Nacer, criarse y crecer entre las exuberantes sierras de Salvador Mazza, localidad situada 400 kilómetros al norte de la capital de Salta, es lo que le sucedió a Lautaro Ponce, conocido hoy en el mundo de la cultura hip hop como Alma Salvaje.

Ciudad popularmente conocida como Pocitos, por el nombre de la estación de ferrocarril, Salvador Mazza fue creciendo con una mixtura entre originarios, criollos y migrantes que desde diferentes latitudes llegaban a desarrollar todo tipo de negocios.

Porque aquella ciudad de imponentes ríos y quebradas, bautizada con el nombre del medico que logró el fundamental tratamiento del Mal de Chagas, también encierra todo aquello que con sus bemoles sucede en un ámbito de frontera.

Desde ahí, desde la localidad más septentrional de la República Argentina, llega Alma Salvaje.

En las sierras de Salvador Mazza (Imagen: gentileza Lautaro Ponce)


“Nací en Tartagal pero crecí y viví toda mi vida en Salvador Mazza, tengo un muy lindo recuerdo de mi infancia porque mi mamá fue una grosa, es mi inspiración de vida. Pero por otro lado, siendo un pueblo tan chico, de frontera, con barrios tan peligrosos, con gente buena, pero también gente mala, es difícil hacer cosas nuevas como bailar break o rapear”.

Lautaro tiene 22 años, para muchos es apenas un joven, para otros, ya un gran experimentado en la disciplina que desarrolla: el breaking.

Con mirada atenta y redondos ojos siempre bien abiertos, analiza cada pregunta y responde con templanza y precisión. “Salvador Mazza es todo un gran barrio, hasta el centro mismo es barrio, es muy precario todo. Hace poco se convirtió en una ciudad, pero no tiene pinta de ciudad”.

La historia del joven oriundo de la ponlsvión más al norte de la Argentina, relata sus inicios en la disciplina. “Había un CAJ (Centros de Actividades Juveniles) en la ECCA (Escuela de Comercio Antártida Argentina), una escuela donde funcionaba un taller de breaking que lo hacía Manuel Jiménez, que es de Salvador Mazza; él fue de los primeros en llevar el break. Yo conocí a sus alumnos que fueron mis compañeros y empecé a entrenar con ellos, ahora solo quedamos dos activos de ese tiempo”.

(Imagen gentileza Lautaro Ponce)


Conforme pasó el tiempo, Lautaro se topaba con determinadas formas y maneras un tanto conservadoras que aparecen, con más potencia, en los pequeños pueblos frente a situaciones disruptivas. “Bailar no fue fácil, en el pueblo hay muchos estigmas y había que romper con todo eso; de hecho, yo tenía vergüenza de bailar, me inhibía, era muy tímido… Y el break me ayudó un montón a tener más seguridad, más confianza”.

El breaking

“Breakdance fue el nombre que le pusieron los medios de comunicación en los 80 para darle un nombre, pero realmente el nombre es breaking o break. Es un baile que hace poco, en 2018, se consideró un deporte olímpico, porque es un baile pero también un deporte, porque si uno quiere dedicarse tenés que tener un buen estado físico, es primordial, todo el circuito está lleno de deportistas, de atletas de alto rendimiento. Entonces no solo basta saber bailar, también tenés que hacer cardio, hacer potencia, tener control del cuerpo”, resalta Lautaro sobre algunos conceptos centrales en la actividad, al tiempo que pone sobre la mesa valores que, para ellos, no resultan solo un pasatiempo sino una forma de vida.

“En las batallas se hace uno versus uno, en las batallas uno se mide contra otro y debe defender su baile. Esto surge a partir de una música que pone el DJ y uno va improvisando. Lo fundamental es seguir el ritmo, seguir la música, y ya después van entrando los conceptos fundamentales del break”.

A partir de estos conceptos comienza a surgir una manera propia de sintetizar y moverse con propio estilo, “el mío es fluido, dinámico y explosivo, pero teniendo conciencia corporal, me gusta tener esa característica de atleta”.

(Imagen: gentileza Lautaro Ponce)


Lautaro hace cardio, se cuida en las comidas y entrena, sobre todo, subiendo los cerros de Salvador Mazza con alguno de sus grandes amigos, práctica que conecta y enlaza el break y su tierra natal.

Nace Alma Salvaje

“Mi primer viaje fue a los 16 años con unos amigos, a San Ramón de la Nueva Orán. Ahí había una competencia grande, de tres días, y fuimos con un adulto que también bailaba. Él nos llevó, se hizo cargo, y ahí conocí gente que era muy buena, que yo admiraba. Esa vez empecé a tomarme más en serio el baile”.

