Observar las redes sociales de Luciano Lomastro es ingresar a un mundo de colores saturados y fluorescentes, formas humanas expandidas, atravesadas por algo que podría ser la noche, el misterio, la fiesta o el apocalipsis. El artista, que hace siete años vive en Mar del Plata, se define en su biografía de Instagram como “interdisciplinario”, y defiende la “belleza fea como trinchera”. No es casual hablar de Lomastro y nombrar a las redes sociales: su obra, que se mueve entre las artes escénicas, las visuales y la performance, está empapada del vínculo que la humanidad mantiene con el universo digital: con su velocidad y su inmediatez, sus malentendidos lingüísticos, sus encuentros (y, sobre todo, sus desencuentros) sexoafectivos.

“Mi recorrido artístico arranca desde la actuación. Empecé actuando y, con el tiempo, pasé a la escenografía”, explica. Después estudió diseño de interiores y dirección de arte, y trasladó ese conocimiento a lo escénico. Paralelamente, empezó a investigar de forma autodidacta dentro del campo de las visuales. “Trabajo de forma interdisciplinaria porque mi línea de trabajo es muy humanística, en el sentido de que siempre estoy haciéndome preguntas sobre lo humano: cómo nos comportamos, qué hacemos. Esa veta antropológica atraviesa mi obra, y me muevo entre distintos lenguajes para responder esas preguntas”.

Piensa la escena desde este lugar híbrido, y propone una “escenografía instalativa”: decorados (sinónimo poco feliz) desmontables, móviles, con los que es posible interactuar. “Me parece fundamental que quienes están en escena, actores, bailarines, puedan intervenir ese espacio. Me interesa romper con esto de que la escenografía es algo sagrado que no se toca. Siempre digo ‘son cartones, chicos, si se rompe lo tiramos y hacemos otro, no pasa nada’”, dice Lomastro entre risas al hablar del trabajo que hace junto al Colectivo Banal. En la última obra que montaron, “Me incomodan los recuerdos y no quiero que me despidan”, Lomastro trabajó con suéteres que donaba el público. “Quiero que el público forme parte también de lo escenográfico, establecer ese diálogo desde un lugar que, como decía, suele ser leído como mucho más rígido. No quiero eso. Me interesa que la escenografía tenga la capacidad de moverse según las necesidades de las personas que la utilizan, que esté a disposición de los demás”, sostiene.

Como artista plástico uno de sus temas recurrentes, además del color, la fluorescencia y el uso de luces ultravioletas, es la sexualidad: “es un tema que me convoca y con el que siento que en el mundo artístico todavía hay mucho prurito. Cuesta ver un pene en una sala de exposición. Me parece tremendo que en 2025 sigan existiendo esas resistencias”, explica entre la risa y el escándalo. La faceta actoral de Lomastro se hace visible en cada chiste y anécdota, en su frescura, en la comodidad con la que, sin mucha vuelta, da su opinión. Hace unos años realizó una serie de pinturas basadas en las “nudes” que le enviaban quienes intentaban “levantarlo” por Grindr, “la aplicación de citas al servicio de la comunidad LGBTQ líder en el mundo”. “Durante mucho tiempo fui recopilando imágenes y conversaciones”, explica. “Elegí las que a mí me interesaban más y decidí hacer pinturas a partir de esas fotos, porque empecé a pensar en el arte que existe en esas nudes que se mandan de teléfono a teléfono: quien las saca toma decisiones estéticas, compositivas, hay una curaduría implícita. Pero ese arte muere ahí, en ese pasaje íntimo. Yo quise romper con ese código: saqué esas imágenes del celular y las pinté”.

La serie, a la que bautizó como “Seduzeme”, consta de cuarenta cuadros, y fue expuesta en Capital Federal (en bares LGBT) y en Mar del Plata, en la galería Percepto. La recepción del público fue buena (“a la gente le encantó”) pero también pudorosa. Muchas personas no se animaban a comprar las obras porque les daba un “no sé qué” colgarlas en la pared de casa. Además, debido a esta “exaltación del pudor”, Lomastro recibió propuestas de curaduría del tipo “podríamos taparlas y que la gente las descubra”, pero él prefirió no exponer antes que exponerlas censuradas. “No negocio con eso”, dice.

