“Durante más de dos décadas trabajé en el mismo lugar. Era muy buena, mejor que la mayoría. Una semana después de cumplir 50 años, me echaron sin mayores miramientos. Hasta escribieron mal mi nombre en la carta de despido. Al poco tiempo, el médico me dijo que tenía cáncer pero ya no contaba con el seguro social para hacer algo al respecto. Así que pensé: ‘Si voy a morirme, que sea lo más lejos posible del mundo real, donde no haya falsa compasión de los médicos, o lamentos del seguro mientras miran sus relojes para pasar rápido a un nuevo paciente desahuciado’”. Las palabras de Glory (Marilyn Norry) salen de su boca con agrio desencanto mientras es interrogada en una comisaría de troncos en el Parque Nacional de Yosemite. En ese centro boscoso de California se sitúa la acción de Indomable, la nueva serie de Netflix guiada por un misterio policial y una intricada investigación. Pero debajo de esa pesquisa están los habitantes de ese lugar, los descendientes de los pobladores originarios arrinconados en el perímetro de una reserva y destinados a tareas administrativas o de mantenimiento, y también los descartados del mundo, hippies sin utopías, ecologistas, conspiranoicos, gente que se esconde de la realidad. Gente como Glory que ha encontrado en ese rincón del planeta un lugar para vivir o morir.
Indomable utiliza a la perfección la coartada del género policial: comienza con la aparición del cuerpo de una joven colgando de las cuerdas de ascenso de unos alpinistas, establece el enigma sobre su muerte, y da el puntapié inicial para el armado de un variopinto equipo de investigación. Kyle Turner (Eric Bana) es el líder, un agente de la División de Servicios de Investigación de Parques Nacionales destinado a reconstruir las últimas horas de la víctima, determinar su identidad y la causa de su muerte, si fue un suicidio o un accidente, como parecen sugerir los primeros indicios, o un posible asesinato. Taciturno y de pocas palabras, Kyle se muestra firme y seguro en su trabajo, y soberbio y desagradable en el trato con sus subordinados, el quejoso Milch (William Smillie) y la recién llegada desde Los Ángeles, Naya Vázquez (Lily Santiago), una joven agente del FBI destinada a ese páramo salvaje como escape ante sus problemas personales. Lógicamente Turner y Vázquez se verán obligados a formar un equipo tenso al comienzo, pero efectivo con el correr de los episodios.
Creada por Mark L. Smith (guionista de El renacido del mexicano Alejandro González Iñárritu y del reciente reboot de Twister; creador del western American Primeval para Netflix) y su hija Elle Smith, la miniserie explora con astucia el mundo oculto en Yosemite, clave para entender a los personajes y el trasfondo de la violencia con la que conviven. Una violencia que no está solo en la naturaleza “indomable”, tal como lo explicita el título, sino en un entramado que incluye a esos habitantes ilegales, a los hastiados empleados del parque, con sus secretos y sus culpas a cuestas, y a los visitantes que anhelan un recorrido turístico a espaldas de una inmensidad que los abruma. La conciencia de esas contradicciones pesa en Turner, atormentado por la muerte de su hijo, por el divorcio de su esposa Jill (Rosemarie DeWitt), por los años de alcohol, insomnio y fantasías suicidas. Su único referente, el amigo que lo acompaña en las mañanas de borrachera, es también el jefe de los guardaparques, Paul Souter (Sam Neill), rostro humano frente al discurso oportunista del funcionario a cargo del Parque Nacional, siempre preocupado por los comentarios de la prensa y las cifras del turismo.
La investigación por la identidad del cadáver hallado en el cerro El Capitán pone en alerta a todo el ecosistema de Yosemite y les permite a los creadores internarse en su dinámica: su extenso territorio de más de tres mil kilómetros cuadrados (“Es del tamaño de Rhode Island”, explica Turner), sus escarpados bosques, los animales sueltos, las minas abandonadas, los rincones inexplorados. “La gente que viene a explorar apenas ve el diez por ciento del parque, el esto está ahí, afuera”, le aclara Turner a Vázquez mientras montan a caballo hacia los lugares donde no llegan los vehículos. Turner sí llega, curtido por la naturaleza y la pérdida, pero también porque comprende el dolor humano. El de Glory, el de su exesposa con la mantiene un lazo indestructible, el de la propia Vázquez que debe lidiar con una pareja abusiva y la crianza de un hijo en soledad. La dinámica entre ambos es la esperable, comienza con hostilidad y arriba a un cálido compañerismo, pero también permite revelar dos miradas sobre ese mundo abismal, la de quien conoce su pulso brutal junto al sentido de libertad que ofrece, y la de quien lo descubre, a veces cae en sus trampas y otras en los senderos de la revelación. Yosemite es el gran protagonista de Indomable, el lugar al que todos temen y anhelan, el que los desvela y los angustia, el refugio de crímenes y castigos.
Hasta el final, Indomable preserva el ritmo de un buen policial, juega con nuestras hipótesis, incluso se permite alguna excesiva vuelta de tuerca. Sus actores son solventes, los veteranos como Eric Bana, Sam Neill y Rosemary DeWitt están entre los mejores, los nuevos como Lily Santiago con buena sincronía y la necesaria gracia. Pero detrás de ese misterio está el mundo que habita en los confines de Yosemite, las Glorys de la vida, pero también un francotirador militar devenido en protector de la fauna silvestre, un nativo que viste la pechera naranja de mantenimiento mientras preserva las ceremonias de su pueblo, una historia oscura tras la desaparición de un turista años atrás, la tristeza infinita que acompaña el recuerdo de los que no están. Esos pequeños apuntes que no suelen tener cabida en el andamiaje de una ficción genérica, de una pesquisa atrapante, de una serie “con gancho”, asoman con convicción y dar cuerpo a un dolor que persiste, como esos árboles, desde generaciones pasadas hasta el presente, desde desencantos recientes hasta su estela futura.