El tiempo transcurría y Lautaro comenzaba a perfilarse como un profesional en la disciplina. “Cuando gané mi primera competencia lo tomé como una señal, ese día me sentí muy bien como persona y con mi baile. Ahí decidí que le iba a poner cada vez más ganas, poniéndome como meta ser el mejor de la competencia”.

“Vine a Salta en 2018 a una competencia que era clasificatoria para una nacional y me tocó contra el mejor, contra el que ganó, y yo al estar tan cerca de ganarle no me conformé y me fui mucho más inspirado a seguir entrenando. Creo que ahí aparece Alma Salvaje, del hambre que tengo, de las ganas que tengo de salir adelante; un nombre que vino de mucha introspección, de lo que yo soy y de la persona que quiero llegar a ser sin olvidarme de mi pueblo, de mis raíces, de donde vengo... soy un alma salvaje”.

Ganador de la Red Bull Nacional (Imagen: gentileza Lautaro Ponce)


Campeón nacional

“La verdad que fue un antes y un después”, comenta el Alma Salvaje, “porque más allá de que yo haya sido el campeón argentino y representante nacional, fue otra señal para saber que voy bien, que estoy bailando bien. Esa vez vino gente que admiro de la escena mundial del break que me juzgó, gente de Europa, de Francia, de Italia y que ellos me hayan dado ese aval, fue mucho más grande”.

Aquella épica final “fue en Buenos Aires. Tuve conocimiento de la competencia cuatro meses antes, así que me preparé, me puse a entrenar apenas supe, ese era mi foco. Y ahí fui, con hambre, no solo con la expectativa de ganar, sino con las ganas de dejar todo, de demostrar que yo tenía nivel, que estaba apto y que me puedo codear con los mejores”.

Esa confianza que llevaba Lautaro dentro de su Alma Salvaje, lo llenó de confianza, “no vi ninguna batalla. Hice el filtro, eran 150 hombres y 100 mujeres, lo pasé y en mi primera batalla gané, en todas entré primero, porque uno puede decidir si esperar o entrar primero, yo decidí entrar primero en todas, estaba seguro de mí mismo, confiado".

Aunque, según sus propias palabras, las expectativas ya estaban cumplidas, Lautaro llega hasta la final, “que fue con Porteño, ese es su apodo, que justamente es de Buenos Aires y yo al venir del interior, era como esa guerra…”.


Apenas empezó la competencia, yo estaba en el medio bailando y toda la gente emocionada gritaba, sentía que la gente quería que yo gane. De hecho, apenas terminó, antes que levanten la mano, ya sabía que ganaba, así de seguro estaba; tenía la bandera argentina de un lado y la bandera salteña del otro, estaba sonriendo y mirando por arriba con cara de loco diciendo, ‘Ya está’, y contaron 10, me levantaron la mano y saltó toda la gente, se hizo una avalancha tremenda, lo tiraron al jurado para el otro lado, fue hermoso”.

La grupalidad, los compañeros de ruta

Algo que se destaca dentro de la filosofía del break y del hip hop en general, es la grupalidad, los círculos, la crew, como es nombrada dentro del ambiente. Es por eso que Alma Salvaje no pasa por alto esta faceta: “el hip hop me ayudó un montón a decirme a mí mismo ‘sí puedo’, sumado a la hermandad de la gente que está en esta cultura que se llama hip hop, que viene y te dice, ‘Amigo, bailá, está increíble, amigo sos muy bueno, andá por acá, seguí así’, o te da un consejo, eso te ayuda un montón”,

Gracias al break tengo más gente conocida en todo el país que en mi pueblo, son mis amigos, es gente que quiero, que me apoya, que te ayuda y eso me deja tranquilo y con esperanza de que hay gente piola, hay buena gente en la movida”.

En las sierras de Salvador Mazza con la ciudad de fondo (Imagen: gentileza Lautaro Ponce)


Alma Salvaje sueña en grande, porque sus logros y corta edad demuestran a las claras que todavía hay mucho por ser y hacer. “Una de mis metas principales es darle visibilidad al breaking argentino, porque nunca estuvo en un plano mundial, incluso es el objetivo de mi crew, poner a Argentina en el mapa”.

“Me encanta bailar con toda libertad, para intentar llegar a ser quien quiero ser en el breaking, viajar, conocer, vivir de esto, y así, poder ayudar a mi familia”, concluye Lautaro, quien, lanzado como un Alma Salvaje desde el interior del interior, rompió estigmas y prejuicios, y hoy su techo no pareciera tener límites.