“Siempre me han atraído las historias sobre las relaciones humanas. Creo que esa es la verdadera fuerza que empuja nuestras vidas”. En la pantalla de la computadora, durante una conversación virtual pero cercana con un puñado de periodistas de todo el mundo, Julianne Moore –la actriz nacida en una base militar de Carolina del Norte en 1960 que ya lleva 35 años habitando otras pantallas, las de los cines– define sus intereses centrales a la hora de aceptar o no un papel. La reflexión es general y todoterreno, pero tiene como punto de partida su último largometraje, Echo Valley, que ya puede verse en Apple TV+. Allí interpreta a una madre dispuesta literalmente a todo con tal de salvar a su hija del desastre absoluto. En la tercera película de Michael Pearce luego de Beast y Encounter, Moore se transforma en la dueña de un rancho y caballeriza cuya situación económica dista de la perfección; es precisamente durante una crisis monetaria cuando su hija, encarnada por la blonda Sydney Sweeney, reaparece con un típico pedido de dinero para poder seguir sosteniendo su vida sin equilibrio a la vista, potenciada por una fuerte adicción a las drogas.
Pero lo que comienza como un drama familiar, en el cual Kate y Claire, madre e hija, intentan reconciliar puntos de vista y visiones a futuro, deriva más temprano que tarde en un relato sostenido por los viejos mecanismos del relato de suspenso. “Los vínculos con nuestras parejas, con nuestros hijos y amigos, con nuestra comunidad, son lo que nos mantienen en movimiento. La historia de Echo Valley está centrada en una relación madre-hija, aunque atravesada por todos los elementos típicos del thriller. Más allá de eso, cuando leí el guion me recordó mucho a esas películas de los años 40 y 50, que ahora suelen agruparse bajo el rótulo de women’s pictures, donde tantas veces la protagonista era una mujer común y corriente empujada hacia una situación extraordinaria. Me pareció una historia conmovedora pero al mismo tiempo divertida. Un thriller clásico”. No es spoiler si el tráiler lo anticipa: una noche de lluvia Claire golpea la puerta, su ropa mojada y llena de sangre ajena, pidiendo ayuda. En el auto, un cadáver envuelto en una mortaja improvisada. Así, como quien no quiere la cosa, Kate se transforma en la eventual encubridora de un crimen que no debería haber ocurrido, pero cuya realidad puede acabar con la vida de su hija tal y como la conocía.
UNA VIDA EN LA PANTALLA
Luego de una infancia que la llevó por diversas ciudades y estados de su país y de Europa, de Alaska a Alemania, como consecuencia del trabajo militar de su padre, la joven Moore se instaló en Nueva York a mediados de los años ‘80, donde trabajó como mesera en diversos establecimientos al tiempo que intentaba romper el hielo como actriz. Los primeros papeles de cierta relevancia llegaron a comienzos de la década siguiente, con papeles secundarios en films como La mano que mece la cuna y El cuerpo del delito, dos thrillers noventosos de los cuales Echo Valley es descendiente indirecto, aunque sin el aspecto erótico del segundo de esos títulos, una de las “causas célebres” de Madonna durante su período más sexy. Luego de un paso por el exitoso film coral de Robert Altman Ciudad de ángeles (1993), Moore confirmó con creces su talento para dar vida a personajes complejos y contradictorios en Safe (1995), la primera gran película del realizador Todd Haynes, con quien mantendría una relación profesional que continuaría años más tarde con películas como Lejos del paraíso, I’m Not There y, más recientemente, Secretos de un escándalo. Su papel de estrella porno en Boogie Nights (1996) la acercó a otro de los grandes realizadores estadounidenses contemporáneos, Paul Thomas Anderson, cimentando una carrera que, de allí en más, la llevaría a prestar sus servicios a cineastas de la talla de Ethan y Joel Coen, Alfonso Cuarón, David Cronenberg y Pedro Almodóvar, entre muchos otros.
Volviendo al terreno del thriller, Moore no cita ninguna película de los años ‘80 o ‘90 como su favorita. Ese lugar le corresponde, según su preferencia cinéfila, a Venecia… Rojo Shocking (1973), el clásico de Nicolas Roeg protagonizado por Julie Christie y Donald Sutherland. “Curiosamente, se trata de otra película con una situación doméstica como detonante de la historia. Y de la tragedia. También es una historia de amor maravillosamente humana y compleja, y posiblemente la película que más miedo me ha dado en toda la vida”. Durante la conversación la actriz confirma que, para preparar el rol de Kate en Echo Valley, no tuvo como referencia ningún film del mismo género: “Todo estaba muy detallado en el guion”, escrito por Brad Ingelsby, el creador de la celebrada miniserie Mare of Easttown, que protagonizó Kate Winslet. “Muchas veces se pide que se describa a un personaje, ya sea de una película, un libro o una pieza teatral, en tres palabras. Y lo cierto es que, si la obra es lo suficientemente compleja e inteligente, eso es algo imposible de hacer. Lo que me gustó de Kate fue que, como la mayoría de nosotros, es alguien que no se puede conocer a partir de una primera impresión, más allá de las presunciones o prejuicios. Hablamos de eso con el director, Michael Pearce: ella es alguien absolutamente normal pero bajo mucha presión –la economía del rancho, las adicciones de su hija–, pero que, de pronto, sorprende por su actitud ante un hecho absolutamente extremo”.
