“Queremos armar un evento que esté copado para grandes y para chicos, porque por lo general uno va como adulto y se queda de brazos cruzados mirando a los niños hacer la actividad, o los chicos se tienen que acomodar al evento del adulto, nosotras queríamos crear algo copado, amigable y que convoque tanto a grandes como a chicos”, cuenta María Rohde. El resultado es Copetín, fiesta para armar, que verá su primera edición este sábado 16 a las 15 en El Galpón de Guevara (Guevara 326).

Rohde y su coequiper Maya Mercer saben de lo que hablan. Su trabajo las llevó a recorrer muchas instituciones del país, como el Museo Nacional del Grabado y la Casa Nacional del Bicentenario, pero también el museo MAR en Mar del Plata o la Manzana de las luces en CABA. Siempre apuntando a romper esta distancia entre las infancias y los adultos.

La propuesta, explican a Página/12, es presentar una serie de actividades para que cada quien pueda sentarse a experimentarla, y que nadie quede afuera. Habrá un DJ (Nico Cota), una “plaza seca” con Pizpiretos, una “mesa de radio” a modo de conversación con Tacatún, muchos talleres (de estampas con Jouli Di Marco, de ilustración con Euge Aberastain, de sellos y serigrafía con Laura Mendanha, de collage con Lupe Sendra, de escritura creativa con Maricel Cioce y de filosofía con Luciana Saraceno). Y si aún así el adulto excesivamente circunspecto se resiste a prenderse en una actividad, le quedará la opción del cafecito en el bar.

“La idea es que nos sentemos todos en las mesas a hacer cosas y poder hacer”, señala Rohde, y destaca que “cuando uno se pone a hacer, un poco con las manos y tiene una consigna y se pone en esa situación, se da la conversación, se da la reflexión y se comparte un momento, especialmente en un mundo donde los adultos y los niños están un poco separados y a veces se rechaza un poco el mundo de las infancias. La idea es tener un momento de encuentro donde la estemos pasando todos bien”. Y destaca el “todos”.

“Apelamos a la convicción de que siempre hay un niño interior y lo hemos comprobado en los distintos museos –cuenta-, que pasa mucho con las personas adultas que primero son resistentes y una vez que se sientan a ponerse ahí con las manos a hacer cosas, hay algo mágico que sucede, porque se sueltan y se cuelgan en la actividad”.

“La idea de Copetín igual es que respete a quienes no se copan o prefieren estar como espectadores, y por eso hay otras propuestas, y que salga no por presión, sino por el puro placer de hacer”, comenta. Rohde confiesa, de paso, que a ella lo de dibujar mucho no le sale, entonces prefiere prenderse a hacer collages o sellos. Cuestión de gustos y que cada quién elija cómo prefiere pasar su tarde compartida. “Los talleristas a quienes convocamos que también tienen una manera muy amena y divertida de convocar a la gente. Es algo que se va contagiando. Una vez que ya se sienta un adulto, ahí se empiezan a sentar todos. Y nosotras siempre estamos invitando, entonces también termina sucediendo”.