En cuanto a lo performático, Luciano explica que hizo pocas performances pero que todas estuvieron “muy pensadas”. Una fue “My shitty New York wedding”, que montó en muchísimos lugares, incluso en el Museo Mar, donde actualmente trabaja. La “perfo” toma una experiencia personal: un verano que Lomastro pasó en Nueva York, en donde se enamoró. “Viví una historia muy de película romántica, tipo Meg Ryan”, explica. “Cuando volví, nos separamos. Guardé todos los mensajes de texto (¡qué antigüedad! dice tapándose la cara) de ese vínculo y escribí en base a eso”. La performance pone en escena a un actor o actriz que cuenta la historia a través de los mensajes de texto. Mientras tanto, Lomastro construye sobre el cuerpo del performer un vestido de novia hecho con papel higiénico. “La historia termina mal, y el vestido se rompe”. La realizó por primera vez en “La Casona Iluminada”, en una de las fiestas “Arenga” organizadas por Maruja Bustamante, que exhibía happenings de arte y teatro.

Su otro trabajo performático es una videoperformance llamada “La limpiadora crónica” que realiza junto a la bailarina Catalina Sánchez Palacios, en donde ella lleva un vestido hecho de trapo de piso. “Vamos a instituciones públicas o privadas, lugares que históricamente intervinieron en la vida de los artistas, como tribunales, iglesias, municipalidades, y ahí ella baila y limpia simbólicamente con su cuerpo el espacio, mientras yo registro en video”, dice. La idea es construir una videoperformance que se expanda con el tiempo, en distintos territorios. “Es una crítica al uso que hacen las instituciones del arte y de los artistas como propaganda, más que por interés genuino. Pero bueno, está en construcción: necesitamos fondos para viajar y seguir ‘limpiando’”, explica.

Lomastro nació en Capital Federal, pero hace muchos años reside en La Feliz. “Tenía una amiga viviendo en mardel, una vuelta la fui a visitar y esa visita duró siete años”, cuenta entre risas. A Capital no volvió más, salvo de visita. En Mar del Plata empezó a trabajar en el Museo MAR, se puso en pareja, armó una vida. “Mar del Plata me dio la posibilidad de desarrollarme como artista. No por las oportunidades de la ciudad, que son más acotadas, sino por el estilo de vida. Tengo más tiempo, más orden, y eso me permite dedicarme más al arte, en Capital todo el mundo está corriendo”, reflexiona.

En el Museo Mar trabaja como montajista, y también hace este trabajo cada tanto en el MALBA. El trabajo consiste en, junto a un equipo, armar y desarmar exposiciones: desde colgar cuadros hasta montar instalaciones y, en el caso del Museo MAR, donde muchas veces los artistas participan directamente, el trabajo suele cruzarse con roles de realización o asistencia. También con la producción, en el diálogo técnico con los curadores para definir la disposición de las obras. “Me gusta mucho este trabajo: es dinámico, cambia con cada muestra y permite vincularse con artistas y curadores”, explica. “Cuando hay buena onda, es un placer y cuando no, bueno…”, se ríe y hace un guiño pícaro de “me entendés”.

Actualmente, junto al Colectivo Banal, se encuentra en pleno proceso de producción de un nuevo material, y Lomastro adelanta que este año realizarán una gira por la provincia con “Todo lo que nos rompió el corazón”, una obra de danza que tiene un dispositivo escénico trasladable, basado en las experiencias de sus dos intérpretes. Además, se encuentra en busca de espacio para realizar una muestra de su última creación, “Post pulsión de muerte”, que imagina cómo será el futuro una vez que como humanidad hayamos logrado atravesar “este momento en que estamos destruyendo todo”. Como si fuera poco, estrenó una nueva faceta: la de poeta, por la que el año pasado fue invitado a participar del Festival “Poesía de Acá”. No hay dudas: pronto tendremos más novedades sobre la obra de Lomastro, en cualquiera de sus formas.