La primera vez que No puedo tener sexo se proyectó en Buenos Aires, al salir de la sala quedó una certeza: es en las formas menores o periféricas donde aparece la fuerza de lo nuevo. La ópera prima de Bel Gatti, que tuvo su estreno mundial en el Tallinn Black Nights Film Festival de Estonia en 2024 e integró el catálogo del Bafici de este año, se filmó con un teléfono. Además de dirigir, Bel actúa y se graba a brazo extendido, apuntándose con el lente frontal de su celular. Se filma durante su trabajo como niñero de una nena de tres años, conversando con su mamá sobre juguetes sexuales y disfraces eróticos o interpretando una adorable versión drag king de Sandro, en la que actúa como un galán para su abuela. Así, el protagonista va narrando en primera persona el tren de ideas y emociones de un personaje que lleva cuatro años sin alcanzar el orgasmo y que se embarca en una serie de experimentos antropológicos para encontrar una respuesta a su disfuncionalidad.

El resultado es un ejercicio de extrañeza que muestra una sensibilidad singular y poco normada, ocurrente y al borde de lo incestuoso, que expone la transversalidad del sexo en nuestra vida cotidiana. Quizás no exista nada más incómodo que pensar en la vida sexual de los adultos de nuestra familia o compartir la propia con algunos de ellos. Bel toma ese toro por las astas en su película, que va hasta al fondo con su carácter hiperrealista para dar toda la vuelta. Y lo hace desde el principal lenguaje audiovisual de nuestra época: el de las plataformas. “El plano selfie produce algo incuestionable, como si no fuera posible pensar en algún grado de ficción de esas imágenes”, dice Bel. “Me resulta muy extraño ese efecto de veracidad de lo que circula en las plataformas. Estamos en un momento en que discutimos todo, pero no estamos dispuestos a cuestionar las verdades que mostramos y miramos en redes”. Por este efecto de verdad exacerbada, Bel define No puedo tener sexo como un hiperdocumental pasado de contemporáneo.

El recorrido de Bel se orientó, principalmente, hacia la actuación y la dramaturgia. En 2023, escribió las obras Yegua y Adiós cyborg amor (ambas dirigidas por Maruja Bustamante); en 2024, co-protagonizó Bajo naranja de Sofía Gala y Duchita en la Torre, de Lola Granillo; en 2025 actuó en Caigan las rosas blancas, de Albertina Carri. Eso entre un sinfín de cosas más que hizo o en las que simplemente metió la cuchara. En 2020, la práctica de filmar con su teléfono el cortometraje #VidaGattite, sobre los días pandémicos junto a su familia, de algún modo lo llevó a aplicar para una beca en el Programa de Cine del Instituto Di Tella. En ese marco fue apareciendo No puedo tener sexo, una película que tenía que ver con un momento específico de su vida en el que intenta resolver el dilema que plantea desde el título con gran frontalidad. Ese es un punto de partida. Luego está la composición de un protagonista narrador y las situaciones que propicia con otros personajes. Todas las escenas están actuadas con la misma consigna: Bel le pide a los demás personajes que lo sigan, que respondan a lo que sea que se proponga, prende la cámara y lo que ocurre es lo que queda en la película. No hay segundas tomas y nada se descarta.

Lo que en principio fueron ejercicios narrativos, de a poco empezaron a armar un relato más grande. Fue Andrés Di Tella, director del programa, quien le propuso empezar a unir esas piezas que parecían formar parte de un todo. “Bel es antes que nada un inventor”, dice Di Tella. “Su forma de narrar evoca un mundo propio y es un soplo de aire fresco: tiene humor, ironía, sentido del ridículo y al mismo tiempo cuenta algo tremendamente serio”.

La austeridad de la imagen que produce un teléfono celular, la posición y el movimiento de la cámara, el uso del formato vertical en trípticos y el juego con filtros y stickers son decisiones para nada inocuas. Vemos a diario un torrente de imágenes con estas características: el brazo extendido, la mirada ligeramente desviada hacia la pantalla para corroborar lo que queda capturado en la imagen. Ese servicio de espejo-cámara que nos dan los teléfonos: una suerte de cuarta pared que no llega a romperse, pero se descascara.

Para Bel, filmar su hiperdocumental lo-fi fue una decisión estética que deriva de un interés por las imágenes rotas, una textura que aparece en un mp4 de baja calidad y colabora con generar un efecto de veracidad extremo. Esta austeridad llena de posibilidades fue la que en principio lo llevó a actuar. Y Bel la reivindica también como decisión ética. “Lo que más me atrajo del teatro fue el ingenio que te demanda para narrar con muy poco. Hacer con pocos recursos tiene una fuerza particular, pero también permite que el teatro y el cine no sean exclusivamente cosas de millonarios”, dice. “Pasamos el día entero en plataformas que ya nos convierten en productores y consumidores de esas ficciones, hacer con esos dispositivos algo que no se espera puede ser una forma de usarlos a nuestro favor”.

Pero además de ser técnicamente díscola, No puedo tener sexo es una película sobre la impotencia en un sentido amplio, quizás el gran (y negado) afecto de una época en la que todo parece haber alcanzado su forma más simplificada mientras se complejiza de infinitas maneras. Y en eso también, la decisión de contar esta película desde el código de las plataformas parece un gran acierto, dadas las múltiples formas en las que el sexo e internet están intrincados hoy. Desde el exhibicionismo erótico de todo lo que hacemos y consumimos hasta el alzamiento de OnlyFans como promesa de ascenso social y las aplicaciones de citas como lugar de encuentro por excelencia, casi todo lo que tiene que ver con nuestra sexualidad hoy pasa, en alguna instancia, por internet. “El sexo es un re misterio para mí”, dice Bel sobre lo que lo motivó a contar esta historia. “Veo mucha menos curiosidad e interés por explorar ese misterio y muchas más ganas de mostrarlo y consumirlo en imágenes que de pensarlo”. No puedo tener sexo, que no incluye, de hecho, ninguna imagen sexual, es una invitación a pensar en ese misterio.

No puedo tener sexo se estrena el jueves 14, a las 19, dentro del ciclo organizado por el suple Soy y el cine Cacodelphia, Av. Pres. Roque Sáenz Peña 1150. Luego podrá verse los sábados, a las 21.