Soy yo pelotudo, quién va a ser. Sí, sí, son posta las fotos, boludo. Hace rato, sí, desde Vietnam, ¿te acordás que fui? Sí, Oscar, la foto vestida de fagina, que todos los forros me gastaron porque usaba una Vuitton. Qué carajo quieren que use una presidenta de la Nación, Oscar, ¿un bolsito de tela de avión de la promoción de Avón? Bueno, te estoy diciendo que es cierto. La foto esa, sí, la de los túneles del Vietcong, Oscar, es lo que te estoy diciendo hace media hora, sos boludo eh, la sacó ella. Estaba ahí, era parte de la delegación porque viajamos con la oposición esa vez. Sí, Oscar, la llevamos a ella en vez de Pato. Obvio, boludo, quién va a querer viajar con ese monstruo mala onda. Y bueno, viste que los pendejos nuestros, los putos y las tortas y les trans kirchneristas te digo, Oscar, viste que estaban dale y dale con eso de hacer postales conmigo besando en la boca a Evita. Sí, a mí también me parecía medio sacrilegio. Pero tanto no, Oscar, después de todo mujeres como nosotras, como Eva, como yo misma te digo, sólo besamos a nuestros pares, a El, a Perón, sólo pares, ¿viste? Así que primero me daba medio asco, como impresión, pero después me fue gustando que se pusieran en llamas también con eso, Oscar. Porque vos sabés: conmigo están medio en llamas todos. Otros están en llamas con el hijo de Franco, sí, pero eso no es estar en llamas: eso es besar culo fruncido y muerto, Oscar. Miralo al pelotudo del juez que inventa que Argentina estuvo en guerra en 1994 para meterme en cana. Trata de aterrorizar a toda la oposición ese hijo de puta. Los demás no, los demás me muevo y se mueven ellos, Oscar, entendés, les hago olas. Igual no van a poder ni garcharme ni colgarme de un palo, quedate tranquilo, querido. La cuestión es que me empecé como a acostumbrar a la idea de darle un beso a una rubia carismática y brillante y hermosa como Evita y ahí estaba la pendeja en pleno Vietnam gritándome burguesa, capitalista, transa, protectora de las grandes corporaciones, de todo me dice, boludo, y también me canta esto: no hay tercera posición, vení copate y hagamos la revolución. Y sí, claro que me daba risa, Oscar: no pueden ni manejar una fotocopiadora en la Facultad de Letras y nos quieren volar a nosotros que nos rompemos el culo gobernando este país de mierda. Y era ingrata también: quería una ley que sancionamos así de una, de cariño nomás, sin una sola discusión, y ahí estaba la trosca en los medios diciendo que nos la habían arrancado. Así que cuando fue lo de Vietnam le dije, ¿querés venir, trosca? Ahí tenés un país que se le paró de manos posta al capitalismo yanqui. Que sí me dijo. Fuimos, la llevé en el Tango; no se tomó ni un champán porque la señorita no iba a beber la plata que le faltaba a los hospitales. Le di agua, Oscar, qué iba a hacer, qué tendrá que ver una, una sola copita de champán argentino, con los hospitales que son tantos y necesitan tantos millones. Una copita, le insistí. Que no me dijo. Bueno, rubia, invitame vos entonces. Y me sacó mi copa, Oscar, qué zarpada, pensé yo, una vez en la vida que me tomo una copa en paz y se cree que me la puede sacar, estos troscos no saben disfrutar de la vida, quieren hacer la revolución para tenernos a todos tomando agua y en overoles grises y viendo partidos de ajedrez en la tele pensé. Pero me equivoqué, Oscar. Me sacó la copa, me agarró la cabeza, Oscar, me acercó esos labios rojos de rusita roja que tiene y me comió la boca. Fue una batalla, sí, entre el populismo y el trotsquismo. No sé quién ganó, boludo, pero la foto no es trucada. Sí, Oscar, la dejé que me abra el blazer del Chanel. Sí, que rompa los botones de la camisa. Sí, Oscar, me sacó las tetas en el medio del tango. Tenés razón, no te rías, boludo, me hizo una revolución nomás la trotsca. Que me hice torta y me caso con ella te estoy diciendo. Nos peleamos mucho, sí, forro, es trosca, no estamos de acuerdo en casi nada. Nos vamos a matar, sí. Pero antes vamos a arder y los vamos a prender fuego a todos. Vas a ver, pelotudo.