Todos los personajes traen aparejados desafíos, porque su trabajo como actriz –apunta la propia Moore– es hacer que esa criatura descripta en el guion se transforme en la pantalla en una persona de carne y hueso. “Hay que pensarlo de la siguiente manera: todo es un invento, alguien escribió la historia, estamos interpretando a alguien que no es igual a uno. La intención es siempre crear un personaje e interpretarlo de la manera más más realista posible; lograr que el público sienta que lo conoce y lo comprende. Que se parezca a alguien a quien podríamos llegar a conocer. Creo que esa es una de las responsabilidades del actor”.
En cuanto a la manera en la cual se acerca a los personajes, explica la actriz –y aclara que podría decirse que se trata de su “método”, por llamarlo de alguna manera–, está ligado a qué acciones puede llevar a cabo delante de la cámara. “En otras palabras, un guion puede describir cómo se siente tal o cual personaje, pero en una película ese personaje no puede declamar lo que siente, simplemente debe levantarse de la silla y atravesar una habitación. A veces se trata de saber cómo debe moverse el personaje para poder transmitir esos sentimientos. Es un poco como en la vida real: hay que cocinar o ir al trabajo o tomar el subte, y esas son acciones concretas que, muchas veces, van definiendo cómo es y cuáles son los sentimientos de una persona. La actuación está definida por los sentimientos y las acciones”.
UN MUERTO EN EL LAGO
El techo del rancho se está viniendo abajo y el pago a los diversos proveedores está demasiado atrasado, cuestiones del día a día que se suman a un dolor personal de gran magnitud: cuando Claire regresa con sus demandas, Kate sigue de duelo. No por la separación del marido y padre de su hija tiempo atrás, sino por la muerte reciente de su pareja, una mujer con la cual mantuvo un vínculo emocionalmente fuerte. Los sueños son recurrentes y regresan a ese pasado reciente que, en el presente, se antoja idílico.
Michael Pearce también estuvo disponible para conversar con la prensa. Sobre el hecho de trabajar por primera vez con un guion ajeno, el realizador afirmó, con humor pero certeza, que “es mejor así: el trabajo duro ya lo hizo alguien más. Cuando tenés 110 páginas que funcionan bien, un buen guion, es como si hubieras escalado la mitad de la montaña. Un guion no es solamente un modelo, un plano para edificar algo, sino que es la razón por la cual muchos actores se suman a un proyecto”
Lo realmente buen en este caso, según Pearce, es que Brad Ingelsby es un guionista sin ego, con quien le fue muy sencillo colaborar. “Conversamos mucho sobre los personajes, los diálogos, y seguimos explorando y desarrollando cosas. Asimismo, fue posible discutir con los actores y cambiar cosas si no se sentían cómodos o creían que algo no funcionaba del todo bien. Tampoco es que hayamos hecho grandes cambios, pero si la lógica emocional de una escena merecía alguna corrección Brad estuvo siempre abierto a ello. Lo importante era que los personajes fueran ricos y complejos, más allá de la trama de thriller con vueltas de tuerca y giros inesperados. Es raro encontrar eso: un film de suspenso con temas y construcciones narrativas adultas. Lo usual es leer guiones dramáticos con buenos personajes pero poca intensidad, o bien historias de suspenso y crimen con personajes poco desarrollados, arquetipos. El guion de Echo Valley venía completo, con todo eso incluido”.
Moore no está sola. Además de Sweeney, quien de un tiempo a esta parte y sobre todo luego del éxito de la serie Euphoria se convirtió en uno de los nombres más solicitados de la industria, Echo Valley cuenta con la participación de Domhnall Gleeson y la siempre cumplidora Fiona Shaw, ambos irlandeses –aunque aquí sus acentos están pulidos al uso estadounidense– y ambos ex-miembros de la troupe de Harry Potter. La actriz, a quien en breve podrá verse en Hot Milk, la ópera prima de la guionista y realizadora Rebecca Lenkiewicz, interpreta a la mejor amiga y confidente de Kate, al tiempo que el pelirrojo hijo de Brendan Gleeson encarna una nueva versión del Mal personificado, el demonio humano que llega para alterar aún más las vidas de la madre y la hija.
