Desde Londres
Con pocos logros en sus 11 meses de gobierno, el primer ministro Keir Starmer anunció sus preparativos para una eventual guerra con Rusia. “Esta revisión presupuestaria de defensa va a mejorar nuestra seguridad, nos harás más fuertes y capaces para la batalla. Rusia está amenazando nuestro espacio aéreo y marítimo y nos está amenazando cibernéticamente. Tenemos que lidiar con esto y vamos a hacerlo”, dijo en tono desafiante el primer ministro laborista.
La revisión presupuestaria de Starmer incluye la construcción de doce nuevos submarinos de ataque de propulsión nuclear con una inversión de 15 mil millones de libras (22 mil millones de dólares), un refuerzo de las defensas aéreas y misilísticas de mil millones de esterlinas y unas 6 mil millones más para fábricas de municiones: la inversión militar más importante desde el fin de la Guerra Fría, Starmer señaló que buscaban una innovación tecnológica con material bélico que incluyese drones, destructores y aeronaves con Inteligencia Artificial.
A este arrebato tecnológico-militar del gobierno laborista hay que sumar su compromiso de aumentar el presupuesto de defensa de 2,3% del PBI a 2,5% durante este período de gobierno y al 3% para 2030, gesto dirigido a Donald Trump que viene exigiendo a todos los miembros de la OTAN, un aumento en su contribución para aliviar la inversión estadounidense en la alianza militar transatlántica. La cumbre de la OTAN el 24 y 25 de junio tiene prácticamente acordado un aumento del gasto en defensa de 50 mil millones de libras.
Eufórico tras el anuncio de Starmer el ministro de defensa John Healey declaró que esta revisión estratégica convertiría a las fuerzas armadas británicas en “diez veces más letales”. El Reino Unido, dijo el ministro, debe estar preparado para un ataque militar ruso. “Estamos en un mundo mucho más peligroso. Estar listo para la guerra significa tener armas de disuasión para evitar guerras y sus terribles costos humanos y económicos, para fortalecernos y asegurar que si entramos en combate seremos los vencedores”, se entusiasmó Healey.
Keynesianismo militar y político
En medio de tanta euforia bélica al estilo anti-ruso de la Guerra Fría, hay un trasfondo económico y otro político. A nivel económico el Reino Unido ha tenido un crecimiento prácticamente nulo desde que los laboristas ganaron las elecciones el pasado 4 de julio y continuaron el programa de ajuste iniciado por los conservadores en 2010, justificando la traición de su promesa electoral por un agujero en las cuentas fiscales de 20 mil millones de libras.
La guerra le ha permitido anunciar inversiones que los mercados no cuestionan – a diferencia del tembloroso debate que generaría si se destinaran a vivienda o salud o educación - y la creación de empleos altamente calificados en astilleros de Escocia e Inglaterra, centros populares urbanos como Glasgow, Devenport, Barrow y Rosyth, donde la ultraderecha del Reform UK de Nigel Farage, que ya está en tren de fagocitarse a los conservadores, quiere disputarle la hegemonía política a Starmer.
La política económica laborista se ha basado hasta ahora en promesas incompatibles: fin de los programas de ajuste conservadores, mayor inversión social y ortodoxa rectitud fiscal. Por el momento, la ensalada le está saliendo avinagrada y le ha dado al Reform UK, ¡a la ultraderecha!, la posibilidad de atacarlo ... por izquierda. La semana pasada el partido de Nigel Farage rechazó con ofendido aire Trotskista el recorte a los subsidios energéticos y a las ayudas para las familias con más de dos hijos que implementó y/o planea el gobierno.
La estrategia de Farage está dando resultado. En mayo, el Reform UK obtuvo una resonante victoria en elecciones parciales municipales y hoy lidera las encuestas. El 11 de junio el gobierno tiene que anunciar una revisión del gasto presupuestario que revelará de dónde salen los fondos para la inversión en defensa. La resistencia en el interior del laborismo a posibles recortes de unos cinco mil millones de libras en gasto social, sobre todo en discapacitados, ha puesto a la ministra de finanzas Rachel Reeves contra la pared. Unos 200 diputados del oficialismo se oponen a esta medida: el gobierno quiere evitar una derrota o una victoria ajustada, embarazosa, que muestre las fracturas internas de un partido con mayoría absoluta en el parlamento.
La presión crece diariamente para que Starmer también revierta el ajuste a los subsidios energéticos, las familias con más de dos hijos y "vuelva a ser un ambicioso partido de los trabajadores", según exigió el viernes pasado Andy Burnham, intendente de Manchester y ex ministro de salud. Para estos sectores, la revisión del gasto público debería basarse en un impuesto a la riqueza y la inversión en los deterioradísimos servicios públicos, agenda impulsada por organizaciones como la Tax Justice Network (Red de Justicia Fiscal) y esquivada hasta ahora por el gobierno. Un editorial del "The Guardian" lo resumió con precisión el sábado. "Keir Starmer tiene que hablarle con sus políticas a los votantes, en vez de dirigirse a los mercados financieros, a esos vigilantes del mundo de la deuda en bonos estatales".