El 23 de julio de 1892 nació en Ejersa Goro, en el este de Etiopía, Tafari Makonnen. Lo que siguió fue una vida de película que combinó audacia política, modernización y un legado espiritual inesperado de escala planetaria. Coronado como Negus Negast [Rey de Reyes en amhárico, idioma etíope] en 1930, un título que distinguía al emperador de Etiopía del resto de reyes regionales [Negus]. Haile Selassie I se convirtió en el único jefe de Estado que habló tanto en la Asamblea General de la extinta Liga de las Naciones como en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Nadie más atravesó con su voz los dos grandes experimentos multilaterales del siglo XX. Pero antes de estos dos hitos históricos enfrentó distintas tormentas al interior de su país.

Los primeros 5 años de gobierno de Haile Selassie I se caracterizaron por la modernización y apertura de Etiopía. Se consolidó así una monarquía constitucional y se construyó un entramado normativo que otorgaba derechos al pueblo etíope que hasta ese momento era considerado legalmente como servidumbre de la corona. Este proceso le generó un gran apoyo popular, el cual sirvió luego como fuerza de resistencia cuando Italia invadió el país.

La invasión fascista a Etiopía en 1935 fue un punto de quiebre. La Italia de Mussolini utilizó armas químicas, bombardeó poblaciones civiles y cometió crímenes de guerra sin que la comunidad internacional hiciera más que mirar para otro lado. La ocupación se extendió durante seis años, y en ese tiempo Haile Selassie I recorrió distintos países denunciando ante el mundo las violaciones a los derechos humanos cometidas por el fascismo. En este contexto, el 30 de junio de 1936 pronunció un discurso de denuncia en la Asamblea General de la Liga de las Naciones. La denuncia del emperador en Ginebra, frente a la indiferencia de las potencias europeas, lo convirtió en un símbolo de resistencia africana y en una referencia ética para los pueblos colonizados:

"Tampoco ha existido antes un ejemplo de un Gobierno que proceda al exterminio sistemático de una nación por medios bárbaros, en violación de las promesas más solemnes hechas por las naciones de la Tierra, de que no se usaría el terrible veneno de los gases, contra seres humanos inocentes. Es para defender a un pueblo que lucha por su independencia milenaria que el jefe del Imperio Etíope ha venido a Ginebra a cumplir este deber supremo, después de haber luchado él mismo al frente de sus ejércitos. […] ¿Qué respuesta debo llevar a mi pueblo?"

En esa misma intervención Haile Selassie I denuncia a la delegación argentina por su lobby en favor de la Italia fascista. En los días previos al discurso, los fascistas buscaban apoyo para que levanten las sanciones y se desestime el reclamo de Etiopía. La actitud de la delegación argentina se enmarcaba en la influencia del facismo y el nazismo en las distintas administraciones de la década del 30 en nuestro país. Así se expresaba el líder etíope:

“Éstas son las circunstancias en que, a petición del gobierno argentino, la Asamblea de la Sociedad de Naciones se reúne para considerar la situación creada por la agresión italiana. Afirmo que el problema que hoy se presenta a la Asamblea es (...) un asunto de seguridad colectiva, de la propia existencia de la Sociedad de Naciones, del crédito que cada Estado debe otorgar a los tratados internacionales, del valor de las promesas hechas a los Estados pequeños sobre que su integridad y su independencia será respetada y asegurada”

La década del 40 trajo consigo la recuperación del país y la participación activa del mandatario etíope en la consolidación de la ONU. En estos años se dedicó a formar la unidad del continente y apoyar los procesos de descolonización. Así el 25 de mayo de 1963, tras años de intenso debate, fue junto con Kwame Nkrumah uno de los impulsores de la creación de la Organización para la Unidad Africana en Addis Abeba, capital de Etiopía. Un espacio supra estatal que marcó un momento fundacional en la historia del continente, y que hoy sigue funcionando bajo el nuevo nombre de Unión Africana (UA).

En este mismo año se produciría otro evento internacional que posicionaría a Haile Selassie en las tapas de todos los diarios del mundo. El 10 de octubre de 1963 expuso ante las Asamblea General de la ONU. El discurso comenzó con un señalamiento a los problemas que había tenido la anterior organización de Estados, y señaló la importancia de la paz global y el desarme, el fin del racismo y el colonialismo y la necesidad de cooperación global como únicas condiciones para que la naciente ONU tuviera sentido:

“El objetivo de la igualdad de los seres humanos que buscamos es la misma antítesis de la explotación de un pueblo por otro (...). Hasta que la filosofía que sostiene una raza superior y otra inferior sea finalmente y permanentemente desacreditada y abandonada; hasta que no haya ciudadanos de primera y segunda clase de ninguna nación. Hasta que el color de la piel de un ser humano no tenga más importancia que el color de sus ojos. Hasta que los Derechos Humanos básicos estén igualmente garantizados a todos sin tener en cuenta la raza. Hasta ese día, el sueño de una paz duradera y la ciudadanía mundial y el imperio de la moralidad internacional, seguirán siendo una ilusión fugaz, perseguida pero nunca alcanzada."

El discurso fue tan potente que años después Bob Marley le pondría música y lo convertiría en un tema musical mundialmente conocido como “War”. Haile Selassie I defendía la soberanía de los pueblos y ponía en cuestión el reparto del mundo. Esto lo consolidó como un referente del panafricanismo, incluso para quienes no compartían su modelo político. En el Caribe y otras regiones de la diáspora, su imagen se expandió por caminos inesperados. En Jamaica, los movimientos rastafari lo reconocieron como una encarnación del espíritu africano y lo convirtieron en símbolo religioso.

Esta conexión no surgió de la nada. En 1920, tras la Primera Convención Internacional de los Pueblos Negros del Mundo liderada por Marcus Garvey, se publicó la Declaración de los Derechos de los Pueblos Negros, cuyo artículo 40 establecía: “Resuelto, Que el himno Etiopía, Tierra de Nuestros Padres, será el himno de la raza negra”. Fiel a su estilo religioso Garvey profetizaba el surgimiento de un liderazgo internacional proveniente de África y sostenía que las luchas contra el racismo en América y el colonialismo en África formaban parte de una misma causa. Esa semilla floreció en Jamaica 40 años más tarde con el nacimiento del movimiento rastafari, en honor al nombre del emperador etíope y el prefijo Ras, que significa en amhárico, cabeza o líder.

En los debates actuales sobre memoria, soberanía y racismo, el legado de Haile Selassie vuelve con fuerza a 133 años de su nacimiento. Un jefe de Estado africano que intervino en los foros más importantes del mundo sin subordinarse, que desafió al fascismo y que creyó en la unidad de los pueblos negros como horizonte real.