La galería W presenta una gran exposición de Cristina Schiavi que abarca desde los años ochenta, obras inéditas de los noventa y mucha obra reciente. La curaduría es de Sofía Dourron y se exhibe en la planta baja, el subsuelo, el entrepiso y el primer piso de la galería.
La sala principal de la planta baja constituye en sí misma una enorme instalación en la que toda la visualidad fue pensada en conjunto al modo de una puesta en escena, como una obra escenográfica, repartida en distintos sectores, escalas y situaciones, donde hay pintura mural, objetos, esculturas, video, banda sonora. La producción y generación de un contexto, es decir, de un mundo propio, es habitual en la artista. En este caso se trata de una instalación de grandes dimensiones en la que paisajes -terrestres y acuáticos, quizás cósmicos- evocaciones de animales, cuerpos y figuras, se alternan, complementan o yuxtaponen, en un juego de formas, combinaciones cromáticas muy particulares; sombras y perspectivas lúdicamente contradictorias, con múltiples puntos de vista al mismo tiempo. Podría pensarse que hay un repaso juguetón de ciertos períodos de la historia del arte del siglo XX, con breves escalas en el surrealismo y la pintura metafísica, entre otras fuentes posibles. Siempre va por fuera de todo mandato, incluso de la dimensión narrativa; pero al mismo tiempo cada componente tiene la delicadeza y la síntesis de un haiku.
Lo que sigue es parte del diálogo que Página12 mantuvo con la artista.
-¿Cómo surgió lo paisajístico en tu obra?
-Cuando me enamoro de un paisaje lo llevo a la obra de un modo muy caprichoso. Así me pasó, por ejemplo, cuando hice la forma del Tupungato, en 2005. Ahora sucedió lo mismo con Bañado La Estrella, un humedal bellísimo que queda en Formosa. También hice paisajes desérticos, paisajes de playa, y se suman los cuerpos fofos. La curadora encontró una pintura mía de los años ochenta -que está colgada al fondo- donde también había cuerpos. Parece que siempre tengo el cuerpo presente, en todos los períodos. En aquel entonces estaban metidos en una cápsula, flotando. Y el medio acuoso está también presente. En el video hay una foto del humedal, animada, y el sonido de una cigüeña enorme, de esa zona, el jabirú, que hace “tac-tac-tac”. Un sonido natural, pero que no lo parece. Siempre que puedo, agrego un sonido en mi obra.
-Una particularidad es que dentro de esta especie de paisajes podría pensarse una desarticulación de ciertos clásicos de la historia del arte, como el surrealismo o la pintura metafísica. Y por otra parte los cuerpos y las figuras ‘blandas’ aparecen desde distintas perspectivas y alternativamente con y sin sombra. Con puntos de vista diferentes y simultáneos.
-No me interesa ceñirme a las formas, ni a un único punto de vista, prefiero que haya varios en cada obra. Y lo mismo pasa con la sombra: algunas cosas la tienen y otras, no. Algunas formas tiene volumen, otras son planas. En el caso del gran mural, primero hice todo en una maqueta y así lo presenté en miniatura, para que lo pintara un muralista, directamente sobre una de las paredes de la sala principal, con proyecciones y aplicando los colores. Es muy bueno que la galería se haya animado a la realización de una pintura mural.
-A lo largo de los años, de esa suerte de muñecos que hay en muchas de tus obras se deduce lo humano, que usás para hablar de otra cosa, con formas que unen ternura, humor y tristeza.
-En el caso, por ejemplo, de esta obra en el subsuelo, se trata de algo que hice para una invitación, en Parque Chacabuco en 1995, para todos los muertos. Una cruz que en parte también es un personaje. Había una cita del artista cubano/norteamericano Félix González Torres (1957-1996), con la idea de que había que llevarse algo dulce de la muestra. El lo pensaba en relación con su pareja, que había fallecido recientemente. Y con la obra yo recordaba a artistas amigos que habían muerto hacía muy poco: Liliana Maresca (1951-1994) y Omar Schiliro (1962-1994). En ese momento Feliciano Centurión ya estaba enfermo y murió al año siguiente. Alrededor de la cruz/personaje hay caramelos a modo de dulce souvenir para los visitantes.
Según escribe Sofía Dourron, "Cristina Schiavi se mueve en territorios inmateriales y poéticos desde los que reconfigura los escenarios de la realidad e imagina otras formas de habitarlos, atravesadas siempre por el rechazo a los estereotipos, la violencia de la normatividad y las estructuras dominantes que regulan nuestras vidas. Gracias a unas genealogías epistemológicas y artísticas renovadas, hoy podemos reconocer en la obra de Cristina una serie de gestos rotundos que desarman los lenguajes históricamente asociados a la representación de lo político. Contra la lógica de la pureza -tanto material como simbólica- y eludiendo siempre la literalidad, Cristina apela, en cambio, a la ternura y el humor como vehículos inesperados para la construcción de un mundo más justo, amable y democrático”.
* En la galería W, Defensa 1369, de martes a sábado, de 12 a 18, hasta el 2 de agosto, con entrada libre y gratuita.