¡No! ¡No!, ¡que Cristina no baile más!, chillan con amargura les pseudo periodistas que operan como vocería oficial. “Hay que bloquearle el balcón”, dice sin inmutarse una asistente a tóxicas comidas televisivas. No es abogada, ni jueza, ni nada; pero exige esa medida disciplinaria como si lo ordenara el Rey Salomón o la justicia divina. Lloran porque no llora la proscripta.

No leen, no se informan, repiten, carecen de capacidad crítica, quedan en ridículo quejándose. Quisieron humillar y la vida les devolvió el escupitajo.

Quizá cuando esta nota aparezca, ya uno de los jueces genuflexos del poder logró o esté por lograr inmovilizarla. Pero no hay ley contra expresar amor. Y la gente, que atesora en sí la solidaridad y la sensibilidad social que emana de esta lideresa, se despertó sobresaltada ante la fantochada de una causa que ya estaba juzgada y en la que la ex presidenta había quedado libre de culpa y cargo.

Las derechas, sirvientas del gran capital, no perdonan el amor de la gente por Cristina, no le perdonan la alegría comunitaria de amarse, de no odiar, de juntarse, Ignoran -o pretenden ignorar- que no hay ley que prohíba bailar durante un arresto domiciliario ni está prohibido salir al balcón y saludar. Sus detractores podrán inmovilizarla físicamente, pero la comunicación con el pueblo atraviesa muros, es deseo rizomático. Pero quienes viven para odiar no lo entiende, ¡qué les van a hablar de amor!

Cristina Kirchner está a derecho y quienes reclamaban la condena ahora no la pueden disfrutar porque no llora ni se prófuga, baila; mientras les periodistas de mentiritas, que no pueden caminar por la calle porque son rechazados por la gente, se rasgan las vestiduras. Ni leyeron la sentencia y la subscriben, así no más, sin fundamento. Son ignorantes de las leyes argentinas y de las características del encarcelamiento. Desconocen, por ejemplo, la función de la prisión, que limita los desplazamientos externos, pero prohíbe castigos internos.

Qué bien les vendría leer Vigilar y castigar, nacimiento de la prisión, de Michel Foucault (y pasarlo al acto) y estudiar nuestra Constitución cuyo artículo 18 establece que las cárceles deben ser sanas y limpias para seguridad de quienes la habitan. No corresponde imponer castigos extras. Existen acuerdos internacionales donde nuestro país adscribe a la obligación de tratar a las personas detenidas con respecto y dignidad, independientemente de la modalidad (en un penal o domiciliaria). Quien lo dude que pispee un poco qué tipo de vida hacen los genocidas con prisión domiciliaria: salidas, fiestas, deportes, visitas a Coto los días de descuentos y ofertas para jubiladas/os y otros desplazamientos invisibles para esta justicia chueca.

Pero lo más significativo es la trascendencia histórica que adquirió Cristina gracias a quienes pretenden degradarla: la proyectaron a mito, como a Hipatía de Alejandría, a Juana de Arco, a Rosa de Luxemburgo y a Eva Perón, entre otras. Todas proscriptas por poderes fascistoides y machistas, todas eternizadas en la memoria de los pueblos a partir de las iniquidades de quienes carecen de valor, pero pretenden ser superiores. Atacan a mujeres talentosas, valientes y alegres, ¡no las pueden soportar!

Hipatía, científica y filósofa de Alejandría, Egipto romano, siglo IV, matemática, profesora, astrónoma, escritora y técnico física, dirigía la biblioteca que suplantaba a la Gran Biblioteca destruida de Alejandría. No le perdonaron ser mujer, ser culta, ser aguerrida.

Una horda cristiana -enemiga de los romanos- la desnudó, lapidó y descuartizó. Sus restos se desparramaron por toda la ciudad y se arrojaron al fuego. Si la hubiesen aceptado, no habría pasado a la historia. Sus enemigos la inmortalizaron.

Juana de Arco, una adolescente francesa del siglo XV, tomó las armas para defender a su pueblo de los invasores ingleses. Sus triunfos facilitaron la liberación francesa y el final de la Guerra de los Cien años. Pero un grupo de compatriotas reaccionarios, entregó a Juana a los ingleses que la torturaron y la quemaron viva.

¿Quién sabe hoy el nombre de sus criminales? Nadie. Tampoco nadie recordará a los Majules y los Viales obsesionados con Cristina. En cambio, su figura trascendió a otro nivel, como Juana, digna frente a sus detractores y hoy venerada como santa. Su choque con el poder le hizo un lugar imperecedero en el imaginario social.

¿Y Rosa de Luxemburgo (Polonia 1871- Alemania 1919)? Activista antimilitarista, anti imperialista, defensora de los derechos de las mujeres y de la clase trabajadora. Reivindicó la espontaneidad de las masas movilizándose contra la injusticia y criticó la actitud quietista y conservadora de ciertos sindicatos y otros falsos defensores de los derechos sociales. Revindicaba la huelga y los debates parlamentarios como tecnología de poder de las personas oprimidas. Sufrió cárcel en numerosas ocasiones y, finalmente, traicionada por gente de su propio partido, fue secuestrada ilegalmente, torturada y desaparecida.

Tres meses más tarde, apareció su cuerpo flotando en un canal. Horas antes de su muerte había escrito que la victoria futura surgirá de las derrotas temporales. Hoy su legado está más vivo que nunca y siguen vigentes sus pronósticos: la verdadera libertad siempre es la libertad del que piensa diferente.

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A las mujeres sobresalientes se las condenan más por sus aciertos que por sus errores. Exitosa, luchadora, inteligente, valiente y, para peor, nacional y popular. Otras argentinas también fueron proscriptas por sus ideas políticas y, por supuesto, por ser mujeres (las desaparecidas, las que desconocemos dónde están). Pero ya antes, Julieta Lanteri sufrió agravios y represión por reclamar el voto femenino. Alicia Moreau de Justo fue perseguida y encarcelada por sus creencias y prácticas políticas populares. Ambas feministas bregaron por sus proyectos de país y por los derechos de las mujeres. Quizás el colmo para las ultraderechas misóginas fue Eva Perón. Salir de la calle de tierra y recalar en la Casa Rosada. Para Evita, la alegría de poder ayudar fue más grande que la tristeza por las ofensas recibidas. Las campañas de desprestigio fueron despiadas. Hasta después de muerta la siguieron humillando, violaron su cuerpo sin vida. Sin embargo, hoy es una figura descollante en la historia universal. Como Cristina, proscripta en los papeles y amada en la práctica. ¿Cómo no va a estar alegre aun en prisión?, sí, como lámpara votiva, sigue encendida la sonrisa de quien baila y la serenidad de quien sabe que aquello que el odio mata lo resucita el amor.