–¿De dónde vienen? 

–De Coghlan

–De Cabildo y Federico Lacroze. 

Estaban en Callao y Corrientes. Iban para el Congreso. Eran parte de una columna de una cuadra. Caminaban en grupo. En su mayoría jóvenes. Podrían haber sido parte de una multitud que salía de un recital. Pero algunos empujaban sus bicicletas. Uno llevaba un perro de la correa. Muchos, pero no todos, algún elemento para golpear. No era un clima de fiesta, como hay a veces en las manifestaciones. Más bien de tranquilidad, de liviandad, como si haber salido a la calle en ese día fresco de verano les hubiera sacado un peso de encima.  

En la Plaza del Congreso, cerca de la una de la mañana, había más ansiedad. 

–¿Qué estará pasando adentro? ¿Cómo va la votación?, preguntaban los que se habían acercado desde distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires para protestar por lo que pasaba en el recinto de Diputados. Los que podían chequeaban las noticias en el celular. La sensación era de espera. Cerca de las vallas había cierta tensión. Del otro lado de la valla metálica se veía la larga fila de escudos prolijamente ordenados y en guardia. Una chispa podía encender la mecha y los que estaban del otro lado con sus bicis, sus perros, sus banderas argentinas y sus cacerolas recibirían palazos, balazos de goma, gases. Todos eran potenciales víctimas y, a la vez, potenciales  detenidos, acusados en una causa penal por haberse movilizado hasta el centro para protestar.  

Por la tarde temprano había ocurrido. Cientos de heridos y más de 60 personas arrestadas. También había habido piedrazos, tiros de morteros y agresiones a algunos periodistas por parte de un grupo de manifestantes. Hechos de violencia que son condenables. No sólo porque son “funcionales”, sino porque están mal. Son, además, expresiones de bronca, síntomas de que algo está pasando. El Gobierno debería tomar nota de esta bronca. Y de que cuando la gente tiene menos para perder, cuando no tiene un trabajo que perder, ni una jubilación digna que perder, las expresiones de bronca y violencia se acrecientan. Por otro lado, los analistas deberían tomar nota de que esta bronca, esta violencia, no puede convertirse en la justificación del abuso de la violencia por parte del Estado.  Los   comunicadores no podemos convertir estos hechos en una nueva teoría de los dos demonios. 

Pero los cacerolazos, más pacíficos y civilizados, también expresan bronca. Tan afecto a los focus groups, el Gobierno tuvo ayer un focus muy grande que le dio muy mal. Otro hecho que el oficialismo debería tener en cuenta. A quienes participaron de él, entre los que había personas que hace tres o cuatro años protestaron de la misma forma contra el gobierno anterior, el Presidente sólo les pidió no dudar de sus intenciones. Ese es el problema. Justamente, no hay dudas.