Los problemas, desde luego, comienzan antes de su llegada, cuando el segundo retorno de Claire bajo la lluvia viene acompañado de un cadáver cuyo destino final será el fondo del lago cercano. Para Julianne Moore, “es trágico que tanta gente, no sólo en los Estados Unidos sino en todo el mundo, deba lidiar con las adicciones. Es algo que afecta a muchas personas, profundamente. Una de las cosas que más me gustó de la historia es cuán grande es el amor de Kate por su hija, y cómo desea ayudarla, salvarla, curarla. Muchas de las cosas que hace Kate son moralmente complicadas, pero todo surge del gran amor que siente por su hija. Supongo que amar es sinónimo de hacerlo sin condiciones, y esa es una de las bases de la maternidad y la paternidad. O uno esperaría que así fuera”.
HAY QUE CREÉRSELO
La conversación con la actriz, quien coprotagonizó recientemente La habitación de al lado, de Pedro Almodóvar, junto a otra eminencia del cine internacional, Tilda Swinton, deriva inevitablemente hacia su extensa carrera, comparándola con la de la “ascendente” (término de moda en la lengua de la industria audiovisual) Sydney Sweeney. “Justo estaba hablando ayer con alguien sobre esto. Una de las cosas más interesantes que me tocó experimentar siendo una actriz joven, y ahora como una intérprete algo mayor, es la gran cantidad de relaciones puras que se termina teniendo con la gente con la cual se trabaja. Independientemente de su edad. Recuerdo, cuando recién estaba comenzando mi carrera, con unos veintipico de años, estar de pronto en medio de alguna escena con alguien que tenía el doble o el triple de mi edad. Y el vínculo fuera del rodaje siempre era interesante. Me refiero a poder hablar e interactuar con alguien más experimentado, tanto en el trabajo como en la vida. Algo realmente estimulante. Al crecer y hacerme mayor, me encuentro en la situación opuesta: conocer gente más joven. Para mí ha sido maravilloso y no sé si hay tantas profesiones en las cuales esa situación se dé de forma tan natural. Es algo que disuelve muchas barreras entre la gente y permite compartir experiencias genuinas, tanto en términos profesionales como vitales”.
Puede afirmarse que cada película, y cada cineasta, es un mundo en sí mismo, y una de las tareas del actor es adaptarse a las reglas de juego particulares de cada experiencia. “En una película todo está definido por el guion y el director”, afirma Moore con seguridad. “En este caso los resortes del género también tenían mucho peso. El motor de un thriller tiene mecanismos diferentes. Por ejemplo, La habitación de al lado es una meditación sobre la amistad y la mortalidad, y creo que también una declaración política. Tonalmente es un película muy diferente a Echo Valley, donde el género y sus reglas son muy importantes. La idea es mantener al espectador al borde del asiento”.
Las decisiones que toma el personaje de Kate son ciertamente extremas, y muchas veces puede ser un verdadero desafío para cualquier actor entregar una performance que se sienta real y sincera, a pesar de las circunstancias absolutamente fuera de lo común que debe representar. “Hay que creérselo. Supongo que ese es el truco. La mayoría de los actores se dan cuenta si lo que están haciendo es creíble o no. Varias de las cosas que hace Kate son increíblemente extremas, pero son decisiones tomadas en el calor del momento o sin pensar demasiado en las consecuencias. Es algo que puede ocurrir en la vida real. Cuando cruzamos la calle muy rápido, sin mirar hacia los costados, esperamos que no nos atropelle un auto. En Kate hay algo similar a eso: no está mirando a ver si viene un auto, simplemente corre y espera no ser atropellada. Las cosas que hace no son necesariamente racionales, pero no siempre somos racionales en nuestras vidas”.
Reflexionando sobre su carrera de más de tres décadas, la actriz se siente “feliz, porque es un oficio del cual siempre obtengo mucho placer. En algún momento pensé que quizás me iba a cansar de hacerlo, pero hasta la fecha eso no ha ocurrido, y sigo encontrándolo infinitamente fascinante. Me encantan las relaciones, me fascina el comportamiento humano y, sobre todo, me gusta el hecho de que hacer una película es siempre un acto colectivo. Trabajar con otros colegas, directores, guionistas y el resto del equipo. Estás rodeada de mucha gente y cada uno tiene su talento y pericia en cierta especialidad, pero todos logran construir algo en conjunto. Una película es como un objeto, pero también es un acto de la imaginación. Me encanta, así que espero seguir teniendo trabajo”.