#MeToo. ¿Hay alguna niña, adolescente, mujer que no haya sido abusada en algún momento de su vida? No todas con el mismo grado de violencia, de sofisticación, de manipulación. Pero estoy convencida de que sí lo fuimos. Yo sí lo fui. Y como tantas otras me sentí culpada, culpable. 

Será por eso que ahora que ya no soy más esa niña, que tengo gran parte de mi vida recorrida, me emociona ver a estas chicas valientes, organizadas, saliendo adelante, buscando apoyos. Lejos de aquella chica tímida y contenida que fui, las veo moverse sin prisa pero con un objetivo claro que es el de salir todas juntas de ese agujero turbio en el que estuvieron metidas.

Lejos de aquellos años, de aquella ciudad pueblerina de la que vengo, hoy estoy, estamos en otro lugar que es mejor, es un espacio y un tiempo en el que a las mujeres se nos empieza a creer. ¿Hay algo más poderoso? ¿Algo más necesario? Quiero escucharlo cada vez más: ¡Te creo!

Me emociona que haya instituciones dispuestas a escuchar y a creer en los relatos de las mujeres y de las niñas y adolescentes. Que haya periodistas y medios que difundan sin golpes bajos. Hay de los otros también, pero esta historia me hizo un poquito más positiva. Esta es mi bonita historia de Navidad. Las chicas, agradecidas por tanto apoyo, me dijeron el domingo que ésta iba a ser la mejor nochebuena feminista de sus vidas. Yo lloré. Estaba sola en casa, pero tan acompañada.