussio reflexiona: “Son poemas que escribí entre 2022 y 2023, alguno también en 2024, pero la mayoría viene de ese primer tiempo, de cuando recién me mudé a Buenos Aires, que yo estaba totalmente embelesada. Me gusta decir que vivía en un departamento en Once lleno de cucarachas, pero que yo sentía que estaba viviendo en el Hilton, porque estaba en Buenos Aires. Todo fue un poco caótico, pero estaba feliz con una vida muy común: me levantaba, iba a trabajar, veía amigos, caminaba por la ciudad. Una vida simple, pero tan nueva para mí, que me tenía enamorada. Algo que me pasa mucho cuando escribo es que las ciudades se me hacen gigantes, como novias enormes. En ese momento, Buenos Aires era mi novia. Y estos poemas son de ese tiempo”.
Mussio trabajó el cuerpo de poemas en el taller de Paula Peyseré, en La Libre, al que va los jueves. Siguiendo esta coherencia estética y vital de hacer todo con sus amigos, Valeria decidió que en “Una pequeña orquesta de sonidos comunes”, de alguna u otra manera, sus amistades iban a estar. “La foto de tapa la sacó mi primera amiga en Buenos Aires, Daniela Colque”, dice. “Nos hicimos amigas en nuestro primer trabajo acá, en un sindicato diabólico para gente diabólica. Cuando te hacés amiga en un trabajo así, esas amistades no se sueltan jamás. Le pedí una foto, me mandó una selección y elegí la que ahora es la tapa. La contratapa la escribió mi amiga Catalina Cabrales Curi, que es una poeta fantástica, y todavía mejor ensayista. También va al taller de Paula. Nos conocimos ahí y conectamos muy lindo. Así que tengo mis poemas en el centro, y a una amiga en cada lado del libro. Eso, para mí, es una fantasía total”.
Cepes es un sello artesanal, chiquito e independiente de Mar del Plata, llevado adelante por Tom Rodríguez. “Tom me escribió y me dijo: ‘Te quiero publicar, mandame cosas’. Yo le mandé dos opciones que tenía en distintos archivos de Word, y él eligió esta. Él tiene una imprenta en su casa, y se encargó de que el libro quede divino. Está súper prolijo, en el interior tiene unas guardas protectoras que combinan con los colores del título. Mucha delicadeza, estoy muy contenta”, concluye Mussio.
“Una pequeña orquesta de sonidos comunes” se presenta este sábado 31 de mayo a las 18.30hs en La Libre, cooperativa de libros y cultura (Chacabuco 917, San Telmo, Buenos Aires).