Para que a un monstruo le crezcan tantas cabezas como las que tiene a esta altura Patricia Bullrich, que movió el salero de lo lindo en la fiesta de fin de año del Ministerio de Seguridad mientras el país seguía subiendo la temperatura de un año que terminó con una reforma aprobada a los ponchazos para llevarse por delante a lxs que menos tienen, necesita defensores, aliadxs, cómplices del mal que emanan pero con un apellido de trayectoria. Una de las elegidas con nombre propio es María Julia Oliván, destinataria de miles de pesos de pauta publicitaria para hacer un blog que no mira nadie pero al que foguea desde su rol en el panel de Intratables, con esa falsa paquetería de la televisión que marca un dress code de casamiento por cada aparición femenina, como si las mujeres tuvieran que pagar el precio de tener algo para decir con el sudor del maquillaje y la rigurosidad de la dieta. Ahí está ella, construyendo desde hace años la imagen de una “señora”, que todo lo hizo con tal de ser mamá y que ahora disfruta de su hijo en el jardín de su casa de barrio norte, donde ella misma contó que vive, y donde cuenta con una persona “que la ayuda”, esa fórmula que inventó la clase media para hablar con amaneramiento de las empleadas mal remunerada que limpian, lavan y cuidan niños por el mismo bajo precio. A la clase alta de donde viene Pato no le costaría para nada hablar de las mucamas, pero María Julia tiene algo de la culpa de la que acusa a los palermitanos con OSDE que les indignó su expresión pública a favor de la represión. El 14 de diciembre Oliván tuiteó: “En el barrio te daban 400 $, 1 coca, 1 choripan y 1 bolsa de mercaderia x ir a la marcha ayer y hoy. Mi cuñada me dijo xq no te venis?Yo le dije no, tengo q ir a mi laburo”(Silvia, q me ayuda en casa, me contó esto.Ayer tardó 6 hs en llegar a su casa) #ReformaPrevisonal. 

Que este argumento circula, eso es innegable. Se inflamó con los cuerpos en la calle que durante el kirchnerismo y en el auge de los piquetes, marcó la lucha con pechera y sin medias tintas. La militancia y la protesta social se ejerce en la movilización y a esta altura, denostarla en nombre del verdadero trabajo en el mismo discurso donde ese trabajo se invisibiliza es, cuanto menos, una ingenuidad que una periodista como Oliván no debería permitirse. Pero Oliván es una hija obediente del macrismo: en el 18A de 2013, época donde empezó a tejerse aquello de que “nos robaron todo”, ella también se expresó a través de la red del pajarito “#18A. Parece q va a haber mucha gente. Le pregunté a Elbita, la señora q me ayuda en casa si ella va, me contestó: no… yo tengo que trabajar”. Mismo procedimiento, mismo gobierno atrás, Elbita, el diminutivo para minimizar aquello de la “ayuda” pero entonces la AUH era un beneficio de muchxs y las amas de casa podían jubilarse, a una edad en que algo de esos años arrebatados a sus vidas les volvía en valor monetario, no de felicidad ni globos de colores, como pretende instalar este gobierno de grandes tópicos vacíos de contenido. 

Border periodismo tiene anunciantes como Banco Provincia, Lotería de la Provincia, Municipio de Quilmes, Farmacity y Gobierno de la ciudad y que la persona que disfruta de los beneficios de esos gigantes sea la misma que se expresa en contra de la lucha de un pueblo reprimido, no puede pasar por la infantilización a la que se somete a “Elbita”, o “la persona que ayuda”. Porque la perspectiva de género que intenta aplicar Oliván cuando menciona a su empleada trabajadora (que la enfrenta además con la figura de aquellos que sí fueron a la plaza, como si todxs ellxs no lo fueran también), no incluye a las mujeres que, en nombre de la solidaridad, encubren argumentos mucho más violentos y menos ingenuos de lo que parecen: los que intentan pasar por violencia organizada la expresión popular que terminó oprimida por ese monstruo de mil cabezas a la que se le está empezando a acabar la fiesta.